7ª semana de Pascua. Domingo
Ascensión del Señor B: Mc 16, 15-20
En la primera lectura de este día todos los
años nos cuenta san Lucas en los Hechos de los Apóstoles la subida de Jesús al
cielo: un hecho contemplado por testigos, pero que no deja de ser un misterio.
Es un suceso querido por Jesús para que sirva de enseñanza simbólica y visual
de la verdadera Ascensión que para Jesús fue en el momento de
Durante 40 días Jesús se
fue apareciendo a los apóstoles instruyéndoles más sobre las cosas que ya les
había enseñado. No es que estuviera en un lugar determinado escondido. Estaba
ya con su Padre en el cielo, pero se hacía presente durante un tiempo para
reafirmar la fe de los suyos. Al final les envía a predicar por todo el mundo.
En particular para cada uno
En este año, ciclo B, el
evangelio es de san Marcos. Es el final. Nos dice cómo Jesús se fue al cielo y
los apóstoles cumplieron su mandato de ir predicando por el mundo. Jesús les
había prometido que harían muchos prodigios. Y así fue. Desde siempre ha habido
prodigios externos; pero muchos más son los prodigios internos, en lo interior
del corazón. Dice san Agustín que en un tiempo
Nosotros debemos seguir a
Jesús “creyendo” en su Evangelio. Hoy les habla Jesús a los apóstoles de la
importancia de la fe: si creemos en sus enseñanzas, estaremos salvados; pero si
le damos la espalda, estaremos perdidos. Creer es seguirle y amarle. A veces
podemos ver señales externas; pero sobre todo le debemos ver en el corazón.
Hoy es un día para crecer
en la esperanza de una felicidad eterna, usando con rectitud los medios que
tenemos en la tierra. Debemos buscar el bien aquí, pero siempre sabiendo que la
felicidad plena sólo se encuentra con Cristo en el cielo. Sólo Él puede dar
pleno sentido a la vida. Por eso no nos dejemos aprisionar por la materia. Hay
algo más que la historia, que la materia y el tiempo. Nuestra meta está donde
está Dios. Sólo Dios puede llenar el alma. En la oración principal de la misa
de este día se pide y espera que donde está Cristo, que es nuestra Cabeza,
estemos también nosotros que somos miembros de su cuerpo.
El triunfo de Jesús debe
ser también nuestro triunfo; pero sabiendo que es diferente del triunfo
material y humano; porque aquí se triunfa cuando otros pierden, mientras que
cuando triunfa Jesús, todos salimos ganando.