7ª semana de Pascua.
Miércoles: Jn 17, 11-19
En esta última semana de
Pascua,
Está hablando con su Padre
Celestial. Lo hace con palabras que denotan una inmensa intimidad y confianza;
Y también una gran preocupación hacia los que han de continuar su misión
apostólica en medio de muchas dificultades. Cuatro cosas pide para sus
discípulos: Que tengan unidad, que tengan alegría, que sean preservados del mal
y que sean santificados en la verdad. Son dones que están muy unidos entre sí.
La unidad debe ser
una consecuencia del amor. Allá donde hay guerra, odio, rencor, no puede haber
unidad. La unidad que pide Jesús para sus discípulos no es cualquier unidad,
sino la misma que hay entre el Padre y el Hijo, dentro de Dios. Claro que esto
es un ideal, hacia el cual constantemente debemos caminar: Si pudiéramos decir,
como san Pablo: “Vivo yo... pero es Cristo quien vive en mi”, y el otro dijera
lo mismo, pero de verdad, se daría la plena unidad. Si Dios es nuestro Padre,
nosotros somos hermanos. Si los cristianos vivimos desunidos, y hasta con
luchas internas, quedamos mal ante el mundo y hasta dejamos mal a Dios y a las
palabras de Jesús.
Si hay unidad, es porque
hay amor y ello debe producir alegría: una alegría cumplida. Después de
Los apóstoles están en el
mundo y deberán estar por motivo de la predicación del evangelio. Jesús pide
que sean preservados del mal. El mundo es bueno en cuanto que ha sido
creado por Dios; pero san Juan quiere representar aquí todo el mal que el ser humano ha puesto en el mundo por sus pecados. Por eso
aquí “mundo” quiere decir una mentalidad opuesta a la de Dios. En la vida hay
una lucha entre el bien y el mal. Cuando rezamos el Padrenuestro decimos:
“Líbranos del mal”, que muchos dicen: “Líbranos del Maligno”. Es la mentalidad
maligna que se mete en las costumbres y vida mundana. Algunos santos y
religiosos se apartaban del mundo externo para poder vivir mejor su fe; pero
Jesús les dice a los apóstoles que tienen que vivir dentro del mundo, mucho más
si son laicos, pero sin dejarse llevar por la fuerza del mal.
Los discípulos debemos ser
testigos y aun dispensadores de la vida divina. Debemos ser levadura en la
masa. Para ello pide Jesús que sean santificados en la verdad. Ser
santos significa estar unidos a Dios, que es la suprema santidad. Por eso, si
un discípulo quiere mantenerse en el mundo con la mentalidad de Jesús, tiene
que hacer lo posible para unirse con Dios. Será con la oración, costumbres y
vida de amor con los hermanos. Y unidos con Jesús hacemos nuestras sus
palabras. Ellas son
Termina hoy el evangelio
con una especie de envío a ese mundo donde han de vivir. A veces nos hacemos la
ilusión de evangelizar a otro mundo posible. No tenemos por qué renegar del
mundo donde nos ha tocado vivir. Pidamos a Jesús que nos ayude a ser
preservados del mal, pero ayudemos al mundo donde vivimos, a nuestra gente y
nuestra generación. Debemos instaurar una nueva convivencia donde no reine el
egoísmo sino el amor. El discípulo no se desvincula de los problemas del mundo,
pero va a ellos con otra mentalidad muy diferente de la que suele reinar en el
mundo. Discípulo de Jesús es quien tiene la mentalidad de Jesús.