5ª semana de Pascua. Sábado:
Jn 15, 18-21
Jesús está con los
discípulos en La Última Cena. San Juan nos presenta una conversación larga e
intensa, donde sobre todo abundan las instrucciones de Jesús, que seguramente
les habría dicho en algunas ocasiones; pero que ahora, en este ambiente de
despedida solemne adquieren una vigencia especial.
Les había hablado sobre el
amor, como lo más importante en que deberán sobresalir, amor a Jesús y amor entre
ellos. Pero un día tendrán que salir a manifestar ese amor y todas las
enseñanzas del Evangelio al “mundo”. Entonces comenzarán a experimentar el odio
de ese mundo.
Cuando san Juan está
trascribiendo estas palabras de Jesús, la comunidad cristiana ya había pasado
por varias persecuciones, primero en Jerusalén y luego en otras regiones,
principalmente en Roma, con la muerte de san Pedro y san Pablo. Por lo tanto
aquellas palabras proféticas de Jesús sobre la persecución les resultaban
actualizadas por el contraste entre el bien y el mal.
Jesús les advierte a sus
discípulos que la persecución iba a ser como una consecuencia de la persecución
que ya él mismo había experimentado y que se vería incrementada ferozmente
aquella misma noche.
El ambiente mundano, donde
prevalece el mal, está contra Jesús y sus principios. Por lo tanto quien se
convierte de verdad debe saber que renuncia a los principios del mundo para
abrazar los de Cristo. El hecho es que el “mundo”, como expresión de las
fuerzas del mal, no se queda quieto sino que va en persecución del bien y de
los que han tomado el bien como bandera.
Estas advertencias las
hacía Jesús a sus discípulos, como luego lo harían los apóstoles con los suyos,
porque no es fácil entender el odio hacia unas personas que no han hecho ningún
mal, sino que su distintivo es el amor.
Una de las razones que da
Jesús es que si primero le han perseguido a él, luego serán perseguidos los que
le sigan en su doctrina y sobre todo en los aspectos de su vida.
Por lo tanto, si queremos seguir a Jesús de verdad, nos exponemos a que el
mundo también nos persiga.
Otra razón que les da Jesús
a los apóstoles del por qué el mundo les va a perseguir es por la ley del amor
y el odio. En nuestra religión del seguimiento a Jesús no hay lugar para el
odio. Todo debe ser amor, a los amigos y a los enemigos. La mentalidad del
mundo es que hay que amar a los amigos y odiar a los enemigos. Como resulta que
un verdadero discípulo de Jesús, aunque no odia al mundo, ya no le pertenece,
porque sale de la esfera de lo mundano, el mundo le tiene por enemigo y por lo
tanto es objeto de odio, porque la vida del justo les molesta.
Son famosas las palabras
del libro de
La gente mundana no
entiende a quien se ha consagrado a Dios. Y por no entenderle, acaba odiándole.
No entiende la oración, el amor a los enemigos y tantas cosas de quien vive del
amor de Dios. Por eso, cuando el mundo halaga demasiado a un cristiano o a
Lo normal es que el mundo
se burle de quien tiene gran fe y de sus principios morales. Por lo tanto no
miremos tanto al qué dirán, sino que vivamos haciendo el bien, aunque ese bien
moleste a los que siempre hacen el mal.