TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XI B
(17-junio-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Cómo
avanza la Obra de Dios en el mundo
ü Lecturas:
o Ezequiel
17, 22-24
o II
Carta de san Pablo a los Corintios 5, 6-10
o Marcos
4, 26-34
ü Las
lecturas de este domingo utilizan imágenes tomadas de la vida campesina; a través
de este lenguaje, los textos bíblicos explican cómo actúa Dios en la historia y
lleva a cabo su plan de salvación. Estas imágenes no son tan evidentes para
quienes vivimos en las ciudades, donde los procesos productivos son diferentes
y tenemos otros puntos de referencia.
ü ¿Cuál
es el mensaje central que nos transmiten estos textos? Cómo la Obra de Dios se
va realizando de una manera totalmente diferente a la lógica que siguen los
proyectos humanos. Y quienes colaboramos en la Obra de Dios debemos entender
cómo actúa Él para así cumplir nuestra misión en la construcción del Reino y no
obstaculizar la acción del Espíritu.
ü Como
punto de partida de nuestra meditación, recordemos cuáles son los aspectos que
tenemos en cuenta cuando queremos emprender un proyecto. Lo primero que hacemos
es identificar el problema que queremos solucionar o la necesidad que deseamos
atender; luego vemos con qué recursos contamos y con quiénes podríamos
asociarnos para poder realizar esta tarea; hacemos un presupuesto y un
cronograma; analizamos las posibilidades de éxito y los beneficios que
esperamos recibir. En términos muy sencillos y sin necesidad de utilizar un lenguaje
especializado, esta es la ruta que seguimos en la planeación y ejecución de los
proyectos humanos. Esta lógica no funciona cuando se trata de anunciar la Buena
Nueva de Cristo resucitado. La Obra de Dios sigue derroteros no imaginados.
ü La
primera diferencia sustancial entre la Obra de Dios y las obras humanas radica
en que la iniciativa es del Señor; Él es quien llama; todo es gracia. Los resultados
del anuncio del Reino no dependen de los esfuerzos humanos ni de la
sofisticación de las herramientas tecnológicas utilizadas en las tareas
apostólicas. El Señor es quien dispone dónde cae la semilla, cuándo es el
momento salvífico adecuado, cómo llega esa semilla al destinatario…
ü Nosotros,
los agentes evangelizadores, somos simples instrumentos de los que Dios se vale
para actuar en la vida cotidiana. ¿Cómo prepararnos para ser instrumentos
idóneos? A través de una vida interior profunda que nos haga dóciles a la
acción del Espíritu Santo. Debemos transmitir con absoluta fidelidad el mensaje,
sin distorsiones provenientes de nuestra subjetividad e intereses. Recordemos
que el evangelizador debe proclamar la Palabra de Dios y no sus teorías
personales.
ü En
la ejecución de los proyectos humanos, debe haber un riguroso monitoreo de cada
una de las etapas. Cuando hablamos de la acción del Espíritu en el corazón humano,
tenemos que renunciar a las pretensiones de hacer una interventoría, como la
que se realiza en los grandes proyectos de infraestructura. Lo que sí es
posible es, a través del discernimiento, ir interpretando las mociones
interiores; esto debe hacerse con el acompañamiento de un director espiritual o
consejero experimentado.
ü En
el texto del evangelista Marcos que acabamos de escuchar, aparece una
experiencia de la vida del agricultor que nos permite comprender esta realidad:
“El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla
en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la
semilla germina y crece”. Los padres de familia y los educadores son testigos
de esta realidad pues siembran principios y valores en las mentes y corazones
de los jóvenes; con frecuencia se sienten frustrados porque pareciera que han fracasado
como sembradores, pero años más tarde aparecen cosechas que no se esperaban.
ü En
los proyectos humanos existen indicadores de éxito: cuánto dinero se invirtió, cuál
es el retorno de la inversión, etc. Cuando hablamos de la Obra de Dios no es
posible hacer estas mediciones. Solo Dios conoce los resultados.
ü Después
de estas consideraciones generales sobre la lógica diferente de la Obra de
Dios, que hemos hecho a la luz de las imágenes campesinas que nos ofrecen las
lecturas bíblicas de este domingo, fijemos nuestra atención en las instituciones
de servicio a la comunidad que han sido fundadas por la Iglesia:
o Nos
referimos a las universidades, colegios, hospitales, asilos de ancianos, etc.
Se trata de grandes obras que exigen cuantiosos recursos.
o La
sostenibilidad en el tiempo de estas obras apostólicas exige una administración
rigurosa. Para ello hay que contratar al personal especializado que pueda
atender con responsabilidad y eficacia las diversas actividades. No bastan la
buena voluntad y la generosidad.
o Ahora
bien, debemos poner mucha atención a lo que nos debe diferenciar como obras de
la Iglesia. Las obras apostólicas no pueden contentarse con ser unas ONG
manejadas con pulcritud y eficiencia. Estas instituciones están llamadas a proclamar,
cada una a su manera y en fidelidad a su carisma fundacional, el gozo del evangelio. Por lo tanto, hay
que procurar la formación integral de quienes hacen parte de ellas para que sean
conscientes de la colaboración que prestan a la Obra de Dios, cuya lógica supera
infinitamente los principios organizacionales que rigen los proyectos humanos.
Somos simples instrumentos. La iniciativa es de Dios, de quien dependen los
resultados.