10ª semana, tiempo
ordinario. Jueves: Mt 5, 20-26
En esta semana hemos
comenzado a tratar el “sermón de la montaña” de Jesús, que es el programa más
claro de acción para los que quieren ser sus discípulos. Allí se contrapone la
doctrina de Jesús a la de los “escribas y fariseos”, para, como dice Jesús,
poder conseguir el Reino de los cielos. Los escribas eran los entendidos en
Comienza hoy con el: “No
matarás”. Con este mandamiento se prohibía el asesinato deliberado, el
derramamiento de sangre, como pasó con Caín y Abel. Pero Jesús nos dice que hay
muchos homicidas que matan sin derramamiento de sangre, porque lo hacen con
palabras, gestos o pensamientos, llevados por el odio y la venganza.
Desgraciadamente muchas de las relaciones entre personas, comunidades o
internacionales (y quizá aquí más) están llenas de soberbia y de venganza. Lo
que corrompe el interior del corazón no es el gesto de matar, que puede hacerse
sin querer, sino el odio que hay en el corazón, aunque no se mate externamente.
Y lo peor es que también muchos actos de culto, que decimos hacerse en honor a
Dios, nuestro Padre bueno, están hechos con soberbia y en medio de venganzas y
resentimientos.
Por eso, para que ese acto
de culto sea agradable a Dios, primero debe haber un acto de perdón. En
Jesús no estaba en contra
de las ofrendas que se hacían en el templo, aunque un día
los cristianos verían la inutilidad de esas ofrendas, al disponer continuamente
de la ofrenda de Jesucristo en
En realidad lo que Jesús
hace con los mandamientos es volverlos, de negativos a positivos. Jesús ya no
insistirá en: “no matarás”, sino que dirá: “Amarás a Dios con todo el
corazón y a tu prójimo”. Esto ya se había dicho en el Antiguo Testamento. La
novedad de Jesús es la intensidad: “Como yo os he amado”. Y Jesús nos ha amado
hasta dar su vida para salvarnos. Y nos ha dado ejemplo sublime de perdón.
Hay algunos que dicen: “te
perdono, pero no quiero verte ni en pintura”. Eso no es perdón. El verdadero
perdón es de corazón, de modo que no quede nada de rencor ni resentimiento.
Algunos parece que tienen apuntadas las ofensas recibidas. Hay que quemar esos
papeles. Los fariseos, cuando hablaban de perdón, que también de ello hablaba
el Antiguo Testamento, ponían medidas y hacían distinciones, si eran de la
raza, si eran enemigos. Jesús nos enseña amar a todos. Por eso