COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran
Buenos Aires)
Undécimo durante el año, Ciclo B
Evangelio según San Marcos 4,26-34
(ciclo B)
Jesús decía a sus discípulos: "El
Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que
duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin
que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una
espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él
aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué
parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza.
Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra,
pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las
hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a
su sombra". Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en
la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas,
pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.
CUIDEMOS LA
SEMILLA
Queridos
hermanos, Jesús nos habla de la semilla que crece, con todo el significado de
su tratamiento -uso de la tierra, el saber esperar, tener paciencia para que
crezca- y que todo eso sigue siendo realidad al día de hoy. Luego, obviamente, la tecnología, las nuevas
técnicas de tratamiento que siempre vienen bien, ayudan y una cosa no compite
con la otra. Siempre, en la obra de Dios, en la creación, en la naturaleza, hay
una conexión, un cuidado y una relación muy
importante; también hay una desproporción: Dios es Dios y el hombre es
el hombre.
El hombre
puede descubrir muchísimas cosas y debe hacerlo, pero siempre ante Dios tiene
que haber el reconocimiento, el respeto, la aceptación. Pensemos en el campo de
la medicina, de la ciencia, de la tecnología. Dios no compite con nadie, no
rivaliza; somos nosotros los que pretendemos endiosar lo que uno produce o
apropiarnos de lo que hemos recibido. Debe haber una relación, pero también una
integración y una sana subordinación.
Pidamos a
Dios que nos enseñe a tener paciencia. Paciencia con nosotros mismos para que
la semilla siga creciendo. Paciencia con los demás, paciencia en la sociedad,
paciencia con cosas de la Iglesia. Tenemos que tener una paciencia que no es
cruzarnos de brazos, sino que es una paciencia que está sostenida por la
confianza; confianza que es importante tenerla y alimentarla; creer en la
Palabra de Dios, en los sacramentos, creer en Cristo presente en la Eucaristía.
¡Fructificar! Dar frutos y no apagar el espíritu jamás. Cultivar la fe, hacer
cultura de la fe.
¿Qué
significa hacer cultura de la fe? Incorporar los valores cristianos en nuestra
vida cotidiana: el perdón, el respeto, la dedicación, el servicio, el
sacrificio, porque de alguna manera son hábitos que tienen que estar presentes
para que corroboren lo que creemos y corroboremos que Dios está presente en
nuestra vida.
La semilla
está y el crecimiento también, pero hay que cuidarlos, darles desarrollo y
acompañamiento en la responsabilidad. No olvidemos aquello que “si sembramos
vientos, cosecharemos tempestades”; si no educamos a los hijos, si no valoramos
las cosas en nuestra familia, si no transmitimos estas cosas importantes
cotidianamente, ¡van a estar ausentes!, ¡van a ser carentes de ello! Les va a
faltar aquello que teníamos que haberles dado y transmitido y no lo hemos hecho
por pereza, por omisión o mala voluntad. Cuidemos la semilla, el don que Dios
nos regala.
Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén