Tener tiempo
En conversación de comadres aparece la comilona repetida de ‘nuestros
tiempos’, aquellos tiempos pasados que, supuestamente, fueron mejores pero con
el agravante de que ya no existen. En esos tiempos las horas eran más largas,
pues no había ni siquiera reloj y era el sol quien iba marcando los espacios y
los rituales. Todo era apacible, conversable, sin prisa, acogedor. Se daban
tiempo y el tiempo era sagrado como presencia de Dios que todo lo inunda y lo
deja transcurrir lentamente.
La tecnología nos ha quitado la libertad del tiempo. Ya no es nuestro.
Somos robots manejados por tecnologías a distancia donde perdimos el contacto,
el encuentro, el rostro del hermano. Todo es anónimo, todo es manipulable. Los
hilos de la comunicación quedan supeditados a otras dimensiones, generalmente
oscuras o de oscuros intereses. Ya no tenemos tiempo. Es la gran queja
universal. Aun a los niños les quitamos el tiempo y los hemos matriculado en
mil usanzas atropelladoras de su libertad, de su instinto creador.
“tener tiempo es asunto de preferencias”. Los compromisos, los roles, las
citas, las distancias, todo esto y mil quejumbres de nuestro tiempo, nos han
arrebatado nuestras preferencias, privado de nuestros gustos, arrinconado en el
vagón de la velocidad. Los padres no tienen tiempo para sus hijos; los hijos no
tienen tiempo para sus hobbies; las empresas no tienen tiempo para sus
empleados; las iglesias no tienen tiempo para sus fieles. El síndrome del No
tiempo nos destruye toda posibilidad de comunicación, de gozo, de realización.
Jesús no invita al descanso, al sosiego, a la paz interior, a la comunión
de afectos y sentimientos. Es el Jesús humano, la humanidad de Dios que susurra
un S.O.S. en nuestra sociedad hoy, para que volvamos al tiempo y con el tiempo
a las personas. Sería reivindicar lo esencial en nuestras vidas y en las vidas
de los demás. Volver a centrarnos en las personas y asumir sin escrúpulos aquello
de saber “perder el tiempo” con los demás en las cosas que son nuestras y que
dan sentido a la vida.
Cochabamba 22.07.18
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com