15ª semana del tiempo
ordinario. Domingo B: Mc 6, 7-13
Hoy se nos habla en las
diferentes lecturas de la llamada de Dios para predicar su palabra. En la 1ª
lectura Dios llama al profeta Amós, en la 2ª san Pablo nos habla de llamada
general, y en el evangelio Jesús envía a predicar a sus apóstoles. A veces
creemos que Dios llama a misionar o evangelizar a unas personas especiales,
como pueden ser obispos y sacerdotes. Estos tienen el ministerio podemos decir
de forma profesional; pero todos por el hecho de ser cristianos estamos
llamados por Dios. ¿Quién puede decir que no ha sido llamado por Dios para ser
testigo de su amor?
Llamó al profeta Amós; pero
resulta que Amós no era profeta ni “hijo de profeta”, como dirá él. Era un
sencillo pastor y campesino que sintió que Dios le llamaba para defender los
derechos de Dios. Y lo hace a pesar de los impedimentos por parte de los que
gobernaban y oprimían al pueblo. Los apóstoles tampoco eran sacerdotes. No
había instituido aún Jesús
Y les da unos consejos o
advertencias, que nos valen para todos nosotros. Les dice que vayan de dos en
dos. Esto es un signo de la armonía y ayuda que desde el principio de
“Les da poder sobre los
espíritus impuros” o demonios. Esto no quiere decir que tuvieran una especie de
poderes mágicos, con ritos y fórmulas secretas, para brillar o impresionar.
Jesús nunca usó la fuerza para que alguien se convirtiera. Dios siempre es
respetuoso con la libertad del ser humano. De modo que, como veíamos el domingo
anterior, Jesús en Nazaret, al ver que faltaba la fe,
“no pudo hacer milagros”. El poder y el milagro de nuestra parte están en el
vivir al estilo de Jesús. De hecho no podremos echar demonios, si nosotros
estamos poseídos de varios demonios, como son el egoísmo, la injusticia y
tantos pecados. Esos son los demonios peores que podemos expulsar si vivimos en
el amor a Dios y en una verdadera fraternidad.
Uno de los consejos
principales es la pobreza. Les dice que lleven bastón, para poder mantener la
marcha, pero no para dominar y someter por la fuerza. En realidad es difícil
determinar la pobreza o falta de recursos humanos, según cada época y cada
circunstancia. Lo cierto es que tiene que haber una tendencia hacia ella. No se
recibe la llamada a evangelizar para sacar provecho material, sino para enseñar
la buena nueva del amor de Dios y nuestra fraternidad. Para ello la
imprescindible mochila es la del amor. A veces se confía demasiado en medios
humanos, como la capacidad de palabra o dinero u organización, queriendo casi
sustituir a los medios divinos. Los medios materiales pueden ayudar, pero no
son lo fundamental. Y muchas veces sucede que el demasiado “boato” externo y la
demasiada alianza con potencias políticas y económicas dan una imagen negativa
de
Esto no quiere decir que