. 17ª semana del tiempo
ordinario. Sábado: Mt 14, 1-12
Hoy el evangelista san
Mateo nos narra la muerte de san Juan Bautista. La ocasión fue que al predicar
Jesús por diferentes lugares de Galilea, le llega la noticia sobre Jesús al
tetrarca Herodes. Y la noticia le llega como que Jesús era algo especial y algo
mágico. Esto era porque le dijeron sus servidores que Jesús, al mismo tiempo
que predicaba, realizaba acciones con poderes milagrosos.
A Herodes le vino enseguida
el recuerdo de Juan Bautista porque asimiló la presencia de Jesús con quien
fustigaba sus maldades. Por eso se echó a temblar, pues en su conciencia le
remordía a Herodes lo que había hecho con Juan el Bautista. Y les dijo a sus
servidores que Jesús debía ser Juan que había resucitado de entre los muertos.
Es la ocasión para que el evangelista narre qué es lo que había hecho Herodes
con Juan Bautista.
Las palabras de Herodes, de
comparar a Jesús con Juan, debía ser una opinión entre muchos. En verdad que
Juan Bautista había hecho un impacto muy grande en el ambiente judío, entre los
que esperaban la llegada de un Mesías, aunque considerasen al Mesías como un
libertador en el sentido material.
Herodes era un vicioso y un
débil. Y tenía bastante de supersticioso. Por eso no le gustaba que Juan le
inculpara su pecado de vivir con la mujer de su hermano, pero le gustaba oírle.
Le quería matar, pero temía a la muchedumbre que le tenía por profeta. Se
entristeció cuando la bailarina, por inducción de su madre, pidió la cabeza de
Juan Bautista; pero Herodes, que era débil, temió defraudar a los comensales y
aceptó que se llevase a cabo el horrendo crimen de cortar la cabeza al
Bautista.
En esta vida vemos a veces
que triunfan los impíos y se ríen del bien. Pero el triunfo o el fracaso no se
pueden medir por el éxito o no de la parte material. Un día Dios nos hará ver
cuál es el verdadero triunfo. Pero en realidad no tenemos que esperar al final
de los tiempos. Vemos hoy cómo a san Juan Bautista se le venera, se construyen
templos en su honor, se proclama ampliamente su valor total, mientras que
Herodes es execrado y tenido por vil, cobarde y cruel.
Es el misterio de la cruz
que encontramos en la muerte de Jesús. Su muerte parece un fracaso; pero por
ese sufrimiento Dios nos demostró todo su amor, nos redimió y al final terminó
en la resurrección. Es el misterio también de tantos discípulos de Jesús, que
han sido cruelmente masacrados; pero su martirio es el comienzo de la mayor
gloria para un ser humano.
La muerte de san Juan
Bautista fue como precursora de la muerte de Jesús. También es precursora de
tantos mártires inocentes. Y una vez más nos preguntamos: ¿Qué hicieron de malo
Juan Bautista, el mismo Jesús y tantos mártires, personas buenas que sólo se
preocupaban de hacer el bien? Es que vemos cómo el bien molesta a los malos,
que por ser violentos quieren exterminar el bien de la tierra. Un día veremos
el triunfo definitivo del bien, como vemos el de Juan el Bautista.
Termina la narración con
una acción caritativa por medio de los discípulos de Juan Bautista. Sepultar a
los muertos dignamente es una obra de misericordia, que se exalta bastante ya
en el Antiguo Testamento. Es también una obra de cariño o de amor hacia la
persona del difunto.
Los discípulos de Juan no
sólo cumplieron con el deber de dar sepultura al cuerpo de su maestro Juan,
sino que, conociendo cuánto se estimaban Juan y Jesús, fueron y se lo
comunicaron. Podíamos hacer la última reflexión sobre qué bueno es que nos
acostumbremos a contarle a Jesús nuestras alegrías y nuestros pesares. Ya
sabemos que Él lo sabe todo, pero diciéndoselo, nuestra alma recibirá una
gracia especial.
Puede ser directamente
cuando vamos al templo, donde sabemos que Jesús está en el sagrario o
simplemente mirando al corazón donde habita con amor.