AMAR APASIONADAMENTE
Padre Pedrojosé
Ynaraja
1.- Me
apasiona el profeta Jeremías por la pasión que pone tanto cuando habla de sí
mismo, como cuando se dirige a los demás. Algo semejante se puede decir del
Maestro. Si machaconamente he repetido lo de pasión, mis queridos jóvenes
lectores, es porque me irrita soberanamente, la pasión que muchos de nuestros
contemporáneos ponen militando en política con fervor religioso y,
evidentemente, olvidándose de su dimensión sobrenatural que es lo más sublime
que puede envolver a la personalidad humana, acudiendo a competiciones
deportistas con entusiasmos asombrosos o acompañándose apasionadamente de
animales, a los que no les falta ninguna muestra de cariño. Y dale con la
pasión, diréis, pues no me arrepiento de la redundancia.
2.- El pueblo
hebreo es desde sus orígenes gente beduina, pastoril, ganadera, como queráis
llamar a su situación que, en aquel tiempo era muy diferente a la que podáis
vivir vosotros ahora. Recibe un injerto de agricultor que marca su vida
estática, cuando residiendo en la tierra prometida, siembra y cultiva sus
campos. Tampoco esta labor la ejercía por aquel entonces con la maquinaria que
hoy utilizan nuestros labradores. Debéis tenerlo en cuenta y tratar de hacer
una transposición de los discursos al leguaje de los tiempos que os toca vivir,
que tampoco son idénticos a los que viví yo.
3.- Además
del lenguaje, hay que tener en cuenta las características de estas labores. El
domingo pasado escuchábamos al profeta Amós que decía que era pastor y
recolector y manipulador de fruta seca, sin sentirse por ello enormemente
fatigado. En el evangelio del presente domingo observamos que las gentes se
mueven, se desplazan y escuchan sin impedimentos, horas y horas. El trabajo del
labriego, evidentemente, no tiene horarios fijos. Es intenso cuando siembra,
casi nulo durante el invierno, expectante en primavera y agotador durante la
recolección de la mies. El agricultor no está obligado a fichar cuando inicia
su faena, nadie controla ninguna otra cosa que no sean los resultados de la
cosecha.
4.- Antes de
pasar a comentaros el texto evangélico, permitidme que os explique un detalle
de la carta de Pablo a los efesios. Dice que Jesús ha derribado el muro que
separaba a judíos de gentiles. Los primeros lectores sabían muy bien que, en el
templo edificado por Herodes, a diferencia del de Salomón, que era exclusivamente
santuario del Dios de Israel, estaba rodeado por un gran espacio, grande como
unos cuantos campos de futbol, llamado atrio de los gentiles. Estos, es decir
los que no eran judíos, cualquier hijo de vecino, en una palabra, sin contar su
origen o adhesión personal, se movían libremente por todo este terreno. Ahora
bien, circundando el santuario, con sus plazas, depósitos y oficinas, en su
interior, muy próximos al lugar sagrado llamado Devir
o Santo de los Santos, había una balaustrada que nadie que no fuera del pueblo
escogido, podía franquear. Lo advertían unas lápidas que decían que quien se
atreviera a cruzarla podía sufrir pena de muerte. Se conserva por lo menos una
de estas inscripciones. En el territorio jerosolimitano, la cultura pagana o
gentil, con sus creencias y costumbres, estaba separada de la cultura hebrea,
con su Fe en el Dios único Yahvé. Una invisible membrana legal los distanciaba.
5.-
Cristo-Jesús derribo tal muro, advierte Pablo. Ni continentes, ni color de la
piel, ni pertenencia a un grupo o grupito, nos debe alejar de los demás. Cuando
me hablan de alguna congregación, movimiento o comunidad que no conozco y
quiero formarme una opinión, pregunto siempre ¿celebráis la misa vosotros
solos? ¿están cerradas las puertas del recinto?
Recordad que también el Señor advirtió: lo que se dijo a oscuras proclamadlo
desde los tejados. (Mt 10 27).
6.- Las masas
seguían a Jesús. El Maestro decidió un día que sus apóstoles le precedieran
anunciando su llegada y explicando inicialmente su doctrina. Vuelven ellos
rebosando felicidad, quiere Él comentarlo confidencialmente, apartándose de las
turbas. Compartir, con ellos sus éxitos, de los que se sienten tan satisfechos.
Pero la gente los descubre. Os advierto que aun hoy en día, por aquellos
contornos, cualquier conjunto humano que se agrupe, es divisado desde lejos.
Quería el Señor compartir con los que eran más suyos, pero al ver a los que se
le acercan son gente desganada, desorientada, desconcertada, deja a los suyos y
se entrega a la misión que le había encomendado su Padre.
7.- Que la
cultura occidental, cultural, espiritual y religiosamente se ha vuelto
civilización decadente, nadie lo duda. Muchos se atreven a llamarla
post-cristiana. Algunos creen que se ha diluido y desaparecido, desteñida por
una invasión donde priva la técnica o el jolgorio, llámese materialismo o
frivolidad. Dígase que esta falta de valores o que el hedonismo es lo que
cuenta. No es hora de calificar a nuestra sociedad. Lo que sin duda no debe
ignorarse es que silenciosamente, viviendo discretamente, tantos y tantos
monasterios de vida contemplativa, atraen la salvación al mundo. Merton diría que son pararrayos de espirituales.
Vosotros,
pues, mis queridos jóvenes lectores, aprended la lección y con calma y compostura
no os olvidéis nunca de ser misioneros, como aprendieron y pusieron en práctica
los Apóstoles, que de ellos sois descendientes.