DOMINGO XIX  TIEMPO ORDINARIO  (B)   (San Juan 6, 41-51)

 

-  La institución de la Eucaristía, (que suponía la real presencia de Cristo en las especies de pan y de vino) iba a suponer, uno de los Misterios de Fe más insospechado que Cristo nos iba a revelar.                                

- ¿Cómo desvelar a los hombres y hacer creíble un Misterio tan inefable? La magnitud del Misterio requería que Cristo, antes de que llegara el momento de la institución de este Sacramento en la Última Cena, hubiera preparado los ánimos de sus seguidores. Y, esta intención es la que tenía su famoso discurso del “Pan de vida” pronunciado en Cafarnaúm que, por lo que nos dice el Evangelio, no tuvo la deseada acogida entre sus paisanos.

 

“Los judíos, - nos dice el Evangelio - criticaban a Jesús porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo” Y decían: “¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del Cielo?

 

- Y es que, a Jesús no se le puede escuchar, ni juzgar, desde meras categorías humanas, y sus paisanos, (a los que les faltaba Fe en la dimensión divina de Jesús), lo miraban sólo como “el carpintero, el hijo de José y María” pero, ¡no como al Hijo de Dios! Y eso les impedía comprender que Cristo, por su sabiduría y poder infinitos, es capaz de llevar a cabo aquello que dice, aunque esto se escape a la lógica y las posibilidades humanas.

 

- Sin las luces de la Fe, en ese Pan y ese Vino consagrados, sólo apreciaríamos eso: pan y vino. Sin embargo, con los ojos de la Fe, sabremos reconocer en la Eucaristía, agradecidos y anonadados, su real presencia, para ser nuestro confidente y nuestro alimento. Así lo reconocía Santo Tomás de Aquino en su famoso himno a la Eucaristía el: “Adorote devote”:

 

 “En Ti, Señor, se equivocan la vista, el tacto y el gusto, pero me basta el oído para creer con firmeza”Nada es más verdadero que Tu palabra de verdad”!

 

-  Ayer y hoy, la Fe en Cristo nos es necesaria, imprescindible por eso El, nos facilitó el camino dándonos esos “signos de credibilidad” que son sus milagros::

 

 

“Si no me creéis a Mi, creed al menos por mis obras. Mis obras dan testimonio de Mi”.

 

-  Esa Fe en Cristo y en su Palabra, nos resulta especialmente necesaria para creer y aceptar el gran Misterio de la Eucaristía del que hoy nos habla el Señor: “Yo soy el Pan de Vida”

 

“Yo soy el pan vivo bajado del Cielo: el que come de este Pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo”.

 

-  ¡Que decidido estaba Jesús a instituir este Sacramento de su Amor que no le importó aquel día quedarse sólo!:   

 

    “Muchos se marchaban diciendo: ¡Duras son estas palabras para escucharlas! ¿Quién puede oírlas”?

 

- Y, por si sus discípulos se quedaban por compromiso, los retó diciendo:

 

 ¿Queréis iros también vosotros?” Y menos mal que Pedro, aunque le resultarían también incomprensibles y duras las palabras de su Maestro, decidió fiarse más de lo que decía Jesús que de sus propios razonamientos:

 

      ¿A dónde iremos, Señor?, ¡Tu tienes Palabras de vida eterna!

 

-  Quedémonos con esta lección de Pedro de, fiarnos más de Dios que de nosotros mismos y estaremos practicando la “regla de oro” para no errar en el camino.                                                                                  Guillermo Soto