«TRABAJO DIGNO Y PAN»

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,

para el 19° domingo durante el año

[12 de agosto de 2018]

 

El Evangelio de este domingo (Jn 6, 41-51), nos sigue relatando la multiplicación de los panes. Por un lado la preocupación del Señor «por el gentío que acudía a él» porque no tenían para comer. Pero también este relato tiene una referencia directa al tema eucarístico y es en este texto de San Juan que el Señor nos dice: «Yo Soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo les voy a dar, es mi carne para la vida del mundo». En la raíz del relato está la mirada compasiva del Señor a la multitud porque estaban como ovejas sin Pastor. Es una mirada que parte del Amor. La Eucaristía y toda la realidad que implica el pan compartido y la solidaridad social necesitan fundamentarse en una comprensión correcta del amor.

El amor, la Eucaristía, el pan compartido, nos exige a los cristianos buscar caminos comprometidos con las tantas formas de pobrezas con las que convivimos en nuestro tiempo. Aparecida nos dice: «Si esta opción está implícita en la fe cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40)… El servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral»

El pasado 7 de agosto hemos celebrado a San Cayetano. Fiesta tan querida por nuestro pueblo y que expresa la valoración del trabajo que tiene nuestra gente, porque desde un trabajo digno se puede ganar el pan de cada día, y esto ayuda a tener paz en las familias y en la sociedad. Ante esto no es extraño que la doctrina social de la Iglesia acentúe y priorice el trabajo como clave de la problemática económica y genuino generador del capital. Así como la preocupación en la expresión de la Iglesia, cuando señala el flagelo de la pobreza especialmente causada por la desocupación o bien, la precariedad laboral, donde tantos viven con changas pasajeras y sin cobertura social alguna.

El documento de Aparecida señala también algunas de las causas que generaron la actual crisis en la que aún estamos sumergidos y nos señala también la responsabilidad de la empresa en una sociedad que busque madurar la responsabilidad social: «La actual concentración de rentas y riquezas se da principalmente por los mecanismos de sistemas financieros. La libertad concedida a las inversiones financieras favorece al capital especulativo, que no tiene incentivos para inversiones productivas de largo plazo, sino que busca el lucro inmediato en los negocios con títulos públicos, monedas y derivados. Sin embargo, según la Doctrina Social de Iglesia, “el objeto de la economía es la formación de la riqueza y su incremento progresivo, en términos no solo cuantitativos, sino cualitativos: todo lo cual es moralmente correcto si está orientado al desarrollo global y solidario del hombre y de la sociedad en la que vive y trabaja. El desarrollo, en efecto, no puede reducirse a un mero proceso de acumulación de bienes y servicios. Al contrario, la pura acumulación, aun cuando fuese en pro del bien común, no es una condición suficiente para la realización de una auténtica felicidad humana”. La empresa está llamada a prestar una contribución mayor en la sociedad, asumiendo la llamada responsabilidad social-empresarial desde esa perspectiva» (DA69).

En este domingo que hace referencia al texto bíblico de la multiplicación de los panes, nos permite recordar el consejo de la encíclica «Sacramentum Caritatis»: «Nuestras comunidades cuando celebran la Eucaristía han de ser cada vez más conscientes de que el Sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse “pan partido” para los demás, y por tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno… En verdad la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo» (SCa88).

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas