«MILES DE CATEQUISTAS EN SERVICIO»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el 21° domingo durante el año
[26 de agosto de 2018]
En
la parroquia Inmaculada Concepción de Posadas, este domingo se está realizando
el encuentro Diocesano de catequistas. Desde hace algún tiempo en consonancia
con el Documento de Aparecida y las «Orientaciones
Pastorales» de nuestro 1º Sínodo
Diocesano en el 2007, estaremos revisando y buscando caminos de evangelización
adecuados a nuestra época. La dimensión misionera, nuestras comunidades y
pueblos, nuestros jóvenes, sobre todo los más necesitados y víctimas de la pobreza
y las adicciones son aquellos a quienes queremos considerar en nuestro corazón
pastoral. En la catequesis continuamos nuestro camino de revisión para la
iniciación de la vida cristiana, los contenidos y métodos de la transmisión de
la fe en nuestra diócesis.
Como
observación necesaria tenemos que afirmar que nuestro pueblo realmente tiene
una gran religiosidad, pero esta no siempre es suficientemente cristiana, y por
lo tanto debemos buscar caminos para evangelizarla. En el documento de la
Conferencia Episcopal Argentina, «Navega
mar adentro» se señala la
necesidad de evangelizar «la
búsqueda de Dios». Si
bien «el secularismo actual
concibe la vida humana, personal y social, al margen de Dios y se constata
incluso una creciente indiferencia religiosa. No obstante, se percibe una
difusa exigencia de espiritualidad que requiere canales adecuados para promover
el auténtico encuentro con Dios»
(Cfr. NMA 29)
El
texto del Evangelio de este domingo (Jn 6,60-69),
puede ayudarnos a entender que no todos los caminos promueven un auténtico
encuentro con Dios. Es más, a muchos les cuesta comprender la fe que Jesucristo
nos enseña. El texto de San Juan, capítulo 6, se sitúa al final de una larga
enseñanza del Señor sobre el pan de vida: «Yo
Soy el pan de vida bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para
siempre. Y el pan, que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo».
Esto escandalizó a muchos de sus discípulos que lo abandonaron porque decían «esta
doctrina es inadmisible».
Jesús les preguntó a los Doce: ¿ustedes también me van a abandonar?, y Pedro
tomando la iniciativa, le dijo a Jesús: «Señor
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna».
Todos
debemos sentir la necesidad de asumir este camino de discipulado o de formación
permanente. Debemos agradecer que nuestra gente tenga una fuerte religiosidad y
deseos de búsqueda de Dios. Pero es cierto que la religiosidad si no asume un
camino de maduración en la fe puede quedar anclada en meras devociones,
promesas de un mundo feliz, «ligth»,
que solo son burbujas engañosas, o bien rituales vaciados de compromisos con la
vida y con el riesgo de generar desequilibrios afectivos y psicológicos. La fe
que nos enseña Cristo, como nos lo dice el texto bíblico de este domingo es una
enseñanza y un camino exigente. La fe para los cristianos está ligada al
misterio de la Encarnación y de la Pascua. Entre las tantas propuestas
religiosas podemos percibir que no son un camino adecuado para un auténtico
encuentro con Dios, aquello que nos señala el documento Navega mar adentro: «Además,
existen grupos pseudorreligiosos y programas televisivos que proponen una
religión diluida, sin trascendencia, hecha a la medida de cada uno, fuertemente
orientada a la búsqueda de bienestar y sin experiencia de que significa adorar
a Dios. Ocurre, por lo general, que, sorprendidos en su buena fe, y poco
formados por la Iglesia, algunos cristianos entran en círculos difíciles de
abandonar cuando la desilusión o la mentira quedan en evidencia»
(NMA 31). Lamentablemente no temen manipular la religiosidad genuina utilizando
para su promoción, o venta del producto, a personas ejemplares como la Madre
Teresa de Calcuta o el Papa san Juan Pablo II, de quienes no dicen que ellos
estaban convencidos y amaban a Jesucristo y a su Iglesia, y que se oponían a
posturas donde todo se mezcla, «la
biblia y el calefón», «la
encarnación y la reencarnación».
La
maduración en la fe nos enseña a actuar con responsabilidad con ese don de Dios
y buscar caminos para formarnos, a orar, a asumir valores como la justicia, la
libertad, la paz, la solidaridad. Sobre todo,
a vivir el misterio Pascual y la fe eclesial, de tal manera que tengamos una
espiritualidad que nos permita ser cristianos en la vida cotidiana. Es
importante recordar que la fe que no se encarna en la vida, termina siendo una
religiosidad vacía y superficial. Lamentablemente estas formas de religiosidad
terminan siendo la antesala del secularismo, o provocando la indiferencia de la
fe.
¡Un
saludo cercano y hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez,
obispo de Posadas