COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aire)
vigésimo primero durante el año,
Ciclo B
Evangelio
según San Juan 6,60-69 (ciclo B)
Después
de escuchar las enseñanzas de Jesús, muchos de sus discípulos decían: "¡Es
duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?". Jesús, sabiendo lo que sus
discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará,
entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu
es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son
Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto,
Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era
el que lo iba a entregar. Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede
venir a mí, si el Padre no se lo concede". Desde ese momento, muchos de
sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo. Jesús preguntó
entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?". Simón Pedro le
respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".
TENER
CRITERIO DEL EVANGELIO
El tema central es la pregunta que uno
tiene que hacerse: ¿creo o no creo?, ¿creo realmente en Dios?, ¿creo que me
creó, que me redimió y que me santificó? Crear es propiamente del Padre;
Redimir es propiamente del Hijo y Santificarnos es propiamente del Espíritu
Santo; ¿creo o no creo?
Uno no puede vivir de un modo
desconocido, vivir una vida distraída totalmente por siempre; hay que hacerse
estos planteos. El hombre que piensa, tiene que tomar decisiones, tiene que
discernir en su vida, no puede vivir mirando para otro lado.
Cuando uno cree, provoca una
definición y si provoca una definición también provoca una ruptura. Una
definición que se aferra, se afirma convencidamente,
a las cosas principales y una ruptura de dejar aquello que es superficial, que
vale poco o que nos quiere entretener, distraer; la mentira, los placeres, las
corrupciones, las injusticias, las falsedades, todas esas cosas que, en lugar
de presentarnos como tenemos que vivir y ser, afean nuestro rostro y oscurecen
nuestra alma. Creer o no creer; un SÍ o un NO.
Lo que dijo Pedro “¿a dónde vamos a
ir, si tú tienes palabras de vida eterna?” Lo mismo nosotros, los católicos,
los cristianos, yo no es que crea en una persona, en un cura, en este obispo,
en este Papa, en esto o en lo otro ¡no! Yo creo en Jesucristo, creo en la
Iglesia en la que Él está presente. Y a los demás, que somos sus seguidores,
sus mediadores, sus representantes, porque lo creo respeto sus mediaciones,
pero fundamentalmente yo creo en Jesucristo, el Hijo de Dios y de María Virgen.
Y creo en la Iglesia, que está sostenida y habitada por el Espíritu Santo. Es
este Espíritu que nos dice “yo estaré con ustedes hasta el final de los
tiempos”. No es una concepción material ¡es el Espíritu que Dios nos da!
Hay que educarse al pensamiento de
Cristo, hay que ver como ve Él, hay que tener
criterio del Evangelio, hay que amar como ama Él y hay que vivir en comunión
con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y esa comunión tiene que ser
expresada y concretada hacia nuestros hermanos, hacia nuestros deberes de
Estado -que significa tener compromisos sociales-; si soy hijo, si soy padre,
si soy madre, si soy profesor, si soy técnico, si soy docente, si soy ama de
casa, cada uno tiene un estado de vida y tengo que hacerlo bien, no mal; tengo
que relacionarme bien con todas estas cosas. Por eso hay que tener criterio del
Evangelio.
Queridos hermanos, creyendo definamos
nuestra vida, vivamos de convicciones y no simplemente de emociones.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén