DOMINGO XXII (B) (Marcos 7, 1-23)
¡Señor que, con tu Gracia, sean siempre coherentes mi vida y mi Fe! |
- Si somos humildes y sinceros, estas recriminaciones que Jesús hace a los escribas y fariseos, (por honrar a Dios con los labios…, no con el corazón), no deberíamos considerarlas lejanas, o totalmente ajenas a nosotros.
- Los escribas
y fariseos eran, en su tiempo, la representación oficial de la religiosidad del
pueblo Judío. Pero, aquella religiosidad, ¡“hacía
aguas”!. Dejaba mucho que desear por su falta de autenticidad. Se aferraban
a meros preceptos y tradiciones humanas y olvidaban el cumplimiento de los más
importantes Preceptos de
- Si actualizamos
- Sería muy conveniente que cada uno de nosotros, a propósito de estas advertencias del Señor a los fariseos, examinásemos también la autenticidad de nuestra religiosidad para comprobar:
- Si procuramos que nuestra Fe vaya siempre acompañada de obras.
- Si nuestras prácticas de piedad responden a la coherencia de vida.
- Y si la autenticidad de nuestro amor a Dios, se manifiesta en un efectivo amor a nuestros semejantes.
- Y, a propósito del amor a Dios, recordemos aquella queja suya en el Libro del Apocalipsis, dirijida a los cristianos de Éfeso: (Apocalipsis. II, 2-4)
“Conozco tus obras…, y que no puedes soportar a los malos…, pero tengo contra ti que has perdido la fuerza del primer amor”
- Reaccionemos
ante esa posible rutina de nuestra religiosidad, que lleva a la tibieza y
avivemos constantemente en nosotros la “fuerza
del primer amor”.
Guillermo Soto