TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXIII B
(9-septiembre-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
¿Cómo
asumir nuestras limitaciones?
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 35, 4-7
o Carta
del apóstol Santiago 2, 1-5
o Marcos
7, 31-37
ü Los
seres humanos somos limitados y nuestras limitaciones son de muy diversa
naturaleza: físicas, intelectuales, afectivas, educativas, económicas… La lista
sería interminable. En la vida diaria tropezamos con ellas y nos recuerdan que
no podemos hacer todo lo que quisiéramos.
ü Estas
limitaciones hacen parte de nuestra condición humana. Lo más importante es
preguntarnos cómo las afrontamos y cómo convivimos con ellas:
o Hay
personas que son absolutamente pasivas ante sus limitaciones y las viven como
algo que les fue asignado por la ruleta caprichosa del destino. Con frecuencia,
encontramos esta mentalidad en las familias campesinas que viven su pobreza con
una resignación mal entendida. Están postradas en su pobreza y no actúan para
salir de ella.
o Hay
otras personas que niegan sus limitaciones y emprenden proyectos que están por
encima de sus capacidades. Al no ser conscientes de los propios límites, construyen
ilusiones que tienen la fragilidad de una pompa de jabón.
o Hay
quienes, conscientes de sus límites, continuamente afirman “pobrecito yo que
tengo que padecer esta calamidad”, y cultivan resentimientos que les amargan la
vida a ellos y a su entorno familiar.
o Finalmente,
están aquellas personas que son conscientes de sus limitaciones y también de sus
cualidades. Frente a las limitaciones, superan las que son superables; y aceptan
con paz aquellas condiciones que no se pueden modificar; frente a las cualidades,
las potencian para así compensar y realizarse en otras áreas. Esta manera de construir
el proyecto de vida, mirando la realidad, se llama madurez. Todos conocemos inspiradores ejemplos de personas que no
se han dejado vencer por sus discapacidades y han logrado realizarse a pesar de
mil obstáculos. Actualmente, se usa la palabra resiliencia para describir esta capacidad de superación.
ü En
las lecturas de hoy se nos describe cómo interviene Dios, de diversas maneras,
para que los seres humanos podamos superar nuestras limitaciones. Literalmente,
estos textos se refieren a limitaciones físicas. El Señor cura a los ciegos,
sordos y mudos. Pero una interpretación más amplia de estos pasajes bíblicos
nos permite ir más allá de estas realidades físicas.
ü En
el texto del profeta Isaías, encontramos una exhortación a no dejarnos agobiar
por las limitaciones que nos impiden avanzar en la vida: “Digan a los de
corazón apocado: ¡Ánimo! No teman. He aquí que su Dios viene ya a salvarlos”.
Es un llamado a la resiliencia. No estamos solos. El Señor camina a nuestro
lado.
ü Para
poder afrontar con madurez humana y cristiana nuestras limitaciones y convertirlas
en oportunidades de crecimiento y realización, es necesario superar la mentalidad
materialista que solamente reconoce y valora lo que produce dinero. Esto es un
error. Pensemos, por ejemplo, en el inmenso aporte de los abuelos; aunque ya no
son proveedores de bienes materiales, aportan amor, valores, seguridad, identidad.
Muchos de ellos, aunque limitados por los achaques de la vejez, son faros de luz
en medio de la oscuridad de una sociedad excluyente.
ü El
evangelio de Marcos nos presenta una escena en la que Jesús se encuentra con un
sordo que tenía grandes limitaciones para comunicarse. El evangelista registra
minuciosamente los gestos y las palabras de Jesús que permitieron que sus oídos
se abrieran y pudiera hablar sin dificultad.
ü Más
allá de la acción curativa, hay un potente mensaje de Jesús como liberador de
todo aquello que nos limita e impide avanzar por el camino del Señor. Al explicar
estos textos, los predicadores y catequistas han profundizado en el simbolismo
de estas imágenes: ¿Qué significa, en términos espirituales, ser ciego, sordo y
mudo?
ü ¡Hay
tantas cosas que nos bloquean para interpretar con objetividad lo que sucede a nuestro
alrededor! Y estos bloqueos afectan nuestras relaciones interpersonales y la
experiencia religiosa:
o Los
prejuicios nos impiden ver, juzgar y actuar correctamente. Las redes sociales son
un lamentable vehículo para circular juicios cargados de pasión y falsedad.
o En
el ámbito religioso, experiencias negativas de Iglesia y el escándalo de sus ministros
pueden conducir a dolorosas rupturas en la experiencia de la fe. Eso lo estamos
viendo, con profunda desolación, al conocerse el vergonzoso comportamiento de
sacerdotes y obispos que abusaron de menores de edad y/o ocultaron estas conductas.
Debemos orar por el Papa Francisco, quien ha sido víctima de ataques
despiadados. El Papa está totalmente comprometido con la purificación de la
Iglesia. Su política de tolerancia cero
frente a estos comportamientos debe ir acompañada de acciones contundentes.
o Que
la gravedad de los hechos no vaya a bloquear nuestra capacidad de juicio.
Debemos preguntarnos qué nos pide el Señor en este momento tan difícil de la
vida de la Iglesia.
ü Es
hora de terminar nuestra meditación dominical, que hemos enfocado sobre el
manejo de nuestras limitaciones, las cuales, con la ayuda del Señor, pueden ser
convertidas en oportunidades de crecimiento y superación. No podemos sentirnos
derrotados. Junto a nosotros y junto a la Iglesia que sufre está el Señor que
nos dice, como al personaje del evangelio, ¡Éfeta! (¡ábrete!), liberándonos así
de todo aquello que nos impide avanzar.