XXIII Domingo del Tiempo
Ordinario, Ciclo B
Tres
años después…
Otro mundo es posible
Todos
recordamos la imagen estremecedora de Aylan Kurdi, el niño sirio de tres años de edad, que apareció
muerto en la costa de Turquía en 2015, y que constituye el exponente más
sensacionalista de estos últimos años en la problemática de llegada de los inmigrantes
y refugiados en el mundo europeo. He dicho sensacionalista, y no
sensibilizador, porque lamentablemente le han seguido otras muchas muertes de
otros niños cuyas historias quedarán, literalmente, en el fondo del mar. Tres
años después hasta 640 niños más han muerto desde entonces en el Mediterráneo
por la misma causa.
Pero
tres años después seguimos creyendo que otro mundo es posible como se refleja
en la imagen de este artículo.
La Iglesia se preocupa y atiende a los migrantes y refugiados
El
Papa Francisco ha marcado su ministerio petrino con
esta preocupación, desde su primera visita a Lampedusa
hasta el mensaje de la Jornada de la Paz de este año 2018, dedicado a los Migrantes
y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz, en el cual el
Papa recordaba a “los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que
22 millones y medio son refugiados”. Y añadía: “Con espíritu
de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o
que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la
persecución, la pobreza y la degradación ambiental”. Ante este fenómeno el Papa
decía que “en muchos países de destino se ha difundido ampliamente una retórica
que enfatiza los riesgos para la seguridad nacional. Los que fomentan el miedo
hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la
paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia”. Sin embargo, el
Papa subrayaba que “las migraciones globales no son una amenaza, sino una
oportunidad para construir un futuro de paz”. Y esto requiere cuatro acciones:
acoger, proteger, promover e integrar. La Iglesia española se está moviendo muy
activamente en la verdadera conjugación y puesta en marcha de estos cuatro
verbos gracias al trabajo encomiable de las Delegaciones de Inmigrantes y
Refugiados, presentes ya en casi todas las Diócesis. De igual modo me consta el
gran trabajo que se realiza en Italia por parte de organizaciones de la Iglesia
en la acogida a refugiados.
La legislación bíblica reconoce los mismos derechos al
inmigrante que al nativo
El
domingo anterior planteaba la carta de Santiago en qué consiste la verdadera
religión y concluía que, frente a una religiosidad inoperante y muerta, la
religión auténtica consiste en la escucha de la palabra de Dios y en la
atención a los huérfanos y a las viudas, los cuales eran prototipo, desde el
Antiguo Testamento, de todos los marginados e indefensos (cf. Sant 1, 27). Estrechamente vinculado a estos sectores más
pobres de la sociedad antigua aparece también la figura del extranjero o
inmigrante, el cual ocupa un puesto primordial en las tradiciones legales de la
Biblia, en el Código de la Alianza del libro del Éxodo (Éx
20,22-23,19) , en el Código Deuteronómico (Dt 12-26), en el Dodecálogo Siquemita (Dt 27) y en la Ley de Santidad del Levítico (Lv 17-26). En esos textos de la Biblia se articula y se
desarrolla una legislación genuina sobre el inmigrante, el cual es siempre
beneficiario de las medidas de protección social. En esas leyes, que revelan el
proyecto de Dios sobre la convivencia humana en la justicia, el inmigrante
tiene todos y los mismos derechos que el nativo (Lv
19,33-34; Éx 22,20; Dt
10,19; Nm 15,15).
La opción por los pobres en la carta de Santiago
El
pasaje de la Carta de Santiago de este domingo continúa afrontando la cuestión
de la pobreza y muestra que la fe en Jesucristo lleva consigo una indiscutible
opción personal a favor de los pobres. Santiago vapulea con vehemencia a los
creyentes y entra en el problema de las relaciones humanas y sociales marcadas
por los favoritismos. Con un ejemplo típico (Sant
2,2-4) describe una situación muy concreta de la vida para criticar el
comportamiento habitual: la atención preferente a los ricos y el menosprecio de
los pobres. El autor es tajante en esta cuestión: la acepción de personas en
virtud de su riqueza económica es incompatible con la fe en Cristo. La
exhortación se convierte en una apelación de carácter teológico (Sant 2,5-7): ¿No eligió Dios a los pobres según el mundo,
para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino?..., y en una constatación
crítica: ¡Pero vosotros, menospreciáis al pobre! Esta antítesis contrapone el
valor que el pobre tiene ante Dios y la minusvaloración de que es objeto por
parte de algunas personas, incluso creyentes. El favoritismo y la marginación
son pecados porque van contra el mandamiento principal del amor al prójimo (Prov 14,21) y constituyen una trasgresión de la ley de
Dios.
La ruptura de fronteras en el evangelio de Marcos
Por
su parte el Evangelio de Marcos relata la curación del sordomudo en la Decápolis (Mc 7,31-37), es decir, fuera de los límites de
la Palestina judía en la época de Jesús. Con ello se destaca una vez más en el
evangelio la ruptura de fronteras nacionales por parte de Jesús para hacer
presente la cercanía del Reino de Dios a través de los milagros así como la
función mediadora de quienes ponen ante Jesús los problemas acuciantes de todo
ser humano necesitado de salvación. El contacto con Jesús abre el oído de los
sordos, capacita la expresión de los sin voz, suscita la palabra correcta y
otorga la plena libertad a las personas, porque en él empieza una nueva
humanidad, ante la cual surgen unas palabras finales de admiración paralelas a
las del libro del Génesis tras el relato primero de la creación del ser humano:
¡Qué bien lo ha hecho todo!
El valor de los principios bíblicos en la atención a los pobres
e inmigrantes
Los
fenómenos sociales de las migraciones por causa de las guerras o de la pobreza
y de la marginación deben ser reconsiderados desde los principios bíblicos que
sostienen las culturas de origen cristiano y deben ocupar la atención
preferente de todas las instancias sociales, políticas, empresariales,
educativas y eclesiales. Los cristianos disponemos de la gran tradición bíblica
para revisar y corregir las actitudes y comportamientos que generan, apoyan o
defienden criterios racistas, xenófobos o marginadores. Desde la perspectiva
cristiana no son compatibles con la fe ni el menosprecio de los pobres, ni el
favoritismo hacia los ricos. La salvación de Jesús ha roto todas las fronteras
y se hace presente también en el mundo pagano y de los incrédulos haciendo
posible la nueva creación, realizando las utopías y los sueños proféticos de
liberación de los seres humanos, especialmente de los que no tienen ni voz, ni
voto, ni derechos, sobre todo cuando éstos hayan sido acallados, eliminados o
conculcados.
Los creyentes, mediadores del encuentro de los pobres con Jesús
Los
creyentes, miembros de la comunidad eclesial debemos ser mediadores del
encuentro con Jesús, un encuentro salvador para los pobres, los inmigrantes y
los refugiados, y debemos aportar al mundo y a la sociedad actual con un
sentido auténticamente misionero la fuerza de la palabra de Dios, creadora de
una realidad nueva de fraternidad y de igualdad sin barreras ni fronteras.
La prioridad de los pobres y de los migrantes en la actual
Iglesia Evangelizadora
La
tradición cristiana cuenta con un mensaje primordial desde sus orígenes, como
queda reflejado en la carta de Santiago que hoy leemos en la Iglesia. Se trata
de la prioridad de los pobres que constituye un aspecto fundamental del
Evangelio de Jesús y de la vida de las comunidades del Nuevo Testamento. En
nuestro tiempo ha sido recuperado especialmente por parte de la Iglesia
Latinoamericana que lo ha formulado en Aparecida como "la opción
preferencial y evangélica por los pobres". Ante la situación actual
marcada por la gran crisis económica y sistémica mirar la realidad del mundo
poniendo en el primer plano a los pobres, a los inmigrantes y a los refugiados
debe ser el principio generador de otro mundo posible.
José
Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura.