COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Vigésimo
tercero durante el año, Ciclo B
Evangelio
según San Marcos 7,31-37 (ciclo B)
Cuando
Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de
Galilea, atravesando el territorio de la
Decápolis. Entonces le presentaron a un sordomudo y
le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y,
llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la
lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa: "Abrete".
Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar
normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero
cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración,
decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos".
FE
Y VIDA
La presencia de Jesús, el
Mesías, el Señor, es una presencia sanadora, reparadora, transformadora; por
supuesto que es el Salvador por excelencia, donde es capaz de haber conquistado
con su entrega, con su muerte en la cruz y con su resurrección, dos cosas que
son la herencia más grande que hemos recibido: el perdón de los pecados y la
vida eterna. Ya lo eterno ha entrado en el corazón de los hombres, ya los
hombres podemos participar anticipadamente del cielo en la amistad de Jesús y
en el cumplimiento del Evangelio en el amor y en el servicio a la Iglesia, por
medio de nuestros hermanos.
Una de las cosas más claras
para deshacer nudos, para resolver problemas, para cambiar situaciones
dolorosas, para curar enfermedades, es la escucha atenta de la Palabra de Dios.
Hoy, por lo general, oímos cosas tan rápidas que son superficiales y así
provocan una respuesta superficial. En cambio, el escuchar -y no sólo oír- es
asimilar lo que se nos está diciendo y está provocando en nosotros, con ese
encuentro, una respuesta atenta y responsable.
En el texto vemos que Jesús
primero cura la sordera y el mudo, al escuchar, puede hablar. Significa que en
la medida que seamos capaces de escuchar vamos a saber hablar; pero si no
escuchamos o estamos distraídos, nuestras respuestas van a ser tenues,
debilitadas, flojas, sin sentido, sin sustancialidad, sin contenido.
Queridos hermanos,
acerquémonos con fe a la Palabra de Dios; escuchémosla atentamente y luego
comuniquémosla a los demás. En Ritual de la Ordenación, la Iglesia por medio
del Obispo, a los diáconos y a los presbíteros les hace una recomendación que
nos viene bien a todos: cree lo que lees, enseña lo que crees y practica lo que
enseñas. FE Y VIDA. Una vida sostenida por la fe y una fe tiene la expresión
máxima en la vida.
Les dejo mi bendición: en
el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén