23ª semana del tiempo
ordinario. Martes: Lc 6, 12-19
Hoy nos trae el
evangelio el momento en que Jesús escoge a los doce apóstoles para que
continúen con la labor apostólica que El está realizando. Es como la fundación
de
Jesús pensó que,
para que su enseñanza perdurase, debía escoger a unos cuantos para que
estuvieran siempre con El y así poderles enseñar y transmitirles no sólo ideas
sino sobre todo actitudes de una vida nueva. Esto era algo muy importante y por
lo tanto no debía hacerlo a la ligera, sino después de mucha oración y trato
con su Padre celestial. Por eso una tarde se despidió de la gente y penetró en
el monte para orar.
Se pasó toda la
noche en oración. Esta es una gran enseñanza para nosotros. En nuestra vida hay
momentos en que debemos hacer alguna decisión más importante. Puede ser el
decidirse entre toda una vida de entrega religiosa o una vida matrimonial.
Puede ser también por el hecho de escoger una carrera determinada o un trabajo
u otras circunstancias. A veces lo damos vueltas y más vueltas y no acudimos al
Señor. Debemos acudir despacio, poniendo nuestro corazón, no sólo viendo los
pros y los contras, sino pidiendo luz al Espíritu Santo para poder hacer una
recta y digna decisión.
Alguno pregunta: ¿Y cómo sé luego que
lo decidido es la voluntad de Dios? A veces es difícil; pero no lo es tanto si
estamos atentos a la presencia de Dios. Esta suele notarse por la paz en el
alma, la alegría y el amor. También en ocasiones habrá que consultar
con algún sacerdote u otra persona experimentada en los caminos de Dios.
Jesús, con esta paz
en su espíritu, bajó donde estaban muchos discípulos y fue llamando a los que
El creía que podían ser los fundamentos de esta institución que llamamos
Iglesia. Según la mentalidad de los israelitas, que provenían de las doce
tribus, y para los cuales el doce era un número perfecto, señaló a doce. Desde
entonces les llamó “apóstoles”, que significa “enviados”, porque iban a tener
una gran misión, la de ir por el mundo a predicar el evangelio, la palabra de
Dios.
Primeramente debían
prepararse, pues no les escogió ya doctores, sino hombres sencillos, sacados
del mismo pueblo. Varios eran pescadores, algunos tenían otros oficios, como
Mateo que tenía un oficio indigno para un buen israelita, unos pocos eran
fanáticos, una especie de guerrilleros. Mucho era lo que tenía que limar en
aquellos corazones muy ásperos. Uno hasta iba a ser un traidor. Por eso después
de la subida de Jesús al cielo escogieron a otro para suplir a Judas. Hoy sigue
Jesús llamando a muchos para ir con El. A algunos para una entrega total, a
otros para que, en su oficio y en su trabajo diario puedan ser también
apóstoles o enviados en su propia familia.
Y a estos doce
Jesús les enseñaba con las palabras y sobre todo con el ejemplo. Continúa el
evangelio diciendo que una multitud de gente seguía a Jesús, unos de aquella
nación y otros extranjeros. Quizá era un ejemplo de lo que sería