TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXV B
(23-septiembre-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Una
inspiradora lección de ética ciudadana
ü Lecturas:
o Libro
de la Sabiduría 2, 12. 17-20
o Carta
del apóstol Santiago 3, 16—4, 3
o Marcos
9, 30-37
ü Los
colombianos estamos empezando a descubrir algo que el ruido del conflicto y el
humo de los enfrentamientos armados nos impedían ver: una profunda crisis ética
que se expresa en muchos escenarios de la vida social: corrupción, evasión
fiscal, inequidad y concentración de la riqueza, violencia intrafamiliar,
comercio sexual de personas particularmente de menores de edad, etc. La lista
es muy larga. La crisis ética estaba frente a nosotros, pero éramos incapaces
de verla porque nuestra preocupación era negociar con los grupos armados.
ü Las
lecturas de este domingo nos aportan elementos muy ricos para reflexionar sobre
la ética y los valores. Tenemos el reto de desarrollar una ética ciudadana que nos permita convivir civilizadamente en medio
del pluralismo y la diversidad. Si no logramos unos consensos básicos, saltará
en mil pedazos el sueño de vivir en un país reconciliado e incluyente.
ü ¿Qué
elementos encontramos en el Libro de la Sabiduría que iluminen nuestra
meditación sobre la ética ciudadana?
o El
texto empieza con unas frases que parecen pronunciadas por aquellos que están empeñados
en exterminar a los líderes sociales comprometidos con la devolución de las tierras
que les fueron arrebatadas por los actores armados: “Los malvados dijeron entre
sí: Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que
hacemos; nos echa en cara nuestras violaciones a la ley, nos reprende las faltas
contra los principios en que fuimos educados”.
o Las
personas honestas estorban en muchas organizaciones. Los que reivindican los derechos
humanos son personajes incómodos en un país en el que la ausencia del Estado permitió
que se instalara el poder de peligrosas organizaciones.
o Las
personas honestas, que no hacen concesiones a la inmoralidad, son objeto de
presiones para silenciarlas. Las estrategias utilizadas son múltiples; los
malos son muy creativos: halagos, ofrecimientos, rumores y calumnias, amenazas laborales,
hasta llegar a la violencia física.
ü ¿Qué
hacer frente a esta infección que ha contaminado todo el cuerpo social? En su Carta,
el apóstol Santiago hace unas observaciones muy pertinentes:
o Pregunta
el apóstol a los destinatarios de su Carta: “¿De dónde vienen las luchas y conflictos
entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en
guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban
asesinando.
Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra”.
o Parecería
que el apóstol Santiago estuviera describiendo los lamentables destrozos
causados por el narcotráfico y su cultura
traqueta, donde las palabras ambición
y codicia encabezan su diccionario.
o Después
de hacer esta cruda descripción, el apóstol Santiago describe los aportes a la
vida social que se pueden hacer desde una adecuada formación religiosa, sin
fundamentalismos y con la apertura que ha caracterizado las enseñanzas del Papa
Francisco. Dice el apóstol: “Los que tienen la sabiduría que viene de Dios (…)
son amantes de la paz, comprensivos, dóciles, están llenos de misericordia y
buenos frutos, son imparciales y sinceros. Los pacíficos siembran la paz y
cosechan frutos de justicia”.
ü Es
necesario, entonces, hacer una amplia convocatoria social para sembrar las
semillas de una ética ciudadana basada en el respeto a la vida, que reconozca
los derechos fundamentales y en la que el bien común esté por encima de los
intereses individuales. A través de una comunicación adecuada, los miembros de
la comunidad entenderán que ser pillo no paga, que la ética ciudadana es un
excelente negocio para la sociedad pues garantiza la adecuada prestación de los
servicios públicos y la recta ejecución de los presupuestos para resolver los
problemas de la comunidad. La corrupción se apodera de los recursos, multiplica
los costos y demora la entrega de las obras.
ü El
relato del evangelista Marcos enriquece nuestra reflexión sobre la ética y los valores.
Allí leemos un interesante diálogo de Jesús con sus discípulos, quienes habían
estado discutiendo sobre quién de ellos era el más importante. Para Jesús, que
era el Hijo eterno del Padre que se había despojado de los atributos de la divinidad,
esta discusión carecía de sentido. Sus discípulos estaban perdidos si esa era
su aspiración. Por eso les da una lección que sigue vigente después de dos mil
años: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el
servidor de todos”.
ü Se
trata de una inspiradora lección de ética política. El servicio público no debería
ser para satisfacer las vanidades personales ni para enriquecerse. Es para
servir a la comunidad. Infortunadamente, el acceso a los puestos públicos no
suele ser por el camino de la meritocracia, sino que está precedido por unos
procesos electorales absurdamente costosos en los que invierten los contratistas
del Estado, quienes esperan recoger con creces el fruto de sus inversiones. Así
se pierde el sentido de la política como un servicio a la comunidad para
convertirse en el retorno a una inversión.
ü Terminemos
nuestra meditación dominical, que partió del texto del libro de la Sabiduría, donde
los corruptos buscan silenciar las voces honestas que se oponen a sus
siniestros planes. Y concluimos con el texto evangélico donde comprendimos que
el espíritu de servicio debe ser el rasgo distintivo de aquellos que pretenden ser
líderes de la comunidad. La liturgia de este domingo nos ha ofrecido una
inspiradora lección de ética ciudadana.