COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos
Aires)
Domingo vigésimo quinto durante el año< Ciclo
B
Evangelio según San Marcos 9,30-37 (ciclo B)
Jesús atravesaba la Galilea junto a sus discípulos y no quería que nadie
lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte,
resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle
preguntas. Llegaron a Cafarnaún y, una vez que
estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el
camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era
el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que
quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de
todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y,
abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi
Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a
Aquél que me ha enviado".
MISTERIO, SERVICIO, AUTORIDAD Y RECONOCIMIENTO
Hay tres cosas
importantes. La primera es la revelación de que Cristo sabía perfectamente lo
que iba a pasar; el secreto mesiánico Él lo conoce perfectamente y que está muy
bien expresado en el Evangelio de San Lucas cuando en el Huerto de Getsemaní
Jesús dice “Padre, si es posible aparta de mí este cáliz, pero que no se haga
mi voluntad sino la tuya” y “nadie me quita la vida sino que yo la doy
libremente”; Cristo sabía a lo que venía, venía a salvarnos, a rescatarnos, a
redimirnos, a revestirnos de nuevo con aquello que parece imposible: recuperar
el amor, la fidelidad, la transparencia, el entusiasmo, la vida.
En segundo lugar, los
apóstoles discutían sobre quién era el más importante o el más grande. Jesús
les cuenta lo que le va a pasar y ellos todavía se ocupan de su lugar en eso
que le va a pasar a Jesús. Muchas veces, cuando ignoramos el sacrificio del
otro, uno se desubica y se busca a sí mismo, ¡qué poco amor uno tiene! Nos
buscamos pero ignoramos el sacrificio del otro. ¡Cuántas veces les pasó a los
hijos con respecto a sus padres! ¡Cuántas veces le pasó a un cónyuge con
respecto a su esposa o esposo! Por eso digo que “las cosas hay que darlas en
vida.”
Está aquí el tema de la
autoridad: Jesús humilde, manso y bondadoso. La autoridad se gana por medio del
servicio. El servicio es la clave, la llave maestra, para decir que uno tiene
autoridad, pero es un error poner la autoridad primero y dejar para lo último
el servicio. El servicio te hace ganar autoridad.
En tercer lugar, Cristo
se identifica con los más pequeños y sabe que cuando recibe a los pequeños está
recibiendo a “Aquél que lo ha enviado”.
Pidamos al Señor tener
capacidad de fe para descubrir estas cosas: el misterio, el servicio, la
autoridad y el reconocer la presencia de Dios en los más pequeños y en cada uno
de nuestros hermanos.
Les dejo mi bendición:
en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén