TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXVI B
(30-septiembre-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Tres
grandes males: la envidia, el enriquecimiento ilícito
y el escándalo de los pastores
ü Lecturas:
o Libro
de los Números 11, 25-29
o Carta
del apóstol Santiago 5, 1-6
o Marcos
9, 38-43. 45. 47-48
ü Las
lecturas de este domingo proponen a nuestra consideración tres temas éticos que
tienen un gran impacto en la vida personal y en la vida social:
o El
Libro de los Números se refiere a la envidia, que corroe el corazón humano y nos
impide valorar objetivamente las cualidades y carismas de los demás.
o En
su Carta, el apóstol Santiago arremete contra aquellos que han acumulado
riquezas por medios ilícitos.
o El
evangelista Marcos reproduce unas durísimas palabras de Jesús contra los que
escandalizan y hacen daño a los niños.
ü Dada
la importancia y actualidad de los tres mensajes, los invito a explorar lo más
esencial de estos textos que nos ayudan a comprender estas zonas oscuras del
comportamiento humano, y que han estado presentes en todas las etapas de la
historia de la humanidad, pues siempre han existido los envidiosos, los corruptos
y los abusadores sexuales.
ü Empecemos
nuestra meditación por el Libro de los Números. Allí se nos narra cómo llegó
hasta Moisés la noticia de que dos miembros de la comunidad, llamados Eload y
Medad, estaban profetizando y cómo algunos vecinos desaprobaban que hubieran
asumido esta función que estaba reservada a un puñado de elegidos de Yahvé. Una
persona muy allegada a Moisés se atreve a insinuarle lo que debía hacer: “Señor
mío, prohíbeselo”.
ü Estamos
ante una clara manifestación de la envidia, que podríamos describir como una profunda
incomodidad que surge en nuestro interior porque otras personas hacen determinadas
acciones o poseen bienes que, en nuestro concepto, no les corresponden. Estas comparaciones
nos envenenan interiormente y son causa de comentarios agresivos y de acciones
inconvenientes.
ü ¿Cuál
es el comentario que hace Moisés, un hombre de gran sabiduría? “Ojalá que todo
el pueblo de Dios fuera profeta y descendiera sobre todos ellos el espíritu del
Señor”. No sólo no debemos sentirnos incómodos, sino que debemos alegrarnos de
las cosas positivas que les suceden a los demás.
ü Vayamos
ahora al texto del apóstol Santiago, que hace una dura denuncia de los dineros obtenidos
por medios oscuros: “Lloren y laméntense, ustedes, los ricos por las desgracias
que les esperan. Sus riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus
vestidos…”. Es claro que no se trata de una descalificación de la riqueza obtenida
por medio del trabajo honrado y el ahorro. Estas palabras están dirigidas a quienes
han obtenido sus riquezas por medios ilícitos, que las acumulan con avaricia y nunca
están satisfechos con lo que tienen. Siempre desean más y más.
ü En
los textos bíblicos abundan las denuncias sociales contra aquellos que se han aprovechado
de los más débiles y se han enriquecido por este camino. En nuestros tiempos,
la maldad humana se ha inventado mil maneras de acumular inmensas riquezas, causando
dolor, destrucción y muerte: las drogas, el tráfico de armas, la corrupción en
el uso de los dineros públicos y privados, la explotación sexual, etc. Esta
denuncia del apóstol Santiago conserva toda su actualidad.
ü Tenemos
que reconocer que la sociedad en que vivimos fácilmente se deja seducir por la riqueza
de estos siniestros personajes, prontamente olvida su pasado y los acepta como
ciudadanos honorables. La censura social, que fue una poderosa herramienta de
disuasión moral, hoy no es operante.
ü El
evangelista Marcos reproduce unas durísimas palabras de Jesús contra los que
causan escándalo y hacen daño a los niños: “Y el que escandalice a uno de estos
pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de estas piedras de
molino que mueven los asnos, y que los echen al mar”. Estas palabras resuenan
hoy con particular fuerza, cuando han salido a la luz pública numerosos escándalos
de abuso sexual contra menores, cometidos por sacerdotes y silenciados por
algunos Obispos y superiores religiosos.
ü El
escándalo es monumental. Y con razón. Ya el Papa Benedicto XVI había hecho frente
a algunos de estos casos. Pero la avalancha se le vino encima al Papa Francisco
quien, con profundo valor y honestidad, le ha puesto el pecho. Es inmenso el
dolor de las víctimas, que no fueron escuchadas durante décadas. Es enorme el
daño a la credibilidad de la Iglesia. Y son muchas las preguntas que surgen,
que probablemente quedarán sin respuesta.
ü Esta
ha sido la noticia dominante en los medios de comunicación. Y el análisis
simplista de muchos comentaristas los lleva a concluir que la raíz de todos los
males es el celibato eclesiástico, y que la solución estaría en suprimirlo.
ü Estos
comentaristas están totalmente perdidos en sus análisis. Se están olvidando de
los datos que muestran las estadísticas. La inmensa mayoría de los casos de
abuso sexual de menores son llevados a cabo por personas cercanas al núcleo
familiar. Por lo tanto, el abuso sexual de los menores no es consecuencia del
celibato eclesiástico sino de una grave patología sexual que no está circunscrita
a determinados colectivos sociales, por ejemplo, los célibes. Es una gravísima enfermedad
que produce daños inconmensurables en las víctimas.
ü ¿Cómo
pudo suceder esta tragedia? ¿Qué pasó con los procesos de selección de los candidatos
al sacerdocio y a la vida religiosa? ¿Acaso estas personas no mostraron comportamientos
extraños durante su proceso de formación? Antes de proceder a la Ordenación
sacerdotal, los Superiores piden informes sobre los candidatos; los informes
son solicitados a las personas más cercanas: los compañeros, los profesores,
los formadores, los colaboradores en las obras apostólicas; en estos informes
se pregunta sobre la idoneidad de los candidatos. ¿Qué pasó con estos informes?
¿Nadie vio comportamientos extraños?
ü Cuando
empezaron a circular los primeros rumores sobre actuaciones indebidas de estos
sacerdotes, ¿cómo se manejó esa información? Todo parece indicar que fueron
descalificados los testimonios de los niños víctimas de los abusos, y los
superiores se contentaron con trasladar a otra institución a los que habían
sido denunciados. Así el mal se fue propagando de parroquia en parroquia, de
colegio en colegio… Era la hipocresía de quienes querían evitar a cualquier
precio el escándalo, se contentaron con tapar y nunca quisieron ir a la raíz de
las acusaciones.
ü El
Papa Francisco, absolutamente transparente en su estilo de gobierno de la
Iglesia, está haciendo lo que debe hacer: Se ha reunido con las víctimas; ha
pedido perdón en diversas ocasiones; ha tomado medidas disciplinarias muy
fuertes contra los Cardenales, Obispos y sacerdotes comprometidos con estos actos;
ha proclamado una política de tolerancia cero.
ü El
tema más complejo es el de las víctimas: El daño ya está causado; su dolor e indignación
los acompañarán hasta el final de sus días. Además de reconocer su dolor y
pedirles perdón, ¿qué más se puede hacer? Obviamente, los abogados ven en estos
escándalos magníficas oportunidades de negocio.
ü Esperamos
que la Iglesia salga de esta dolorosa crisis purificada del pecado de sus pastores;
esperamos, igualmente, que las medidas que se tomen impidan que en el futuro se
repitan estas situaciones.
ü Es
hora de terminar nuestra meditación dominical sobre tres delicados
comportamientos anti-éticos que afectan profundamente a las personas y dañan el
cuerpo social: la envidia, el enriquecimiento ilícito y el escándalo causado por
el abuso sexual de los menores de edad.