«los liderazgos que no aman, no sirven»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para el 26° domingo durante el año
[30 de septiembre de 2018]
Somos conscientes de la grave
necesidad de que en nuestro tiempo haya cristianos comprometidos, gente de
recta conciencia, sobre todo laicos que comprendan que la santidad en su propia
vocación está ligada especialmente a la transformación de las realidades
temporales, apostando por opciones que impliquen la evangelización y
humanización de la cultura.
Hace algunos domingos hemos tomado la
figura ejemplar de un argentino, José Manuel Estrada, laico católico, educador,
político, periodista que comprendió su rol y momento histórico que le tocó
vivir. En este sentido sigue vigente la necesidad de figuras ejemplares, sobre
todo en nuestros días en donde vivimos una crisis profunda, en la
incertidumbre, marcados por un contexto de individualismo y pobreza.
Será clave el estilo de liderazgo que
necesitamos hoy de servicio y honestidad que pueda servir para revisar y tener
una medida desde donde evaluar a nuestra dirigencia política y social en
nuestra Patria y en nuestra provincia, sobre todo en un contexto donde a veces
podemos tener la tentación de la desesperanza cuando aparece más como horizonte
el pragmatismo y las estrategias coyunturales, que la necesidad de la
magnanimidad y la referencia al bien común. Reiteramos que en nuestros días
necesitamos la multiplicación de líderes justos que con el testimonio público
de sus vidas sean signos de esperanza para nuestra gente.
Como cristianos no debemos olvidar que
estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos,
el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos. Para nosotros, este es
el verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo,
sirviendo a nuestros hermanos.
En un cambio de época, caracterizado
por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos,
como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder
como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de
bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político,
comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos,
con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus
convicciones éticas y religiosas.
Aparecida nos señala la necesidad de
laicos creíbles: «Su misión propia y
específica se realiza en el mundo, de tal modo que, con su testimonio y su
actividad, contribuyan a la transformación de las realidades y la creación de
estructuras justas según los criterios del Evangelio. El ámbito propio de su
actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de
realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las
ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los ‘mass media’, y otras realidades abiertas a la evangelización, como son
el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo
profesional y el sufrimiento. Además, tienen el deber de hacer creíble la fe
que profesan, mostrando autenticidad y coherencia en su conducta». (DA 210)
En estos días en la liturgia de las
horas, en el oficio de lecturas leemos unos textos dirigidos a los pastores
escritos por San Agustín, quien reflexiona con profundidad y dureza contra los
pastores que buscan servirse a sí mismos y no sirven a las ovejas, que se valen
de su ministerio para engordar su poder y riqueza, y no ayudan, ni buscan a las
ovejas que se desvían o se alejan. También podemos extender esto que San
Agustín señala a los pastores, a nuestros dirigentes políticos y sociales,
fundamentalmente a los que se confiesan católicos. El Evangelio de este domingo
(Mc 9, 38-43.45.47-48), es especialmente categórico cuando señala: «Si tu mano es para ti
ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir
con tus dos manos a la gehena, al fuego inextinguible» (Mc 9,43). O bien el texto de
Santiago que también leemos en la Misa de este domingo, en sintonía con las
expresiones de San Agustín: «Ustedes llevaron en este
mundo una vida de lujo, y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de
la matanza… Han condenado y han matado al Justo, sin que él les opusiera
resistencia». (Sant 5,5-6).
El mejor aporte a la esperanza en nuestro
contexto será la magnanimidad en nuestra sociedad procurando salir de nuestras
mezquindades que siempre nos dañan.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo!
Mons. Juan
Rubén Martínez,
obispo de Posadas