COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Domingo vigésimo sexto durante el año,
Ciclo B
Evangelio según San Marcos 9,38-43.45.47-48 (ciclo B)
Juan le dijo a
Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y
tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les
dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre
y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de
agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a
escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él
que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano
es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida
manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu
pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en
la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti
ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el
Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano
no muere y el fuego no se apaga.
QUÉ COSAS NOS
HACEN BIEN Y QUÉ COSAS NOS HACEN MAL
El lenguaje de
Jesús es muy simple, muy simbólico y siempre hay que escudriñar, hay que
discernir, hay que equilibrar, hay que comparar lo que significa el verdadero
mensaje del Señor.
En primer lugar
se nos habla de que Dios es Dios, que Cristo es Cristo, y que ninguno de
nosotros puede arrogarse el monopolio de Dios; nadie puede apropiarse de Dios.
Cada uno de diferente forma, la Iglesia misma que es la depositaria por el
Espíritu Santo del Evangelio, de la Palabra de Dios, de los Sacramentos -donde
está presente Cristo en persona-, pero ninguno puede interpretarlo
exclusivamente y no puede excluir a nadie. La Iglesia -si bien tiene que vivir
lo que cree, practicar lo que enseña- no excluye a los demás. Nadie puede tener
el monopolio y nadie puede secuestrar a Dios.
En segundo
lugar, Dios ve y recompensa a cada uno por la caridad, por el amor, por el
servicio. Nosotros miramos parcialmente pero Dios ve, y penetra, el corazón de
cada uno. Él nos conoce.
Algo que debemos
cuidar, sobre todo en los más pequeños, que son los más niños pero que también
son los demás, la gente simple, la gente que depende de nosotros, la gente que
comparte con nosotros, que uno siempre por caridad tiene que cuidarlos con la
verdad, con el buen ejemplo, con el respeto, con el servicio y con la
paciencia.
Y por último,
algo que también está claro: el seguimiento de Cristo implica una conquista. Y
la conquista indica un esfuerzo expresado aquí en la mano, en el pie y en el
ojo. La mano es cómo uno trata a los demás; por eso hay que entenderlo siempre
simbólicamente. El pie es el camino, cómo andamos en la vida; qué camino
utilizamos, si nuestra vida nos conduce al encuentro con Dios y con los
hermanos. Y los ojos significan cómo miramos, cómo anhelamos las cosas, cómo
contemplamos la realidad, cómo contemplamos el misterio de los otros.
Por todo eso
tiene que haber una decisión y también tiene que haber un “apartarse de…”; me
defino pero me aparto; si no estoy definido, no sé apartarme y no me aparto
porque no estoy definido o no tengo fuerza.
Que entendamos
bien este Evangelio: qué cosas nos hacen bien y qué cosas nos hacen mal.
Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén