26ª semana del tiempo
ordinario. Jueves: Lc 10, 1-12
Jesús había enviado
ya a evangelizar a los 12 apóstoles. Ahora envía a 72 discípulos. Es el símbolo
de tantos misioneros y catequistas seglares que se unen a Cristo para que el Reino
de Dios se extienda por el mundo. Precisamente el número 72 en el evangelio
tiene un carácter universal, ya que entonces se creía que eran 72 las naciones
de toda la tierra. Jesús exclama que las necesidades son muchas, mientras que
los predicadores son pocos: “La mies es mucha y los obreros pocos”.
Y nosotros ¿Qué
podemos hacer? Lo primero es rezar. Debemos pedir porque haya más
vocaciones de mensajeros de Dios y que estén preparados. Mensajeros que puedan
entregarse plenamente a esta gran tarea y mensajeros seglares que puedan
dedicar parte de su tiempo para el progreso de la fe. Después dejemos que
resuene la palabra de Jesús en nuestros corazones para que varios de nosotros
respondamos y podamos ser portadores del anuncio de Jesús por el mundo.
Para ser buen
misionero, Jesús nos da unas normas que son parecidas a las que había dado a
los 12 apóstoles. Son actitudes o comportamientos exteriores que ayudarán a la
gracia, que actuará con el impulso de Dios. Estas consignas son:
La no-violencia:
“Como corderos entre lobos”. Jesús no promete que seremos acogidos benignamente
por todos. Los misioneros no van en plan de conquistadores, sino como testigos
del Resucitado, conscientes de los peligros y sabedores que se enfrentan a la
dureza del corazón humano.
La pobreza:
“No llevéis bolsa ni alforja” (ni cartera ni maleta): Es difícil entenderlo
bien. San Francisco de Asís lo entendió a la perfección y sin medios materiales
hizo una gran predicación. Aunque no lleguemos a tanto, la idea es que no
debemos dar excesiva importancia a los valores y medios humanos. No debemos
llevar demasiado equipaje que estorbe. El Evangelio debe ser Buena Noticia para
los pobres y por lo tanto debe ser anunciado por personas que se inserten en
las condiciones de vida de los pobres. Quien quiera ser testigo de Cristo debe
ser sobrio y debe mantenerse libre, no atado a las riquezas. Así podrá estar
siempre disponible a los demás.
La paz y la alegría:
El misionero debe ser portador de paz. No evangeliza a la fuerza ni con fuerza.
Busca la adhesión libre. Si le rechazan, no tiene que desalentarse ni tomar la
justicia por su mano. Ya se encargará Dios de ello a su tiempo. Por esto dice
Jesús que, si no le reciben “sacuda el polvo de las sandalias”, que era una
fórmula para decir: Yo he cumplido con mi deber; si vosotros no, eso ya no es
culpa mía. La alegría viene de vivir en la confianza con Dios nuestro Padre.
Hacer el bien: “Curad enfermos”. El apartar
cualquier mal, aliviar es oficio del misionero. Por eso se necesita una gran
confianza en Dios, con serenidad y alegría.
Predicar el
Reino de Dios. A veces lo religioso se roza con lo político y con otros
valores humanos que pueden ser muy dignos, pero que debemos saber distinguir.
Para ello se necesitará mucha prudencia y la acción del Espíritu Santo. El
misionero muchas veces tendrá que ayudar en valores humanos, como es la salud,
la libertad, etc.; pero lo importante es que todos los asuntos humanos no deben
tapar el compromiso principal de que el Reino de Dios, que es sobre todo amor,
prevalezca ante todo.
Hoy Jesús sigue
invitando a muchos cristianos a evangelizar. Sintamos el apremiante grito de
Jesús que nos dice: “Pónganse en camino”. No es necesario que todos vayan a
primera línea. Pero la evangelización no es como un ejército, porque los que
están en última línea, en su casa, en un hospital, para Dios pueden estar en
primera línea. Esto que suele decirse siempre, es posible. Sin embargo algunos
sentirán la pereza para responder y acudir a una línea más avanzada, que es la
que Dios quiere para muchos. Sepamos responder con entusiasmo y con mucha
alegría, pues Dios sabrá recompensar mucho más de lo que nosotros podamos dar.