D O M I N G O   XXX    ( B )  (Marcos,10, 46-52)

¡Jesús, ten compasión de miQue siempre vea mi vida desde tu óptica divina!

 

-  JERICÖ: Ciudad de las palmeras; A 37 Kltros. de Jerusalén y a 300 metros bajo el nivel del mar. Hoy, Ciudad conflictiva y sede del Poder Palestino. Este es el escenario del episodio que nos narra el Evangelista San Marcos. .

- Jesús que pasa,  y a Bartimeo, un mendigo ciego que barrunta su paso, ¡se le enciende la luz de la esperanza de poder ser curado por Jesús! Y grita:Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. Jesús lo oye, se le acerca y lo cura.

- Pero no podemos quedarnos en el simple episodio. Las distintas enfermedades (la lepra, sordomudez, parálisis, ceguera ect....), curadas por Jesús en su vida pública, son considerarlas, imágenes o figuras de otras tantas situaciones desgraciadas que todos podemos sufrir en la vida de nuestra alma.

- Y la ceguera, siempre ha sido identificada en la vida cristiana, con la falta de Fe o visión sobrenatural. Por eso, Bartimeo, ese pobre mendigo y ciego, puede ser un referente para tantos hombres videntes pero que viven hoy al margen de las luces de Dios y sin el horizonte de la Fe.

-  Cuando al hombre le falta la LUZ de Dios y la FE en Jesucristo...., ¡va por la vida como el pobre Bartimeo, hasta encontrarse con Jesús: sin rumbo, pordioseando las migajas de luz que pudieran darle los hombres!. Pero aquel día, aquel ciego tuvo la suerte de “barruntar” el paso de Jesús y ¡cambió su suerte!

- También hoy, como el pobre Bartimeo, van por la vida sin la luz sobrenatural y viven también a oscuras, lejos de la Luz salvadora de Jesús. Y, a pesar de contar con todos sus sentidos y de recibir de Dios tantas oportunidades, no llegan ni a barruntar el paso de Jesús. ¡Les falta aquella íntima experiencia de Jesús que tuvo Bartimeo para poder gozar de la plenitud de su LUZ!

- Yo me quisiera confortar pensando que, todos nosotros, en mayor o menor medida, si participamos de su Luz. Si no fuera así, ¡no estaríamos aquí! Pero, no obstante, también cada uno de nosotros debiéramos sentir, como dirigida a nosotros, la pregunta que, con el deseo de ayudarle, le hace Jesús a Bartimeo: “¿Qué quieres que haga por ti?”

- Y nosotros, (conscientes de que nuestra Fe es manifiestamente mejorable, a esa pregunta podríamos responderle: “Señor, ¡que aumentes nuestra Fe!”. Lo necesitamos para poder afrontar esta difícil época que nos ha tocado vivir en la que, hasta los poderes públicos, (en un diabólico desafío por instaurar una sociedad sin Ti y sin la Luz de tu Verdad), se han confabulado para excluirte de la sociedad. Y por eso, le pediríamos también: “¡Señor, que vean!”                                                                                                                                                                                              

             Guillermo Soto