TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXXI B
(4-noviembre-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Dos
momentos estelares en la tradición ética judeo-cristiana
ü Lecturas:
o Libro
del Deuteronomio 6, 2-6
o Carta
a los Hebreos 7, 23-28
o Marcos
12, 28-34
ü En
la tradición judeo-cristiana, los principios éticos no fueron estáticos, sino
que evolucionaron. Recordemos que la Revelación fue histórica, es decir, Dios
fue descubriendo gradualmente su plan de salvación. En ese devenir histórico de
los principios éticos judeo-cristianos, podemos identificar dos momentos
estelares: El primero de ellos tuvo como protagonista a Moisés, el gran líder
de Israel; el segundo tuvo como protagonista a Jesucristo, plenitud de la
Revelación. Veamos cuál es el aporte de cada uno de ellos respecto al
comportamiento ético de los creyentes. Ese es el tema de meditación que nos
proponen las lecturas de este domingo.
ü Empecemos
por los aportes que nos hace el libro del Deuteronomio. Para poder comprender
los principios éticos del pueblo de Israel, es necesario recordar qué lo
diferenciaba de los pueblos vecinos. El factor diferenciador de su historia es
el monoteísmo. Israel, a diferencia de los pueblos circundantes, creía en un
Dios único, trascendente, personal, que había tomado la iniciativa de
establecer una alianza con el pueblo de su elección. Esta es la experiencia fundacional
de Israel, que le da su identidad religiosa, ética, cultural y política.
ü Moisés,
el gran líder de la comunidad, presenta al pueblo la carta de navegación que
deberá orientar el comportamiento de los individuos y de las tribus, a partir
de la experiencia central del monoteísmo:
o “Teme
al Señor, tu Dios, y guarda todos sus preceptos y mandatos”
o “Escucha
Israel: el Señor es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón los mandamientos
que hoy te he transmitido”.
ü Alrededor
de la fe en Dios, se articulan todos los deberes individuales y sociales: el respeto
a la vida, el cumplimiento de los compromisos adquiridos, la familia, la sexualidad,
la actividad económica, etc.
ü Moisés
destaca los beneficios que tendrán quienes ajusten sus comportamientos a estos
principios éticos: “Cúmplelos siempre y así prolongarás tu vida; guárdalos y
ponlos en práctica para que seas feliz y te multipliques”.
ü La
experiencia histórica le da la razón a estos sabios principios que Moisés propone
a la comunidad de Israel. Cuando la sociedad da la espalda a Dios, Éste es substituido
por el Estado o el Partido o el Dinero. Cuando desaparecen los principios
religiosos, fácilmente desaparecen las fronteras entre el bien y el mal, y la
ética es sacrificada para favorecer otros intereses: los derechos humanos son
pisoteados, no se respetan los compromisos adquiridos, la familia salta en mil
pedazos, la sexualidad se desborda y la ambición no conoce límites.
ü La
ética propuesta por Moisés es un elemento central de la convivencia civilizada.
Fue propuesta hace muchos siglos y conserva su vigencia en nuestros tiempos.
Cuando los sistemas políticos la han olvidado, las consecuencias sociales han
sido desastrosas. De ahí la importancia histórica de estos principios.
ü Pasemos
ahora al relato del evangelista Marcos. Jesús pone en marcha una segunda
revolución ética. Es un gran salto cualitativo en el campo de los principios
éticos dentro de la tradición judeo-cristiana.
ü Un
escriba la pregunta a Jesús: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”.
Se trata de una pregunta difícil porque, en el Judaísmo de tiempos de Jesús, se
había desarrollado un cuerpo normativo sumamente complejo; los judíos estaban
sometidos a cientos de mandamientos y normas. De ahí la pertinencia de la
pregunta que hace el escriba.
ü La
respuesta de Jesús sorprende por su precisión: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único
Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con
toda tu mente y con todas tus fuerzas. El
segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento
mayor que éstos”.
ü Con
esta respuesta de Jesús quedan superados los debates a los que dedicaban muchas
horas los doctores de la Ley. En estos dos mandamientos se sintetizan todos los
preceptos. Más aún, estos dos mandamientos son inseparables.
ü Esta
lección sobre los principios y valores que nos da Jesús debe llevarnos a un sincero
examen de conciencia. Hay personas que se reconocen como creyentes, pero su
corazón está invadido por los rencores y deseos de venganza. Son incompatibles
el amor a Dios y el odio a las personas.
ü En
países destrozados por los conflictos, es natural que existan heridas
profundas. Por eso el largo y tortuoso camino de la paz exige un acompañamiento
para que se puedan dar los procesos de sanación interior.
ü En
Colombia, durante las últimas semanas hemos podido conocer el desgarrador testimonio
de las víctimas del conflicto armado que estuvieron durante años secuestradas
por la guerrilla de las FARC. Estas víctimas están dispuestas a perdonar, pero
exigen conocer toda la verdad de los hechos y que los victimarios den la cara. Una
cosa es el discurso teórico sobre el amor a Dios y al prójimo, y otra cosa muy distinta
es haber estado atado con cadenas como en los peores tiempos de la esclavitud.
La reconciliación del país tomará muchos años y exige la activa participación
de los organismos del Estado, la sociedad civil y las comunidades eclesiales.
ü Las
lecturas de este domingo nos han invitado a reflexionar sobre dos momentos
estelares de la evolución de los principios éticos dentro de la tradición
judeo-cristiana, cuyos grandes protagonistas han sido Moisés y Jesús:
o Moisés
propone la estructura básica que regula las relaciones con Dios y con el
entorno social, teniendo como eje la creencia en un Dios único, trascendente y
personal.
o Jesús
propone el amor a Dios y al prójimo como la síntesis suprema de la ética de los
creyentes.
ü Esto
nos exige superar incoherencias como, por ejemplo, afirmar que creemos en Dios
pero que no descansaremos hasta que hayamos logrado vengarnos de alguien que
nos ha hecho mal. El carácter inseparable del amor a Dios y al prójimo muestra
la unión indisoluble entre fe y justicia.