SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

                               (1 de Noviembre 2018)

La liturgia de Todos los Santos, celebra la santidad de Dios, a la cual estamos llamados todos los cristianos por nuestra condición de bautizados (LG 11). La santidad no es un privilegio de algunos, sino que hay una relación esencial entre el bautismo que recibimos y la meta de la santidad a la que somos llamados. La santidad que la Iglesia proclama, es la santidad heroica. Jesús dice: “Sed perfectos porque vuestro Padre es perfecto” (Mt.5, 48).  Es precisamente porque todos somos pecadores, que estamos llamados a la santidad, pero hijos de Dios por el Bautismo, por lo tanto, llamados a configurarnos con Cristo Jesús (cfr.Rm.8,29). Celebramos hoy a todos los que hoy la Iglesia ha proclamado Santos y de aquellos que gozan de la plenitud de la unión con Dios. Estos Santos y Santas, reflejan la Nueva Alianza, los hizo plenamente hombres y mujeres, que vivieron su vocación cristiana en los más diversos estados y alcanzaron la palma y corona de la gloria inmarcesible. Los Santos forman parte de la Iglesia, asamblea que se reúne para celebrar la fe en Cristo, lo mismo que en la tierra que en el cielo. Son Santos en la medida que son miembros de la Iglesia, es la santidad de la Iglesia la que les antecede siempre. La santidad del cristiano, depende de la participación de la santidad de Jesucristo, que forma una asamblea, el Cuerpo, a través de la cual es comunicada la santidad de la Cabeza de la Iglesia que es Cristo (cfr. Col. 2, 18-19; Ef.4,15-16). La asamblea de los Santos, es la mejor imagen de la humanidad redimida ante la presencia del Tres veces Santo que es amor y vida para los creyentes que atravesaron los atrios eternos y entonan el cántico nuevo (Ap. 5,9), de los Santos y Bienaventurados, junto a los coros angélicos.

Lecturas bíblicas

1.- Ap. 7, 2-4. 9-14: Vi una muchedumbre inmensa, de toda nación, razas, pueblos y lenguas.

En esta lectura encontramos dos momentos: la marca de los elegidos (vv.2-4), y el triunfo de los elegidos en el cielo (vv.9-14). Juan, nos presenta una visión de belleza extraordinaria, la muchedumbre que rodean al Cordero, de la que formamos parte en esperanza. Los cuatro ángeles están prontos a la devastación de la tierra por medio de los cuatro vientos de la tierra, pero antes, los Siervos de Dios deberán ser marcados (v.3; cfr. Ap.7, 1-4; Ez. 9, 2-7). Son 144.000 personas, 12,000 de cada tribu de Israel; es un símbolo de un pueblo bien organizado, completo, perfecto, es el pueblo de Dios, pueblo de los Santos, comunidad que hace contrapunto al Imperio romano; es el pueblo que guarda la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo; pueblo que triunfa sobre la Bestia, su imagen y su marca. Ellos son los que provocan la caída del Imperio, es el oprobio de los gentiles por su corrupción e idolatría y la imposibilidad de sostenerse de pie ante Dios y el Cordero (cfr. Ap. 6, 17). La mención de las tribus, viene a significar simbólicamente, que en el nuevo pueblo de Dios las diferencias entre judíos y gentiles desaparecieron (cfr. Sant.1,1); el Israel según la carne, ya no existe, sino que los derechos son iguales para judíos y gentiles (cfr. Rm. 10,12; Ef.2,11-12; 1Cor.10,18; Gál.6,16). Mientras en las puertas de la ciudad de Dios, en la visión consumada, estarán escritos los nombres de las 12 tribus de Israel, en los cimientos, sin embargo, los nombres de los 12 apóstoles estarán escritos en las piedras fundamentales de sus muros (cfr. Ap. 21, 12.14). En un segundo momento, encontramos la marca de los elegidos de la tierra, Juan, ahora contempla una muchedumbre inmensa que está en el cielo, son los de la tierra, muchedumbre universal de toda nación, raza, y lengua que llegaron a la meta: la vida eterna. Están de pie delante del trono y del Cordero, glorificados, no como los impíos que no pueden sostenerse en el día de la cólera (cfr. Ap. 6, 17). Es el triunfo de los elegidos en el cielo. Llevan vestiduras blancas, son los mártires, que no se mancharon con la idolatría y en sus manos, llevan las palmas de la victoria; han triunfado sobre la bestia con la ayuda de Dios, bajo su protección superaron las tribulaciones. Los mártires cantan con gozo, que la salvación viene de Dios que está sentado en el trono y del Cordero; estos mismos eran los que antes que gritaban justicia y venganza (cfr. Ap. 6,9-11). Alaban la fidelidad de Dios a sus promesas. Los coros angélicos, aquí dirigen su alabanza a Dios, origen último de la salvación (cfr. Ap. 5,12ss). Estos son los que no se dejaron doblegar por ningún poder de la tierra, doblan sus rodillas sólo delante de Dios, con profunda gratitud como humanidad redimida. “¿Quiénes son y de dónde han venido? Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero” (v.14). Más que una persecución este pasaje quiere dar a entender la opresión política, social, económica que ejerció el Imperio romano, para quienes no aceptaban insertarse en un sistema corrupto e idolátrico, donde la comunidad cristiana sobrevivió.  Esta es la gran tribulación de quienes siguieron al Cordero donde quiere que vaya, sufrimiento y persecución por la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Su obra no es mérito propio, su camino de glorificación, se abre con la muerte expiatoria del Cordero, la que trajo el perdón y el ingreso en la comunidad de los Santos, lo personal es la respuesta a la acción de la gracia y aceptar la salvación de Dios; fueron purificados en la sangre del Cordero. Ahora cantan la gloria de Dios para siempre, en una liturgia eterna en el cielo (cfr. Ap. 15, 1-4; 19,1-4). Juan, como Pablo esperan que todo Israel con los gentiles, como Iglesia podamos reunirnos en torno al Cordero después de haber recorrido el camino de las bienaventuranzas.

2.-1 Jn. 3, 1-3: Veremos a Dios tal cual es.

El apóstol nos invita a alegrarnos porque Dios Padre nos creó por amor y nos hizo sus hijos, elegidos para vivir en el amor (Ef. 1,4-5; Gál.4,6; Rm.8,15). Realidad que no merecimos ni heredamos, sino que su palabra es viva y tan eficaz que hace realidad cuento significa. Dijo que somos sus hijos: “¡Lo somos!” (v.1). La fuente de esa nueva dignidad la recibimos en el Bautismo: el hombre renace a la vida de Dios (cfr. Jn.1,12; 3,5). El hombre desde ahora participa en la naturaleza divina (cfr. 2Pe.1,4). Más que una realidad escatológica, la filiación es una realidad actual y que viven quienes creen en Jesús y aman y guardan sus mandamientos (cfr. Jn.14,23). El amor incondicional del Padre por el hombre lo lleva a entregarnos al Hijo, para darles vida eterna, hacernos hijos suyos muy amados (cfr.Jn.14,16.17.26; 15,26; 16,13). El mundo que menciona el apóstol, es el que no conoce Dios Padre ni al Hijo, sino que rechaza la salvación, por lo mismo, tampoco ama a los hijos de Dios (v.1; cfr. Jn.3,5; 16,2). Otro aspecto, que destaca el apóstol, es la filiación divina, realidad que ya poseemos, pero en que progresivamente somos introducidos por el Espíritu Santo (cfr.Jn.3,5;14,3; 15,12.17;17,24). Cuando se llegue a la plenitud, entonces descubrirán que son semejantes a Dios, elevados a tal dignidad será el cara a cara con Dios, la unión perfecta, y le contemplarán como Dios los mira y su mirar es amar (v.2). He ahí el motivo de la santidad cristiana (cfr. Mt. 5, 48; Hb.12, 14), siguiendo las huellas de Jesús, quien inició este camino de santidad (cfr.1Jn.2,6; Rm. 8, 29). Este es el plan salvífico de Dios para sus hijos, quien lo rechaza, queda excluido (cfr. Jn.15,2), en cambio, quien vive para el Padre como Jesús, y se transforma en ÉL (v.3; cfr. Col.1,17). Los Santos que veneramos recorrieron este camino y hoy gozan de la visión beatífica.      

3.- Mt. 4, 25; 5,1-12: Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

El evangelista Mateo, nos presenta las enseñanzas éticas más importantes de Jesús, el Sermón de la Montaña. Para Mateo, es importante presentar a Jesús, como un nuevo Moisés, fundador del nuevo pueblo de Dios, nuevo Legislador, con sus Leyes, Mandamientos. Las Bienaventuranzas, son la plenitud de lo escrito en el Monte Sinaí (cfr. Ex.19-24). Jesús sube al Monte, clara alusión a la antigua Alianza, se sienta, y habla a sus discípulos y a la muchedumbre (cfr. Mt.2,13-23; 5,17;17,1-9; 28,16). Esta declaración de Jesús, es un camino entre el estado actual del discípulo y el premio que se le ofrece. Es de notar que, en la primera y la octava bienaventuranza, Jesús asegura que quien las vive, ya le pertenece el Reino de los Cielos (vv.3.10). La justicia, sinónimo de santidad, se repite, habla de una realidad a transformar en el presente (vv.6.10). Mientras a las bienaventuranzas pasivas, es decir, a los que son mansos, lloran  tienen hambre y sed de justicia, se les promete una recompensa divina (vv.4.5.6), las otras recalcan una actitud positiva de cara al prójimo, la que será premiada por Dios, con esa misma actitud de su parte en el día del Juicio final (vv. 7.8.9). Si alguien quiere ser santo, dichoso, bienaventurado, ya conoce el camino.

Bienaventurados los pobres de espíritu… (v.3). ¿Quiénes son?, Son los hombres pobres, honrados, piadosos y justos, que sufren la injusticia del opresor impío. Ser pobre de espíritu es quien está abierto a Dios, porque es conscientes de no valerse por sí mismo, por ello recurre a Dios, por no ser dueños de la realidad. El pobre de espíritu interiormente está abierto a Dios, desde su condición de criatura, se confía a Dios, vive de su voluntad. A éstos se les promete el Reino de Dios.   

Bienaventurados los mansos…  (v.4). ¿Quiénes son? Son los hombres no violentos, como Jesús, manso y humilde de corazón (Mt.11,29). Se les promete que heredarán la tierra que, junto a la tenencia de hijos, son promesas propias del AT. Abraham es modelo de mansedumbre. Cuando surgen las desavenencias con los pastores de Lot, deciden separarse, Lot escoge la tierra más fértil, Yahvé en aras de la paz, en recompensa, le promete la tierra (cfr. Gn.13). Son los que poseen la tierra sin violentarla y más que en propio beneficio hacen de su dominio un servicio.   

 Bienaventurados los que lloran… (v.5). ¿Quiénes son? Son los que sufren por la injusticia, los pobres, los afligidos serán consolados por el Mesías de todo el dolor humano (cfr. Is. 40-55; Jr.30-33). Estos que sufren están presentes en el discurso de Jesús en la sinagoga, serán consolados (cfr. Lc.4,16-30; Is.61,1-2). El acto de consolar, es toda una creación, renovar relaciones, volver a la vida, rescatar de la muerte al que sufre. Si el sufrimiento es por Cristo y el evangelio (cfr.2Cor.1,3-7), es la capacidad de padecer en bien del prójimo 

 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia… (v.6). ¿Quiénes son?  Son los que anhelan y se esfuerzan por trabajar por la justicia como don divino y tarea en esta vida. Según esto no se refiere obedecer a una ley o norma sino relacionarse con una persona, con Dios, fuente de toda buena relación. Esta es la justicia en la línea profética, que promueve el espíritu de la ley y la relación entre las personas (cfr. Am. 2, 6-8). Ser saciados será fruto parcial del esfuerzo humano, en definitiva, sólo Dios puede saciar definitivamente la sed de justicia (cfr. Sal. 42,2; Is.11,1-14; 55,1; Jr.23,6; 33,169. Sólo Dios puede implantar la justicia, con quienes luchan por ella, en medio de otros, que oprimen a otros en el mismo espacio social.    Jesús, con su palabra y Pan de vida sacia esa hambre de justicia del hombre interior.

Bienaventurados los misericordiosos… (v.7). ¿Quiénes son?  Son los que obran como Dios. Si la misericordia es un atributo divino, también se espera de los creyentes misericordia (cfr. Ex.34,6; Mi.6,8). Alcanzarán misericordia los que obraron con misericordia con su prójimo (cfr.Mt.7,2). En la misma bienaventuranza está contenida la promesa, es decir, cuando se es misericordioso, se recibe la recompensa de parte de Dios.  

 Bienaventurados los limpios de corazón… (v.8), ¿Quiénes son? Son los puros de corazón, los que viven con rectitud y tienen pureza de intención. Éstos son los que verán a Dios. ¿Cómo se cumple esta promesa, si la Escritura asegura que es imposible ver a Dios y permanecer con vida? (cfr. Ex.19,21; 33,20; Lv. 16,2). Pero es la misma Escritura, los Salmos concretamente donde surge el deseo de buscar y ver el Rostro de Yahvé y en otros pasajes es el mismo Dios que se deja encontrar (cfr. Sal.27,8-9; 41, 2-3; 66,2; 69,18; Is.55,6; Jer.29,13-14). Todo parte del corazón origen del auténtico culto a Dios y de la relación que no olvida al prójimo necesitado. Si lo buscan de corazón se les promete que lo verán. Jacob vio a Dios para luego reconciliarse con su hermano (cfr. Gn.33,10). El puro de corazón contempla la realidad con la mirada de Dios.   

Bienaventurados los que trabajan por la paz… (v.9). ¿Quiénes son? Se trata de los que trabajan por ella, como Dios trabaja, servimos al Dios de la paz (cfr. Rm. 15, 33; 16, 20). Más que ser pacífico, se trata del que tiene un compromiso con la paz. Cristo es nuestra paz, dirá Pablo, porque derribó el muro del odio que separaba a judíos y gentiles, con su sangre derramada en la cruz (cfr. Ef. 2,14-18). Estos serán hijos de Dios, porque son justos, santos a los ojos de la Sabiduría (cfr. Sab. 5,5). Son los hijos de Dios quienes restablecen la relación de los hombres con Dios para vivir como hijos suyos y como hermanos, prolongación de la propia filiación y fraternidad que ellos gozan al vivirla intensamente.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia… (v.10).

¿Quiénes son? Son los justos que sufren la injusticia de los ricos y opresores; se trata de los profetas perseguidos por estar comprometidos con los hombres que sufren la injusticia que por denunciar esta situación sufran la represalia de los jefes políticos e incluso religioso. Es la propia experiencia de Jesús (cfr.1Re.19,10; Jr.2,30; 2Cr.36,15-16). El Reino de Dios es de ellos desde esta vida.      

Bienaventurados seréis cuando os insulten y os persigan… (v.11-12).  En la conclusión a la persecución, se agrega la injuria, y al motivo de la justicia, la causa en definitiva es el propio Jesús. El evangelista relaciona la causa de la justicia y la de Jesús, por obedecer la palabra de Dios, con Juan Bautista, deberán cumplir toda justicia (cfr.Mt.3,15).  Si Jesús había invitado a los discípulos a orar por los que los persigan (cfr.Mt.5,44), ahora es a alegrarse y regocijarse, porque la recompensa será grande en el Reino de los Cielos.  El Padre será el que recompense definitivamente a todos los discípulos de su Hijo (cfr. Mt. 6,1-16; 10,41-42). La gloria de todos los Santos, es también nuestro destino; ellos interceden para que lleguemos a ese estado de unión y felicidad, mientras caminamos hacia la vida eterna.    

Santa Teresa de Jesús, contempla en el cielo las almas de los bienaventurados, envidia su dicha y aspira alcanzarla y pide por los cristianos, que como ella, caminen hacia la eternidad. “¡Oh almas que ya gozáis sin temor de vuestro gozo y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa fue vuestra suerte. Qué  gran razón tenéis de ocuparos siempre en estas alabanzas y qué envidia os tiene mi  alma, que estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan grandes que en estos  desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento,…¡Oh bienaventuradas ánimas celestiales! Ayudad a nuestra miseria y sednos  intercesores ante la divina misericordia, para que nos dé algo de vuestro gozo y  reparta con nosotras de ese claro conocimiento que tenéis.  Dadnos, Dios mío, Vos  a entender qué es lo que se da a los que pelean varonilmente en este sueño de esta  miserable vida. Alcanzadnos, oh ánimas amadoras, a entender el gozo que os da  ver la eternidad de vuestros gozos, y cómo es cosa tan deleitosa ver cierto que no  se han de acabar. ¡Oh desventurados de nosotros, Señor mío!, que bien lo sabemos  y creemos; sino que con la costumbre tan grande de no considerar estas verdades,  son tan extrañas ya de las almas, que ni las conocen ni las quieren conocer. ¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y comprar heredad  tan deleitosa y permaneciente con este precioso precio!, decidnos: ¿cómo  granjeabais con él bien tan sin fin? Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente;  coged agua para los que acá perecemos de sed.” (Exclamaciones 13,1.2.4).

                                                                                  P. Julio González C.