COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Trigésimo primero domingo durante el año, Ciclo B
Evangelio según San Marcos 12,28b-34 (ciclo B)
Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el
primero de los mandamientos?”. Jesús respondió: "El primero es: Escucha,
Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí
mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos". El escriba le dijo:
"Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay
otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y
con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos
los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había
respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios".
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
DIOS Y EL PRÓJIMO
Esta es una
oración antigua de Israel que se repite tres veces al día, son los dos
mandamientos: el amor a Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todo
el espíritu, con toda la fuerza; y el otro que es amar a los demás, a nuestros
hermanos, al prójimo como a uno mismo. Dos mandamientos y un solo amor, y los
dos son esenciales.
Para que nadie
tenga dudas, la esencialidad está en el espíritu, en la vida; como que también
lo expresa, misteriosamente, Jesucristo verdadero Dios y verdadero Hombre. Él
viene a ser la síntesis del misterio, de lo divino y de lo humano.
Resulta que muchas
veces interpretamos mal, escuchamos mal, distorsionamos el valor y el sentido
de las cosas. Muchas veces queremos borrar a Dios de nuestros proyectos, de
nuestras leyes, de nuestra vida, de nuestra sociedad, como si Dios estuviera
demás. Y así exacerbamos el segundo mandamiento, amando al prójimo como a uno
mismo, sirviendo, aportando a la justicia, quitando el hambre de los pobres,
trabajando por los demás ¡está perfecto! Pero una cosa no quita la otra.
En la vida hay
que hacer síntesis y yo diría mucho más: la fuerza de Dios potencia el amor al
hermano; el acercamiento a Dios enriquece el servicio ante nuestros hermanos.
Pero el alejamiento de Dios empobrece, entristece y opaca la relación
interpersonal entre los hermanos.
Si hay alguien
que es el sujeto, en este caso seríamos nosotros, que nos dice “ama al prójimo
como a ti mismo”, les puedo asegurar que muchas veces nosotros no nos sabemos
amar, y como no sabemos amar en serio no sabemos amar a los demás.
Síntesis,
plenitud, madurez. A Dios hay que dejarlo ser Dios en nuestra vida y que Dios
nos siga iluminando para descubrir y reconocer en el otro a nuestro prójimo. Y
saber que si nos alejamos de Dios perdemos el equilibrio; si perdemos el
equilibrio nos vamos a perder y también
en contra de los demás. Dios quiera que aprendamos en serio estos dos
mandamientos apoyados en un único amor: Dios y el prójimo
Les dejo mi
bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén