DOMINGO 33 ORDINARIO, CICLO B
El que con una mano da, con las dos
recibirá.
Nos
aproximamos rápidamente al fin del año litúrgico, pues el próximo domingo
celebraremos a Cristo, Rey del Universo, y una lectura superficial de la
Palabra de Dios este día podría inducirnos al temor y a la desesperanza, pero
es todo lo contrario, los textos nos alientan a la confianza plena en el Señor
Jesús. Así pasa con el Profeta Daniel que abre el mensaje de este domingo,
poniendo al frente al Arcángel Miguel
que defenderá a su pueblo de cualquier insidia del demonio y nos anima a la
confianza en el Señor, pues él salvará a los que están escritos en el libro de
la vida, que ciertamente serán muchos más de los que las gentes que tocan a
nuestra puerta afirmando que sólo serán cuento cuarenta y cuatro mil los
salvados, pues Cristo vino por todos nosotros y no sólo por unos cuántos. El
mismo Profeta afirma que los que han vivido al amparo de la Palabra de Dios,
brillarán como el esplendor del firmamento y los que han enseñado con la propia
vida la justicia entre los hombres, resplandecerán como estrellas por toda la
eternidad. ¿No nos bastaría con eso?
Pero
el Salmo 15 mismo nos invita a la confianza en el Señor, a tenerlo siempre a
nuestro lado y así nunca tropezaremos y
afirma de paso que Cristo Jesús no nos abandonará a la muerte ni dejará que los
suyos sufran la corrupción, por eso levantamos nuestra mirada al Señor, para
que nos enseñe caminos de vida para
saciarnos de gozo en su presencia y de alegría perpetua junto a él.
Recordemos
que Cristo con su entrega, su fidelidad y su sacrificio, pudo sentarse a cambio
a la derecha del Padre y aguarda a que sus enemigos sean puestos a sus pies,
dejándose acompañar por siempre de los que fueron dignos el día del juicio
final.
Donde
conviene detenernos un poquito más es en el texto de San Marcos donde nos
presenta a Cristo en aquel día final donde él triunfará sobre sus enemigos,
donde dará a cada uno según sus obras y llevara al seno del Padre a todos los
elegidos. Se pinta muy claro cierta conmoción en los astros del cielo, en el
sol, la luna y las estrellas, pero aún en eso no podemos dejarnos llevar por el
engaño, pues es claro que: “Entonces verán venir al Hijo del Hombre
sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad. Y él enviará a sus ángeles
a congregar a los elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo
profundo de la tierra hasta lo más alto del cielo”. Creo se vale soñar y por
qué no imaginarnos entre todos esos elegidos, si aunque con las deficiencias
propias de nuestra naturaleza, hemos tratado de hacer sentir a Cristo sobre la superficie
de la tierra, y escuchar aquellas palabras memorables: “Vengan, benditos de mi
Padre… porque estuve hambriento y sediento y en la cárcel y en la pobreza y
enfermo y fui migrante… y me socorriste”. ¿No te lo imaginas así? Tenemos
derecho, pues Cristo ha puesto en nuestras manos todo lo necesario para obtener
esa salvación, la Iglesia en primer lugar,
con todas sus deficiencias actuales, pero madre nuestra al fin y al
cabo, los sacramentos, la Confesión, la Eucaristía, el mismo bautismo y la
Confirmación que nos dio la fuerza del Espíritu Santo y que selló nuestros
corazones con una marca más fuerte que todos los tatuajes que los jóvenes
puedan inventarse para sus cuerpos fuertes y robustos, porque se trata
precisamente de la marca del Espíritu Santo en nuestros corazones.
Vale
la pena, al final, considerar las palabras de Cristo que serán importantes cuando personas toquen a tu
puerta para anunciarte calamidades y el fin próximo de nuestro mundo. Será
entonces cuando podremos decirles con el Evangelio en la mano: “Hermano,
hermana, no se hagan tontos, el mundo tiene para largo, a pesar de nuestros
tropiezos y fracasos, Cristo ha dejado muy en claro que el día del juicio final
solo es conocido por el Padre y ni siquiera Jesús en cuanto hombre conoce ese
momento, de manera, hermanitos, no se hagan tontos, mejor intenten vivir el
momento y déjenle al Padre decidir en qué momento terminar con todo este mundo
inmenso, maravilloso y bello que el Señor nos ha dado para administrarlo y
entregárselo mejor de lo que nosotros hemos recibido”.
Con
todo esto, mis queridos hermanos,
vivamos con plena alegría el momento que Dios nos concede y así
esperaremos ya la fiesta de Cristo muerto y resucitado, Señor y Rey del
universo.
El P.
Alberto Ramirez
Mozqueda espera que ustedes divulguen mi
mensaje si lo ven de imporcia. Mi correo es
alberami@prodigy.net.mx