TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXXIII B
(18-noviembre-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Seamos
motores de esperanza
ü Lecturas:
o Libro
de Daniel 12, 1- 3
o Carta
a los Hebreos 10, 11. 14. 18
o Marcos
13, 24-32
ü Cuando
pensamos en el futuro, nos sentimos inquietos, porque todo es incertidumbre.
¿Qué será de nosotros? ¿Qué será de nuestras familias? ¿Qué será del país? Estas
preguntas, que nos causan preocupación, constituyen un excelente mercado para
toda suerte de charlatanes que afirman tener la capacidad de leer el futuro
mediante la carta astral y las líneas de la mano. Es increíble la ingenuidad de
la gente que paga para que le digan estupideces…
ü Esta
incertidumbre respecto al futuro se extiende, igualmente, a la humanidad, al
planeta Tierra y al cosmos. Todo empezó con el Big Bang. ¿El final será
igualmente una explosión, no ya para empezar a escribir el capítulo de la vida,
sino para una destrucción inimaginable? Los escritores de ciencia ficción y los
que se auto-proclaman profetas han escrito innumerables páginas sobre este
tema. Y tratan de dar credibilidad a sus delirantes invenciones utilizando
seudo-argumentos científicos y textos bíblicos.
ü Las
lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre el final de la
historia, no como un hecho físico, sino como una profunda experiencia de fe,
entendiendo ese momento como el encuentro solemne con Jesucristo, Señor de la
historia. El lenguaje utilizado por estos textos es sobrecogedor. Los invito a
ir más allá de las imágenes, que nos asustan, para comprender que este
encuentro estará caracterizado por el amor.
ü En
el texto que acabamos de escuchar de la Carta a los Hebreos encontramos la explicación
para mirar con paz los tiempos escatológicos; leemos allí: “Cristo ofreció un
solo sacrificio por el pecado. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para
siempre a los que ha santificado. Porque una vez que los pecados han sido
perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos”.
ü La
pascua de Cristo nos ha reconciliado con Dios. Se ha derrumbado el muro que nos
separaba del Padre. Gracias a la muerte y resurrección de Cristo, nos podemos llamar
hijos de Dios y coherederos del Reino. Por eso la mirada cristiana del futuro
no puede estar ensombrecida por la angustia y el temor. Cristo es el punto de llegada de la historia.
En el contexto de la liturgia de hoy, tenemos que preguntarnos qué nos dice
hoy, a cada uno de nosotros, este encuentro definitivo con el Señor al final de
los tiempos.
ü Lo
primero que tenemos que reconocer es que ignoramos cuándo sucederá eso. Lo
expresa claramente Jesús en su conversación con los discípulos: “Nadie conoce
el día ni la hora. Ni los ángeles del cielo, ni el Hijo; solamente el Padre”. Este
desconocimiento del futuro no puede conducirnos a una parálisis en cuanto al obrar.
Tenemos que vivir intensamente, responsablemente, el presente, cumpliendo las
tareas que nos han sido asignadas. Dios nos ha constituido en administradores
de la casa común con unas tareas muy precisas. Tenemos la obligación de hacer
presentes los valores del Reino, los cuales brillarán en todo su esplendor al
final de los tiempos.
ü Como
administradores de la casa común, en cualquier momento seremos llamados a rendir
cuentas. En ese momento no habrá posibilidad de disculparnos ni podremos evadir
nuestras responsabilidades asignándolas a otras personas. Ante la plenitud de
la Verdad no es posible manipular los hechos.
ü Las
lecturas de este domingo nos motivan a mirar hacia el futuro con esperanza.
Para los bautizados, que participamos de la pascua del Señor, no hay lugar para
el pesimismo. Tenemos que cambiar nuestro discurso, que nos impide ver las cosas
positivas que están pasando a nuestro alrededor. Millones de colombianos de
bien están llevando a cabo proyectos innovadores que generan nuevos puestos de trabajo.
Infortunadamente, las acciones positivas no interesan a los medios de
comunicación, que prefieren ser la caja de resonancia de los hechos negativos.
Y las redes sociales se alimentan, como aves de carroña, de los escándalos y
los chismes.
ü No
nos dejemos intoxicar por el pesimismo. Cambiemos nuestros relatos. Cristo
resucitado es la victoria sobre el pecado y la muerte. Con nuestras acciones
expresemos el triunfo de la vida. Superemos el escepticismo sobre la reconciliación
y la paz. Hemos firmado un acuerdo para poner fin a cincuenta años de
enfrentamientos entre hermanos. La historia no le perdonaría a nuestra
generación que dejáramos languidecer estos acuerdos que, con todos sus defectos
y debilidades, han silenciado miles de armas. Los cilindros de gas dejaron de
estallar sobre los pueblos de Colombia. ¿Queremos regresar al pasado? No le
pongamos obstáculos a la paz. Facilitemos la reincorporación de los excombatientes
a la sociedad civil.
ü Los
seguidores del Señor resucitado somos sembradores de fe, esperanza y amor.
Caminemos hacia el futuro con optimismo porque sabemos que, al final del
sendero, nos espera el Señor de la vida. Y mientras caminamos en esta vida,
hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que los valores centrales del
Reino de Dios, se hagan presentes en la vida diaria: justicia, igualdad, solidaridad,
reconciliación. El gozo del Evangelio es nuestra consigna.