TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXXIV B
FIESTA
DE CRISTO REY
(25-noviembre-2018)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Un
Rey atípico
ü Lecturas:
o Libro
de Daniel 7, 13-14
o Apocalipsis
1, 5-8
o Juan
18, 33-37
ü Con
la fiesta de Cristo Rey concluye el Año Litúrgico. ¿Qué significa esto? Domingo
a domingo fuimos recorriendo los diversos momentos de la vida de Jesús,
meditamos en sus parábolas que, paso a paso, nos fueron descubriendo el Reino
de Dios, y nos dejamos interpelar por sus milagros:
o El
comienzo del Año Litúrgico es el Adviento o tiempo de preparación para celebrar
el misterio gozoso de la Navidad. Los textos litúrgicos del Adviento crean un
clima de expectativa (Ven, no tardes tanto) y preparación para acoger al Hijo
eterno del Padre que se hace niño.
o El
punto de llegada o cierre del Año Litúrgico es la fiesta de hoy, cuando
meditamos en el misterio de Jesucristo, Señor de la vida, constituido Rey del
universo.
ü Es
muy interesante comparar los dos momentos, el comienzo y el punto de llegada
del Año Litúrgico. Al encarnarse y nacer en un establo, el Hijo eterno del
Padre se despoja de los atributos de la divinidad. Y después de cumplir la
misión redentora que le confió el Padre, Jesús es revestido de los atributos de
la divinidad y constituido Rey del universo.
ü En
el libro de Daniel y en el Apocalipsis encontramos dos descripciones de gran solemnidad,
escritas en un lenguaje que es difícil de comprender por su simbolismo:
o El
texto de Daniel nos comunica la solemnidad del momento, y su relato se
desarrolla en forma de una visión: “Vi a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano de muchos siglos y
fue introducido a su presencia. Entonces recibió la soberanía, la gloria y el
reino. Y todas los pueblos y naciones de todas las lenguas lo servían”.
o El
autor del libro del Apocalipsis nos describe una escena de una solemnidad que
sobrecoge: “Miren, Él viene entre las nubes, y todos lo verán, aun aquellos que
lo traspasaron. Todos los pueblos de la tierra harán duelo por su causa. Yo soy
el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de
venir, el todopoderoso”.
ü Esta
celebración de Cristo, Rey del universo, tiene un problema básico para su
adecuada comprensión. Las palabras Rey-Reino están asociadas a riqueza y boato.
Apenas las escuchamos, nuestra imaginación se traslada al Parlamento inglés,
cuando una anciana reina, recubierta de joyas esplendorosas, abre solemnemente las
sesiones del Parlamento. Tenemos que hacer un esfuerzo para superar estas imágenes
y así poder profundizar en el auténtico mensaje que nos transmite esta fiesta.
ü El
trono de Jesús es la Cruz. Con su muerte llevó a cabo la misión redentora que
le confió su Padre celestial. Al tercer día, su Padre lo resucitó de entre los
muertos y lo constituyó como Rey y Señor. Si Jesucristo pasó de la muerte a la
vida, si recorrió su pascua, también nosotros tenemos que hacerlo. Tenemos que
ser como el grano de trigo que cae en tierra y muere para poder dar fruto…
ü En
el lenguaje propio de las Cortes de los siglos anteriores, se hablaba de los favoritos; se trataba de personajes
que estaban muy cerca del corazón de los monarcas, y esa cercanía les daba
inmenso poder y riqueza. Y cuando esos amores se marchitaban, lo perdían todo.
En este Reino tan atípico que instaura Jesús, cuyo trono es la Cruz, ¿quiénes
son los favoritos? Están claramente identificados en los relatos evangélicos:
los niños, los vulnerables, las viudas, los pecadores, los samaritanos, los
excluidos por la sociedad. Como podemos verlo, se trata de una Corte muy
singular.
ü Cristo
Rey no pretende seducirnos, como lo hacen los poderosos de este mundo, con
halagüeñas promesas de poder y riqueza. Nos invita a cargar nuestra propia cruz
y seguirlo. Y el programa de su Reino es el Sermón de las Bienaventuranzas.
ü El
evangelista Juan nos permite conocer la conversación entre Jesús y el
gobernador romano. Es un diálogo sobre el poder. El representante de Roma, la
gran potencia militar y económica de la antigüedad, estaba acostumbrado a
hablar de calzadas, acueductos y legiones. Por eso le es imposible comprender
las palabras de Jesús: “Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la
verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. ¡Desconcierto total!
ü A
lo largo de la historia de la Iglesia ha existido una tensión entre los pastores
que se sienten atraídos por el poder y la riqueza, y aquellos pastores que son
coherentes con los valores del Evangelio, y viven su ministerio en espíritu de
servicio y sencillez, despojados de toda ambición.
ü Celebremos
esta fiesta de Cristo Rey en el espíritu que nos propone el Papa Francisco: una
Iglesia misionera en salida, que desea llegar a las periferias para anunciar el
gozo del Evangelio.