«EL REINO DEL REVÉS»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de
Posadas,
para la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del
Universo
[25 de noviembre de 2018]
Con la celebración de la Solemnidad de
Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, culminamos el año litúrgico. Desde
el próximo domingo empezaremos a prepararnos para celebrar la Navidad, el
nacimiento de Jesús y lo haremos durante varias semanas en el llamado tiempo de
Adviento.
Esta celebración de Cristo Rey puede
confundir a varios, asociando esta denominación con el poder y la fastuosidad
de los reyes contemporáneos. Aunque en realidad hay que señalar que hoy ya no
quedan muchos reyes y no tienen tanto poder, tampoco en la época de Jesús entendieron
demasiado qué tipo de reinado tenía Jesús y cómo era su Reino. Pilato en el
Evangelio de este domingo (Jn 18,33b-37), expresa lo
confundido que estaba sobre la realeza que tenía el Señor. «Pilato le dijo ¿Entonces tu
eres Rey? Jesús respondió: tú lo dices. Yo soy Rey» (Jn 18,37).
De todas maneras, el Señor explica a Pilato, algo que seguramente por su ceguera
espiritual y su alejamiento de Dios no podía comprender: «Mi realeza no es de este
mundo». (Jn
18,35)
Es cierto que en general la ceguera e
incomprensión sobre el reinado de Jesús, es también una incomprensión sobre la
misión de la Iglesia. La imposibilidad de captar por dónde pasa el verdadero
Reino, está ligada al alejamiento de Dios. Para percibirlo es necesaria una
cierta mirada de fe. Es clave recordar que como Iglesia y como cristianos
debemos seguir apostando en la cotidianidad, no al éxito, ni a triunfalismos
pastorales, sino a la fidelidad, al seguimiento de Cristo, el Señor, que
siempre implica el tomar la cruz de cada día, considerando que el discipulado
debe ser siempre pascual. El Apóstol Pablo en la carta a los Filipenses nos
señala el camino que la Iglesia debe guardar mirando a Jesucristo, el Señor: «Tengan los mismos
sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró
esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario,
se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante
a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por
obediencia la muerte y muerte de cruz». (Flp
2,5-8)
Para cumplir nuestra misión
evangelizadora siempre deberemos ubicarnos en la pequeñez y en la humildad,
desde donde podemos servir en la construcción del Reino de justicia y de paz: «Felices
los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los
Cielos». (Mt 5,3)
Si bien este código de la pequeñez es
parte de la fe del discipulado cristiano, e implica a todos los bautizados, es
necesario especialmente que aquellos que tenemos distintas responsabilidades
públicas y sociales tengamos una captación de esta dimensión esencial de la
vida cristiana, por las consecuencias que esto debe tener en la sociedad,
traducidas en actitudes que hacen al servicio y al bien común.
Hace pocos días hemos celebrado en el Santuario
de Loreto una verdadera fiesta diocesana, nuestra 17° peregrinación, en donde
como pueblo de Dios, miles, «contra viento y marea» hemos visitado a nuestra
Madre y hemos celebrado a nuestros mártires. Quiero agradecer a tantos que trabajaron
para que se haya dado un momento que tanto bien nos hace en el camino de
evangelización de nuestra Diócesis.
Este fin de semana, 24 y 25, se
realiza la Asamblea diocesana de jóvenes. Es una oportunidad para buscar
integrar desde nuestra realidad, los frutos del Sínodo sobre los jóvenes
realizado en octubre. En Misiones, la gran mayoría de la población es joven. Desde
la tarea evangelizadora de la Iglesia queremos comprometernos con sus alegrías
y sufrimientos.
Estamos celebrando el domingo de
Cristo Rey. El texto del Evangelio de este domingo pone al descubierto que
Pilato carecía de fe para comprender qué le decía el Señor: «Pilato le dijo: ¿Entonces
Tú eres rey? Jesús respondió: Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad,
escucha mi voz». Nosotros
también necesitamos desde la fe y la pequeñez captar y comprometernos con este Reino
que nos hace discípulos y testigos de Jesucristo, promotores de algunos valores
como la vida, la familia, la justicia, la verdad, que nos permiten tener un
horizonte de esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo
domingo!
Mons. Juan
Rubén Martínez,
obispo de Posadas