COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

 

Evangelio según San Juan 18, 33B-37

 

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: “¿eres Tú el Rey de los judíos?”; Jesús le respondió: “¿dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?”, Pilato replicó: “¿acaso yo soy judío?, tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos, ¿qué es lo que has hecho?” Jesús respondió: “mi realeza no es de este mundo; si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos, pero mi realeza no es de aquí”; Pilato le dijo: “¡entonces, Tú eres Rey!”, Jesús respondió: “¡tú lo dices, Yo soy Rey!, para esto he nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la Verdad; el que es de la Verdad escucha mi voz!”

 

LA VERDAD ES LA LIBERTAD

 

¡Qué cosa extraordinaria! Cómo Jesús sabe perfectamente que Él es Dios, que es Rey, y se anima para que Pilato descubra, por sí mismo, el valor del encuentro entre él y Jesús. Por eso le pregunta “¿dices esto por ti mismo, u otros te lo han dicho de mí?” y Pilato explica que no es judío, “te han entregado tus compatriotas y los sumos sacerdotes” y Jesús aclara sabiendo perfectamente a qué había venido.

 

La conciencia mesiánica de Cristo, es la claridad después de la afirmación que encontramos en el Evangelio “nadie me quita la vida, sino que yo mismo la entrego, yo mismo la doy.” Cristo sabía muy bien todo lo que iba a pasar; su conciencia mesiánica es lo más sublime, lo más fuerte que, sabiendo todo, Él acepta el sacrificio.

 

Una persona es más grande, más plena, cuando sabe las cosas aún en contra de sus sentidos y hace lo que tiene que hacer. Una mamá, a veces, se saca la comida de sí para dársela a los hijos. Un padre que quiere huir de su hogar, por amor a sus hijos se queda con ellos. Un hijo que queriendo hacer otras cosas, para no herir a sus padres, acepta estar con ellos. Siempre hay una tensión, pero la tensión no es la dificultad sino que es la decisión de lo que uno tiene que tomar: tener conciencia de su misión. O cuando un sacerdote en algún momento de la debilidad de su vida, se enamoró de alguien, pueda decir “¡sí, yo me enamoré de alguien, pero el amor de Dios vale más, el amor de Dios me pudo más!” Cuántas veces los cansancios son tan grandes que, a veces, la tentación es de huir y al tomar conciencia se queda siguiendo con la misión.

 

El testimonio, la conciencia, le martirio, me recuerdan el libro “Diálogo de Carmelitas”, del escritor francés George Bernanós (basada en la novela “La última del cadalso”, de Gertrude von Le Fort, una protestante conversa) donde se narra que una hermanita religiosa -que siempre vivía con miedo porque había nacido durante el estruendo de las bombas- en 1794 cuando los revolucionarios entraron al convento para llevárselas al patíbulo, -iban a ejecutarlas por negarse a renunciar a sus votos religiosos-, se escapa porque tenía miedo, pero viendo a sus hermanas que eran llevadas a la plaza para el sacrificio, también ella temblando y con las manos apretadas, volvió, se acercó y dio la vida como sus hermanas en el sacrificio.

 

La verdad es la libertad. “Quien escucha mi voz, vivirá en libertad y en verdad”. Que Cristo Rey reine en nuestros corazones, que nos haga vivir libres en el servicio, en el testimonio, en la entrega, en la donación de la vida. Cierta vez dijo un niño “cuando le pego a mi hermana, Cristo no reina en mi corazón”. Si pensáramos esto con fe, el mundo sería distinto.

 

¡Feliz Cristo Rey y vivamos con libertad, amor y verdad!

 

 

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén