Primer domingo de Adviento, Ciclo C

LO QUE EN LA TETA SE MAMA, HASTA LA MUERTE SE CLAMA

 

El primer domingo de Adviento prepara nuestros corazones para la venida de Cristo, pero precisamente en este primer domingo, parece que nos alejamos del objetivo que sería atender a la Navidad del Señor, sin embargo, hay  que quedar ciertos de que aunque vino en cuanto hombre en carne mortal y sencillo y pobre no por eso dejamos de considerar que es el Hijo de Dios y que volverá al final de los tiempos para acabar de encaminar a todos los llamados al Reino de los cielos. Si es verdad que Cristo ya ha venido, y viene constantemente a nuestro mundo en las especies sacramentales, concretamente en nuestra Eucaristía, para alegrarnos anticipadamente con el pan de Vida y de Esperanza, pero teniendo muy claro que el Señor vendrá para llevar a los suyos al descanso en los brazos del Buen Padre Dios.  Este será el momento de la liberación, de levantar la cabeza porque el Hijo del hombre estará con los suyos para no separarse más.

 

De ahí la recomendación del mismo Cristo: “Estén alerta, para que los vicios, embriaguez  y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquél día los sorprenda desprevenidos… velen, pues y hagan oración, continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del Hombre”.

 

Estas palabras de Cristo deberían calar hondo en nuestros corazones, pues si somos sinceros, esta temporada que debería ser preparación para la venida del Hijo del hombre en carne mortal, son precisamente días de desenfreno, de despedidas donde abunda el alcohol, el baile, el desenfreno y otras muchas cosas que parece que son  el distintivo de la época y no precisamente días de espera del que vendría en carne mortal a acompañarnos en nuestro camino a la casa del Padre.

 

Algo muy práctico que nos ayudaría a pensar  precisamente en la llegada del Salvador, sería hacer entre todos los de la casa, un buen nacimiento, no en un rincón, ni bajo el árbol de  Navidad, sino en un lugar de honor, donde pudiera la familia entera congregarse a la oración y la alabanza del Divino Niño que trae paz y alegría a los corazones.

 

Y si se trata de preparación, aprendamos  de los comerciantes que tienen ya meses de anticipación, con las bodegas llenas, pues los cristianos incautos se acercarán a ellos en busca de cosas y cosas y cosas, adornitos y adornotes que darán la impresión de que todo mundo se prepara, en todos los aspectos, menos en el corazón que muchas veces queda vacío, porque hubo entre otras cosas, regalos y regalos, pero el único que se quedó sin regalos fue precisamente el Salvador que se quedó fuera de la fiesta sin quien quisiera invitarlo. ¡¿Qué paradoja, verdad?!  El festejado se queda sin invitación, sin fiesta, sin regalos y sin amigos que le brinden un cobijo siquiera, en esos días en que la temperatura se vuelve inclemente y los pobres, a los que Cristo vino a acompañar se quedan en la oscuridad, sin amor y sin consuelo.

 

Y ya puestos a considerar los obstáculos para festejar precisamente a Cristo el recién nacido, es importante señalar a un enemigo que se agiganta cada vez más hasta desplazar por completo al mismísimo Cristo Jesús.   Se trata del llamado “santa clos”, que tiene sus orígenes en los holandeses que fundaron New York con sus costumbres y sus mitos y se fue gestando con el dibujante alemán Thomas Nasa que lo diseñó para  sus artículos periodísticos navideños.  Pero el verdadero nacimiento de santa Claus viene del 1931 cuando Coca-Cola le encarga al pintor Haddam  Sundflor el diseño del personaje que tendría que estar entre la realidad y la ficción. Así nace el panzón, con risa de idiota y con barba y pelo blanco. Ya entendemos que si Coca-Cola está al frente, él contará con todo su apoyo. A eso se le agregó lo del trineo y el reno Rodolfo que con su nariz roja brillante y potente va guiando los pasos del emotivo personaje.

 

Poco podremos hacer, y los niños seguirán pidiendo regalos a Santa y esperarán que entre por la chimenea aunque nuestras casas no la tengan, si los cristianos no nos percatamos que santa podrá traernos regalos, pero que Cristo nos trae el único regalo apetecible, la paz para nuestro mundo, el progreso y la justicia para los hombres y definitivamente la Salvación para todos. Que esta Navidad se encienda la luz de la verdad y de la alegría en el corazón de todos los que confiamos verdejamente en la Luz que el Señor quiere encender entre nosotros.

 

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