Desde el reverso de la historia
Una afirmación elocuente y luminosa para nuestro tiempo, la sentenció el
Concilio Vaticano Segundo cuando nos dijo: “Cristo está unido a todo ser humano
sin excepciones, aunque éstos no tengan conciencia de ello”. Esto constituye
una verdadera revolución en la comprensión de nuestra fe y en la valoración de
todo ser humano. Su dignidad le viene de su unión con Cristo que nos ayuda a
entender el principio humanidad en sus raíces y en su meta.
De ahí que lo simple y pequeño tenga significación desde Cristo. O mejor,
es desde lo más insignificante y despreciable desde donde construimos la
historia en la antropología cristiana. Los no visibles a los ojos del mundo,
son los actores importantes para Jesús. Dos viudas. Así de simple. Y Ellas
toman relevancia en la Palabra de Dios como protagonistas de una relectura de
la historia en sus bases y en su importancia.
La Viuda de Sarepta estaba recogiendo leña para
hacer la última colada, darle a su hijo y luego morir. Un hombre de la estatura
de Elías, la sorprende en esta acción postrera y la invita a vaciar su alcuza
con la seguridad plena de que seguirá llenándose en la medida en que invite al
Profeta a compartir su merienda. La fe de esta mujer la coloca en la vertiente
histórica de las grandes mujeres que salvaron a los héroes y desde la alcuza de
su pequeñez hacen grande su fe y la del pueblo.
Jesús está en el templo. Es la hora de la ofrenda. Su ojo avizor le lleva a
leer en intuición profunda, el corazón de los donantes. Y cada uno va dando
según su estrechez de miras. Una viuda también se acerca con lo mínimo que
tiene o que es y lo da todo. Su alcuza queda vacía. Pero la mirada de Jesús le
llena el alma y esto tan pequeño que dio que era Ella misma, se trueca a los
ojos del Señor en la más grande ofrenda que puede dar ser humano y que se
repite en la solidaridad de quienes comparten la última gota de su vida para
construir la historia desde su reverso.
Cochabamba 11.11.18
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com