COMPARTIENDO
EL EVANGELIO
Reflexiones
de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas
por radios de Capital y Gran Buenos Aires)
Domingo
tercero de Adviento, Ciclo C
Evangelio
según San Lucas 3,10-18
Dios
dirigió su Palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el
desierto. Este empezó a recorrer toda le región del rio Jordán, anunciando un
bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba:
"¿Qué debemos hacer entonces?". El les
respondía: "El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que
tenga qué comer, haga otro tanto". Algunos publicanos vinieron también a
hacerse bautizar y le preguntaron: "Maestro, ¿qué debemos hacer?". El les respondió: "No exijan más de lo
estipulado". A su vez, unos soldados le preguntaron: "Y nosotros,
¿qué debemos hacer?". Juan les respondió: "No extorsionen a nadie, no
hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo". Como el pueblo estaba
a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la
palabra y les dijo: "Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus
sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su
mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero
consumirá la paja en el fuego inextinguible". Y por medio de muchas otras
exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia.
¿QUE
TENGO QUE HACER?
El bautismo de conversión que anuncia Juan el Bautista nos da motivo de
qué pensar, qué discernir, porque hay que estar atentos y preguntarse, frente a
lo inminente, la venida del Señor, ¿qué cosa tenemos que hacer y de qué manera
tenemos que responder? La respuesta que Jesús hace a Juan el Bautista son como
tres figuras, tres prototipos de personas: la muchedumbre, los publicanos y los
soldados. Son los tres rubros con los
que la gente se sentía identificada.
Y entre nosotros, ¿quiénes son?; los
obispos, los sacerdotes, las religiosas, los seminaristas, los consagrados, los
diáconos, ¡todo el pueblo fiel! Después, los políticos, los docentes, los
profesionales, los médicos, los enfermeros, ¡todos! La mamá, el papá, el hijo,
el hermano, la hermana, ¡todos los rubros! Preguntarnos ¿qué tenemos que hacer?
Creo que hay que hacerse esta pregunta porque, así como va, el mundo no anda
bien. Estamos dando respuestas un poco viejas, pidiendo cosas, y no vivimos lo
que tenemos que vivir.
La presencia de Dios: hoy en día en
algunos sectores se lo quiere excluir a Dios porque “molesta”, porque va contra
el “criterio universal”, se dice que “no hay que intimidar a la gente”, como si
el Espíritu y la presencia de Dios fueran una intimidación. NO. ¡Es una
salvación!, ¡es completar la historia de la humanidad! Cuerpo y Espíritu.
Preguntémonos y no les digamos a los
demás qué cosas tienen que hacer. Preguntémonos: Yo, fulano de tal, ¿qué tengo
que hacer para alcanzar la salvación? Preguntémonos pero también demos la
respuesta.
Les dejo mi bendición: en el Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén