DOMINGO
4º. Adviento, Ciclo C
De
la mano de María, feliz navidad a todos mis lectores.
Esto ya no tiene vuelta de hoja, la Navidad está
aquí. Nos han dicho estos días que Cristo ya ha venido, pero que está ya con
nosotros y que vendrá definitivamente al final de los tiempos decidido a
amarnos por toda la eternidad, junto al Padre que le envió y rodeado de todos
los que escucharon y acogieron su mensaje. Y hoy, la protagonista de esta
jornada, es nada menos que María la Madre del Señor, no podía ser de otra
forma, escogida de un pobladito llamado
Nazaret. Ahí le vino el anuncio del
Ángel que le comunicaba que de permitirlo ella, se podría convertir en la Madre
del Mesías, que todos esperaban. No se hizo del
rogar, no pidió un tiempecito para pensárselo. Su respuesta fue instantánea,
rápida, generosa y total. Y la criatura
vino al instante en su seno y en su corazón, dejándola el ángel con un gran
paquetón, pues el anuncio fue para ella y para nadie más, de manera que había
que informar a sus padres y a su propio esposo. Todos ellos no cabían en sí del
asombro, pero era tan grande lo que se les manifestaba que vieron
definitivamente la mano del Señor.
Pero María no se quedó pensativa, inquieta,
tomándose el tiempo para ella y para su
Hijo y se decidió a emprender el camino hacia su prima Isabel, que pasada en
años, también esperaba un hijo; no
reparó en las consecuencias, y de inmediato emprendió la jornada que le tomaría
entre cuatro y cinco días, acompañada de sus padres, lo que era más natural, o
de su amante esposo. No nos detenemos en más detalles, porque todos conocemos
el pasaje, porque todos conocemos el texto desde pequeños, pero sí dan ganas de
preguntarse: a qué fue María a aquél viaje que tenía tantas dificultades, ¿iba
de comadrera, de chismosa, de presumida? Ninguna de las tres cosas, el Papa en
su Misa del pasado 12 de diciembre, señala dos: a enseñarnos a ponernos en
camino, y a ir cantando por la vida con alegría y empeño. Nosotros nos
atrevemos a ir más allá que el Papa Francisco, y señalaremos tres: a felicitar,
a compartir y a servir.
El texto de San Lucas nos dice que María se encaminó
“presurosa”, no a tontas y a locas, sencillamente presurosa, es la primera
lección de María, hay que caminar, caminar siempre, así pasó siempre con María,
en los últimos días del embarazo de su
prima Isabel, en las bodas de Caná,
para auxiliar a los novios, y ya más entrada en años, firme junto a su Hijo
Jesús, mientras aquellos que decían que lo amaban, lo abandonaron cuando él más los necesitaba,
luego, siguió caminando para encontrarse con Juan Diego y con esta noble
nación, México y ahora por medio de una
imagen o estampita, en una vela o en una
medalla, en un rosario, en un sencillo Ave María, al entrar en una casa, en la celda de una
cárcel, en la sala de un hospital, en un asilo de ancianos, en una escuela, en
una clínica de rehabilitación, para decir: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”. No me digan, pero a lo mejor
muchos de nosotros no hemos visitado
nunca esos lugares en donde María ya ha llevado consuelo, alivio y paz.
Bien es verdad que María no fue a presumir que
también ella iba a ser madre, y de hecho, Isabel no la felicita por ser madre
del chiquillo que llevaba en su entraña. La felicita más bien por haberle
creído al Señor y es otra virtud que nos enseña a los hombres de hoy,
enseñoreados en su ciencia, en sus logros, en sus títulos, en su riqueza, en
sus placeres, cosas todas ellas que aquí se quedarán, que no te sacarán de
apuros en un momento dado de tu vida, sino el caminar en la presencia del
Señor, convirtiendo a otros en verdaderos protagonistas de su vida y de su
mundo, dando esperanzas a los que nada esperaban de la vida y ahí tenemos a
Juan Diego, que del pleno anonimato hoy se le recuerda como aquél al que
levantó María hasta convertirlo en su enviado, su heraldo y su mensajero frente
a los poderosos de este mundo. El Papa afirma entre otras cosas: “Con corazón
de madre, ella busca levantar y dignificar a todos aquellos que, por distintas
razones y circunstancias, fueron inmersos en el abandono y el olvido”.
María se presentó con Isabel en un afán de servicio
a quien la necesitaba en ese momento y
nos enseña a nosotros que el único afán de nuestra vida tendrá que ser el
servicio humilde, sencillo y alegre, “sin necesidad de humillar, maltratar,
desprestigiar, o burlarse de los otros para sentirse valiosos o importantes,
que no se recurra a la violencia física o psicológica para sentirse seguro o
protegido”. Que no estemos muy seguros
cuando usamos de la violencia, la
fuerza o el poder, y menos valerse de la
mentira o la intimidación para sentir que somos poderosos y que las podemos de
todas todas.
Convencidos con el ejemplo de María, también
nosotros aprestemos nuestro corazón para que pasado mañana, cuando celebremos
el Nacimiento de Cristo Jesús, hagamos otro tanto con nuestros hermanos,
imitando en eso a María que se convierte en la maestra de la vida, y nos enseña
a FELICITAR, no con un abrazo falso y fingido, A COMPARTIR lo poco o lo mucho
que el Señor nos ha dado y no precisamente a los que te van a corresponder de
la misma forma, como cuando en las despedidas de estos días incluso se fija
cantidad que deberá costar el regalo y finalmente, mostrarnos plenos de SERVICIO convirtiéndonos
así en paladines de la verdad, de la justicia, de la fe y la esperanza.
Entonces sí podremos gritar, con verdadera alegría: FELIZ, MUY FELIZ NAVIDAD.
Si le ves utilidad a mi mensaje, compártelo con tus
amistades. Yo estoy en alberami@prodigy.net.mx. P. Alberto Ramírez Mozqueda.