DOMINGO  II   (C)   (Juan II, 1-11)

 

El cristiano, llamado a impregnar el mundo del espíritu cristiano.

 

- La escena que acabamos de escuchar, (al margen del milagro del vino que suele ser lo más comentado), nos deja una enseñanza de otra índole, muy a tener en cuenta: que la vida de Fe del cristiano, es compatible y se realiza a través de las más comunes situaciones de la vida ordinaria.

- A Jesús, Dios  y hombre verdadero, lo vemos aquí compartiendo, (con su madre y sus discípulos) una fiesta,  la celebración lúdica de una Boda.

 - Ésta  presencia del Señor en la celebración festiva de una Boda, no era bien vista por los escribas y fariseos. La consideraban impropia de quien ejercía una misión espiritual. Por compartir estas fiestas, lo acusarían de “comilón y bebedor”. Y es que ellos no entendían que, la auténtica religiosidad, fuera compatible con disfrutar de la alegría y las nobles ilusiones de los hombres.

-  Esta mentalidad MANIQUEA es la misma de los que hoy piensan,  que la Fe o lo religioso, es un asunto para ser vivido en privado. Y que el mundo, ¡lo que es el mundo!, es de ellos, ¡de los sin Dios! Como si, el positivo reconocimiento de un Dios Creador que profesa el creyente, le desarraigara o le desautorizara para compartir los legítimos derechos de cualquier ciudadano del mundo.

-  Quede claro. El ser cristianos, hombres de Fe, no nos despoja de ningún derecho frente a los que han optado por vivir un laicismo excluyente de Dios.

“Los cristianos - diría San Josemaría, para remarcar esa legítima igualdad de derechos -, no somos como” los demás, ¡somos los demás!. ¡Tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones que cualquiera, con la única diferencia que, por nuestra vocación cristiana, estamos llamados a impregnar, el mundo que nos  ha tocado vivir, del espíritu cristiano. 

-   Cristo, con su vida y su doctrina, “ha hecho divinos todos los caminos humanos de la tierra” (San Josemaría). Y el Señor quiere que nosotros andemos y rotulemos esos caminos saturándolos, con osadía, de ese espíritu cristiano.

 

Presencia de Jesús y María en la Boda.


- Jesús con su presencia, santificó aquel acontecimiento humano. Y, desde entonces, la presencia de Jesús en una Boda, (hoy consagrada por el Sacramento del Matrimonio), enriquece inmensamente este acontecimiento humano por la Gracia y la fuerza santificadora de este Sacramento.

- La presencia de María está también llena de significado: Como en Caná, sigue ahora atenta a nuestras necesidades, e intercede por nosotros.         Guillermo Soto