TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO IV C
(3-febrero-2019)
Jorge Humberto Peláez S.J.
No
pretendamos quedar bien con todos
ü Lecturas:
o Profeta
Jeremías 1, 4-5. 17-19
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 12, 31—13,13
o Lucas
4, 21-30
ü La
infinita riqueza de la auto-manifestación de Dios, contenida en las Sagradas Escrituras,
se nos va comunicando a través de los textos bíblicos que son proclamados en la
liturgia dominical. Así los fieles nos vamos apropiando de estas verdades y
alimentamos nuestra vida espiritual. Hoy los invito a profundizar en los
mensajes que nos transmiten el profeta Jeremías y el evangelista Lucas. En el
profeta encontramos elementos que iluminan el tipo de relación que Dios ha querido
establecer con cada uno de nosotros, una relación personal; y el relato del evangelista
Lucas nos presenta a Jesús, quien nos da una contundente lección a los seres humanos
que aspiramos a quedar bien con todos. El comportamiento de Jesús en la
sinagoga de Nazaret nos muestra que eso no es posible ni deseable.
ü Para
poder comprender el alcance de la experiencia personal del profeta, conviene
explicitar algunos pensamientos que nos embargan cuando contemplamos la inmensidad
del cosmos. Las naves espaciales y sus telescopios de última generación nos han
permitido descubrir estrellas insospechadas y galaxias situadas a unas distancias
cuyas cifras no alcanzamos a dimensionar.
ü Es
inevitable la comparación entre la inmensidad y complejidad del universo en continua
expansión, y la pequeñez del hombre. Somos una partícula minúscula, pero, ¡eso
sí!, absolutamente pretenciosos. Nos sentimos todopoderosos y queremos
suplantar a Dios.
ü Pues
bien, esos seres insignificantes hemos sido llamados a la vida por el amor infinito
de Dios, quien nos invita a cooperar en su obra creadora siendo administradores
responsables de nuestra casa común, el planeta Tierra. Esta manifestación del
amor infinito de Dios hacia cada uno de nosotros se pone en evidencia en el
hermoso relato del profeta Jeremías: “Antes que te formaras en el seno materno,
me fijé en ti; antes que nacieras, te consagré a mi servicio”.
ü Aunque
desde las leyes físicas la existencia de cada uno de nosotros sea un hecho
insignificante, el amor infinito de Dios nos convierte en sus hijos, nos conoce
por nuestro nombre y nos invita a compartir la mesa de la vida.
ü Con
frecuencia, los seres humanos nos sentimos ignorados por la gente que nos
rodea. La indiferencia está presente en la sociedad. Cada cual cuida sus
propios intereses, y no importa lo que suceda a los otros.
ü Cuando
nos sintamos deprimidos por la soledad y la indiferencia, recordemos que para
Dios sí importamos. Nos conoce por nuestro nombre, nos protege y nos llama a
disfrutar la plenitud de su amor. Este testimonio del profeta Jeremías nos debe
llenar de paz; aunque todos nos abandonen, el Señor, siempre fiel, permanecerá
junto a nosotros.
ü Vayamos
ahora a la escena que nos relata el evangelista Lucas, donde aparece Jesús
enseñando en la sinagoga de Nazaret. Allí lo observan con curiosidad y
escepticismo aquellos que lo vieron crecer: “¿No es éste el hijo de José?”. La
cercanía que habían tenido con Él les impedía percibir la inmensa fuerza
espiritual que irradiaba Jesús.
ü Lo
políticamente correcto hubiera sido
que Jesús estableciera un diálogo informal con sus antiguos vecinos y recordaran
anécdotas de lo que habían vivido juntos. Pero no fue así. Jesús interpretó los
comentarios que los presentes hacían en voz baja y sus expresiones de incredulidad,
y decidió ir al problema de fondo: “Yo les aseguro que ningún profeta es bien
recibido en su patria”. A continuación, ilustró esta afirmación con dos ejemplos
que vivieron los profetas Elías y Eliseo. Esta intervención de Jesús desató una
tormenta de rechazo dentro de la sinagoga. “Al oír esto, todos en la sinagoga
se llenaron de rabia, se pusieron de pie y sacaron a Jesús y lo llevaron hasta
un barranco de la montaña donde estaba construida la población, con intención
de despeñarlo”
ü ¿Qué
nos está enseñando Jesús al confrontar a sus paisanos? Nos está diciendo que la
verdad está por encima del deseo de halagar a la gente y pretender quedar bien
con todos.
ü Muchos
padres de familia renuncian a establecer límites a sus hijos y adoptan una
actitud complaciente. Creyendo proporcionales felicidad y bienestar, les está causando
un enorme daño. Los seres humanos necesitamos disciplina para el estudio y el
trabajo; hay que aprender a respetar unos horarios y unas reglas de juego para
la vida social. Estos niños sin límites tendrán graves conflictos en su futura
vida familiar, laboral y social.
ü Muchas
veces los amigos, en nombre de la lealtad y la fidelidad, encubren malas
actuaciones de sus compañeros y guardan un silencio cómplice. Esto es frecuente
en los colegios y universidades, en el ejército y en todas aquellas
organizaciones en las que la presión del grupo amordaza la responsabilidad
personal.
ü Los
políticos actúan como actores profesionales. Saben halagar a sus seguidores y dicen
lo que ellos quieren escuchar. No tienen inconveniente en distorsionar la verdad
de los hechos con tal de quedar bien. Las redes sociales ponen en circulación
estos discursos y nadie se hace responsable de las calumnias que se replican
sin que haya una verificación de lo que allí se está diciendo.
ü Muchas
personas quisieran que la Iglesia fuera más diplomática en sus
pronunciamientos. Con frecuencia, sus denuncias sociales son descalificadas
como peligrosas y subversivas. Pero la Iglesia no puede hablar de otra manera.
Traicionaría su ministerio profético. Dejaría de anunciar el Reino de Dios.
ü Las
lecturas de este domingo nos han ofrecido dos lecciones muy importantes. En
primer lugar, nos han recordado que cada uno de nosotros es llamado por Dios;
no somos seres anónimos; somos sus hijos; y tenemos una misión que
cumplir. En segundo lugar, la escena de
la sinagoga de Nazaret es un ejemplo de cómo la verdad, aunque sea incómoda,
está por encima de otras consideraciones oportunistas. Debemos ser transparentes
en nuestras conversaciones. Las ambigüedades y verdades a medias generan
confusión.