IV
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La
superación de fronteras desde el Evangelio
Primer conflicto de Jesús en la
sinagoga de Nazaret
La escena de Jesús en la sinagoga
de Nazaret (Lc 4,18-19) es un texto propio de Lucas,
en el cual Jesús lee la Escritura, la abre y la interpreta. La singularidad de
su proclamación y lo asombroso de su interpretación contrastan con la reacción
negativa de sus convecinos nazarenos. El texto de Isaías subyacente en este
fragmento del evangelio de Lucas queda recortado en la lectura de Jesús. Es un
pasaje del Tercer Isaías (s. VI a. C.) en el contexto de la tradición
antiquísima de los años sabáticos y jubilares de Israel, en cuanto
instituciones sociales, económicas y religiosas del pueblo de la Alianza,
tendentes al reajuste de los múltiples desequilibrios sociales, de las
desigualdades económicas y de las injusticias clamorosas que en el transcurso
de la historia se producían en seno del pueblo de Dios.
Misión profética a favor de los
pobres y oprimidos
La misión del profeta consiste en
la proclamación del año de gracia del Señor como un tiempo de alegría y de
liberación para los pobres, los oprimidos y los cautivos. Las palabras del
profeta transmiten algunos elementos omitidos en el evangelio: “El Espíritu del Señor esta
sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena nueva a
los pobres, para curar los corazones desgarrados, y anunciar la liberación a
los cautivos, a los prisioneros la libertad. Me ha enviado para anunciar un año
de gracia del Señor y un día de venganza para nuestro Dios, para consolar a
todos los afligidos, para alegrar a los afligidos de Sión;
para cambiar su ceniza por una corona, su traje de luto por perfumes de fiesta,
y su abatimiento por cánticos” (Is 61,1-3).
El año de gracia desde la justicia
de Dios
Este magnífico oráculo destila la
alegría de la liberación y del consuelo por el cambio de situación que ha de
producirse en Israel de donde desaparecerá la injusticia, la opresión y la
pobreza. Pero el profeta hace una contraposición sumamente llamativa entre el
año de gracia y un día de desquite. El día de desquite o de venganza se
identifica en los profetas con el día del Señor, un día de juicio de Dios y de
confrontación del Señor con todos aquellos pueblos y personas, incluso
israelitas, que se opongan al plan de justicia de Dios.
Juicio crítico contra los que
conculcan el derecho y la justicia
Como el faraón de Egipto en los
tiempos del éxodo, así será la suerte de todos los que atentan contra los
pobres. Será un día crítico contra los tiranos y explotadores, contra los que
sostienen el sistema social de opresión y sus cómplices, contra los que,
independientemente de su identidad nacional, social, cultural o religiosa,
conculcan la justicia y el derecho. El día de venganza es como una amenaza del
mismo Dios que se hace eco del clamor de los que, ya acallados, apenas pueden
gemir suspirando en la desolación, en la indigencia y en la desesperación. El
juicio traerá una sentencia en defensa de los pobres, oprimidos y afligidos.
Por éstos y por todas las víctimas se anuncia el desquite y la venganza de
parte de Dios como gracia que libera del sufrimiento, restituye la dignidad de
las personas y rehabilita para vivir en libertad.
El carácter liberador de la misión
de Jesús
Lucas presenta a Jesús en Nazaret
anunciando la buena noticia a los pobres y la liberación a los oprimidos
retomando el texto jubilar de Isaías (cf. Lc. 4,
16-30). Pero Jesús hace una lectura diferente resaltando dos elementos: la
liberación y la ruptura de fronteras. Al insertar la frase “liberar a los oprimidos” de
Is 58,6 y eliminar la de “un
día de venganza” de Is 61,2, Lucas da una
orientación más precisa a la misión de Jesús, acentuando su sentido liberador y
el carácter definitivo del tiempo de la gracia salvífica que con él llega al
mundo de parte de Dios. Su intervención profética liberadora a favor de los
pobres, de los cautivos por endeudamiento y de los oprimidos, delata la
situación opresora de la que son víctimas. Se trata de una opresión económica
no aceptable para Dios, y a la que, por tanto, el profeta escatológico, Jesús,
el último y definitivo, ha de enfrentarse, para proclamar el triunfo universal
y redentor de la gracia.
El sentido crítico de la misión
profética de Jesús
El anuncio dominante de la gracia y
la omisión evangélica del “día
de venganza”, anunciado en Is 61, 1-2, no
eliminan, como podría parecer, el sentido de juicio crítico del año de gracia.
El juicio contra los poderosos, contra los ricos, los explotadores y los
tiranos está presente en este evangelio con un énfasis especial (Lc 1,46-55; 6,20-23; Lc 16,19-34;
Lc 19,2-10). La supresión de las palabras de venganza
en Lucas no se ha de entender como una pérdida de radicalidad del sentido
profético de la justicia social en el año de gracia, sino más bien con una
orientación diferente del mismo.
El alcance universal de la gracia
liberadora de Jesús
Por otra parte, los oyentes de la
sinagoga reaccionan extrañados al oír las palabras de Jesús sin hacer
referencia alguna al desquite. En el diálogo posterior con la gente de su
pueblo se pone en evidencia el rechazo de Jesús entre los nazarenos. ¿Por qué
motivo? Éstos se han sentido provocados en realidad por el alcance de
liberación universal proclamado por Jesús. En el contexto político de
dominación romana de Palestina los judíos nazarenos se consideraban los
destinatarios exclusivos de la liberación anunciada en el año de gracia por su
pertenencia al pueblo judío, mientras que los destinatarios de la venganza de
Dios serían los otros pueblos, sobre todo aquel al que estaba sometida la
tierra de Palestina. Sin embargo el anuncio universal de liberación del
que Jesús es portavoz resultaba inaceptable para los judíos; probablemente se
lo impedía su espíritu excluyente de los que no fueran judíos como ellos.
El favor de Dios, rompedor de
fronteras
Los ejemplos aducidos por Jesús y
tomados del Antiguo Testamento son referencias fundamentales a los grandes
profetas de Israel, Elías y Eliseo, y muestran el carácter universal de la
liberación proclamada por él en el año jubilar. Los beneficiarios del favor de
Dios a los que Jesús se remite son dos extranjeros: una mujer, pobre y viuda,
de Sarepta en el territorio de Sidón, con su hijo,
huérfano de padre (1 Re 17,9) y Naamán, el sirio leproso (2 Re 5,15). Ambos
personajes son paradigmas de los pobres y marginados, pues tanto las viudas,
como los huérfanos y los inmigrantes constituyen el referente de la pobreza y
de la miseria en el Antiguo Testamento, particularmente en el libro del
Deuteronomio. La viuda y el leproso tienen en común el ser extranjeros. La
gracia de Dios se manifestó en ellos, allende las fronteras de Israel.
Jesús está con los pobres y
oprimidos de toda la tierra
Igual que los primeros grandes
profetas de Israel mostraron al Dios de la gracia con los extranjeros,
rompiendo las fronteras culturales, étnicas, regionales y religiosas, Jesús sorprende
a la gente de su pueblo al demostrar que los destinatarios prioritarios de la
liberación son los pobres y oprimidos, pero no sólo ellos, los judíos, por su
pertenencia étnica o religiosa al pueblo de Israel, sino todos los pobres,
necesitados, oprimidos y excluidos de toda la tierra, independientemente
de su credo religioso y de su identidad cultural o étnica.
La Iglesia profética y rompedora de
fronteras
Esta gran presentación profética de
Jesús por parte de Lucas llevará consigo el primer gran rechazo de Jesús entre
los suyos, que querían tirarlo por el barranco. Ponerse de parte de los
marginados y a favor de los oprimidos de otros pueblos le lleva a Jesús a ser
ya marginado entre los suyos. Nada más empezar a hablar ya ha comenzado su pasión.
Movidos sólo por el amor de Dios y el amor al prójimo, desde el cántico del
amor de Pablo (1 Cor 13, 1-13) avivemos hoy en la
comunidad cristiana el carácter profético de nuestra identidad cristiana (Jr 1,4-5.17-19) para pronunciarnos en el mundo como mensajeros
de la gracia liberadora de Cristo, renovando la opción prioritaria por los
pobres y marginados, abriéndonos a la perspectiva universal de Jesús, y
dispuestos a romper todo tipo de barreras regionalistas, étnicas y culturales.
El Evangelio transformador de las
ideologías excluyentes
Éste es el evangelio profético que
Jesús proclamaba y que, a través de nosotros, los cristianos ungidos por el
Espíritu para atender a los que sufren en cualquier lugar del mundo, se puede
convertir en palabra transformadora de las mentalidades egoístas, cerradas,
mezquinas y excluyentes que imperan en nuestro mundo actual, particularmente en
los planteamientos políticos miopes de los regionalismos, nacionalismos y
etnicismos excluyentes, así como en los criterios de descarte insolidario e
inhumano vigentes en las políticas de inmigración y de atención a refugiados y
a exiliados. ¡Qué gran actualidad tiene este mensaje del Evangelio en nuestro
tiempo!
José Cervantes Gabarrón, sacerdote
misionero y profesor de Sagrada Escritura