Lo importante es el seguimiento

 

Los grandes maestros de espiritualidad, los fundadores de religiones y los ascetas del desierto han buscado en sus proyecciones, los medios para atraer, aglutinar y convocar a gentes que se matriculen en sus escuelas. Hoy los distintos movimientos religiosos que parten de sincretismos variopintos y pentagramas de música a reventar en ruidos y sonidos de altísimo nivel, también atraen sus seguidores hasta el delirio y el éxtasis frenético.

Jesús usa una sola palabra para atraer a su discipulado: “¡Sígueme!”. Es condición, exigencia el seguimiento. Es decir, sólo en el seguimiento se conforma el discipulado. El número 277 del Documento de Aparecida dice: “El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana”. Todo ser humano ha sentido alguna vez, al menos como ráfaga fugaz, el deseo de plenitud. Y no hay deseo humano que no encuentre en Jesús su cumplimiento y su realización.

¿Qué es lo que atrae, mueve, convoca alrededor de Jesús a gentes de distintas condiciones humanas, lenguas, razas, culturas? La fascinación. Su mirada es honda, su rostro enciende, su voz hace eco en profundidad. Llama, cautiva. Va adelante. Indica el camino. Su fuerza de atracción es la humanidad de su persona: Algo nuevo, atrayente, comunicativo. Se identifica con su interlocutor en sus necesidades fundamentales, en su afán de libertad y en sus conquistas más inquietantes.

Sus primeros discípulos y también discípulas fueron gentes del común del pueblo. Personas iletradas, pescadores, publicanos. Serían recursos humanos hoy no reconocidos para ninguna empresa. Y sin embargo, ahí está la novedad: No vino a buscar lo sano, sino lo que estaba perdido, lo que no daba nombre, hoy llamarían los “inútiles, descartados”. La fuerza del discipulado no está en el alumnado, sino en el Maestro. No está en las habilidades sino en la capacidad de escucha al Maestro… de escucha y seguimiento. Es lo importante.

Cochabamba 10.02.19

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com