DOMINGO V      ( C )      (Lucas V, 1-11)

“Rema mar adentro…” Obedecer sus mandatos nos llevará siempre al éxito

 

Al leer este Evangelio, hay dos circunstancias que llaman la atención:

     - La rendida confianza de Pedro en su Señor.

      - Y el sorprendente resultado tras su obediencia al mandato de Jesús.

 

1º) Ciega confianza de Pedro en el Señor.

 

-  Estamos habituados a conocer las escenas evangélicas, con su final incluido: en este caso con la milagrosa pesca. Pero es muy conveniente que no nos pasen desapercibidos los pasos previos, que dan lugar al feliz desenlace de los milagros de Jesús, para aprender de ellos.

- Y, analizando la escena de hoy advertimos, el papel decisivo que tuvo, la total confianza de Pedro en el Señor, si tenemos en cuenta que:

      -   Los que acompañan a Jesús, eran pescadores de profesión.

      -  Tenían, por tanto, unos conocimientos y una experiencia del mar y del arte de la pesca, mayores que los que podía tener Jesús.

      -  Y, a esos conocimientos se sumaba, la  experiencia vivida por ellos aquella noche que les había persuadido de que, ¡no era noche de peces!

 

- Así las cosas, y con todo este bagaje de conocimientos a favor de los profesionales de la pesca, aparece Jesús y les dice, a los que habían estado “bregando toda la noche, sin coger nada”, que se vuelvan y que, remen mar adentro. Con las premisas descritas, lo lógico habría sido…no haberse tomado en serio aquel mandato del Señor!

-  Pero, afortunadamente, por la confianza que a Pedro le merecía su Maestro, su reacción fue muy distinta ¡Deliciosa y aleccionadora!:

    “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y, no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré la red”.                     

 

2º)  Los frutos de la obediencia confiada.

 

-   Y de aquella confianza y obediencia al mandato de Cristo, en contra de lo previsible, de lo lógico, de lo razonable y de lo que les decía la experiencia, surgen los espectaculares resultados por los que hoy estamos hablando de “la pesca milagrosa” que nos narra el Evangelio.     

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Varias lecciones nos deja Jesús en esta escena evangélica:

 

-         La más inmediata, estaría dirigida a Pedro y sus compañeros, (a los que El iba a hacer “pescadores de hombres”): Que no olvidaran nunca que, la eficacia de la misión que se les iba a encomendar, no iba a depender, fundamentalmente, de los medios humanos, sino del poder de Dios y de la docilidad a sus mandatos.

-         Y la otra lección, podría ser válida para los cristianos de todos los tiempos: que, en las múltiples situaciones de nuestra vida, en las que podemos sentirnos impotentes y con dificultades insuperables, no nos olvidemos de que, aquella obediencia y confianza de Pedro en la Persona de Cristo son también hoy las armas con las que removeremos todas las dificultades que se nos puedan presentar.

 

- Animados por estas enseñanzas del Señor, abandonemos “esas orillas” de nuestras posturas cómodas, de nuestras seguridades humanas y estemos siempre dispuestos a obedecer el mandato de Cristo de, “remar mar a dentro”, a pesar de las dificultades y de nuestras personales impotencias porque, en las cosas de Dios, los resultados, no dependen de nuestras capacidades humanas sino, del poder de Dios como, con su lenguaje incisivo, lo dejó expresado San Josemaría en el punto 471 de Camino:

 

“En las empresas de apostolado, está bien – es un deber – que consideres tus medios terrenos (2+2= 4), pero no olvides ¡nunca! Que has de contar, por fortuna, con otro sumando: 2+2+ Dios ….

                                                                                               Guillermo Soto