COMPARTIENDO EL EVANGELIO

Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia

(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires)

 

V Domingo del Tiempo Ordinario C

 

Evangelio según San Lucas 5,1-11.

 

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

 

“DEJANDO TODO LO SIGUIERON”

 

¡Qué hermoso texto! Ahí vemos cómo Dios siempre nos va llevando a planos superiores, a estadios diferentes. Parte de una experiencia humana, concreta, laboral y nos lleva a provocar un encuentro con Él. Un encuentro que se revela, nos modifica, nos toca, nos invita al anuncio porque nadie puede anunciar si primero no se encuentra con el Señor.

 

Fijémonos: los pescadores -Simón Pedro y otros- eran avezados, conocían perfectamente la tarea de la pesca; pero habían pasado toda la noche y no pescaron nada, “no había pique”, lo sabían perfectamente. Pero Jesús les dice “naveguen mar adentro y echen las redes”, es allí que Simón Pedro le dice “bueno Señor, pero mira que no va a pasar nada, pero si tú lo dices, en tu nombre echaré las redes”; es así que en el nombre de Jesús, en el nombre de Dios, al echar las redes obtienen una pesca fabulosa y extraordinaria.

 

¡Así son las cosas! Muchas veces nos encontramos ante la experiencia de lo imposible: “no pasa nada”, “hemos experimentado”, “las cosas no salen bien”, “todo está mal”, pero de nuevo viene la Palabra de Jesús “¡ánimo, en mi nombre echen las redes!” y eso es lo que hay que hacer, en su nombre intentar de nuevo, creer que con Él las cosas pueden cambiar, se pueden modificar, se pueden transformar.

 

Cuando uno descubre que el Señor obra, que el Señor hace, que el Señor puede, es todopoderoso, lleno de misericordia, de ternura y de bondad, lo que suscita en nosotros, los sujetos, es la gratitud y el reconocimiento.

 

“¡Aléjate de mí Señor, porque soy un pecador!, porque no estoy limpio, tengo el corazón endurecido, soy un desconfiado, soy un egoísta, vivo en el individualismo, me busco siempre a mí, no me importan los demás ¡soy un pecador!” Pero ante la presencia del Señor se provoca el cambio y la transformación.

 

Queridos hermanos, que seamos capaces de reconocer que Dios obra y que para anunciarlo primero hay que conocerlo. Y se lo conoce porque Él se revela y la revelación suscita nuestra vocación y consolida nuestra misión. A veces nuestra misión se empalidece porque no hay calidad del encuentro con Él. Por eso el anuncio no tiene fuerza.

 

Que nos dejemos encontrar por Él, que lo anunciemos y cumplamos con nuestra misión. “Y dejando todo lo siguieron”, dejando todas nuestras miserias también sigamos a Jesús.

 

Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén