Comentario al evangelio del Martes 23 de Agosto del 2011
Queridos amigos:
San Pablo se atreve a someter su tarea apostólica al juicio de la Comunidad, cuando ha sido puesta en
entredicho por otros hermanos, por otras teorías, por otras visiones teológicas ¿cuantos laicos
comprometidos, sacerdotes, misioneros, abispos nos atreveríamos a hacer lo mismo y con tanta ternura
como lo hace Pablo?
Pablo es consciente de que Dios le ha considerado digno de confiarle su Evangelio, a pesar de que
tenía bastantes «méritos» en su contra para recibir dicha responsabilidad, por todo lo que había sido
antes. Sabe que el Evangelio, por su exigencia de conversión personal y social, provocará rechazo, tal
y como lo anunción experimentó el Maestro. Pero Pablo actua con la libertad de quien ama, de quien
se ha entregado totalmente a su misión. Su mensaje sigue siendo incómodo, pero su modo de hacerlo
es con la misma delicadeza que una madre cuida a sus hijos. Se entrega totalmente de manera que el
anuncio de la Buena Noticia lo encarna en su modo de evangelizar, y llega a ser difícil separar la
Palabra del propio Misionero.
Pablo se convierte en la antítesis de lo que Jesús reprocha en el Evangelio a los fariseos y escribas:
él sí es testigo de la compasión, la justicia y la verdad. Es decir, que «no se casa con nadie», y denuncia
proféticamente (en los siguientes capítulos de la Carta) a esos que, supuestamente en nombre del
Evangelio y de la Iglesia de Jerusalén, pretenden imponer muchas condiciones que se apartan de lo
esencial del Evangelio.
Hoy es buena ocasión para revisar nuestras motivaciones, nuestro estilo evangelizador, nuestra libertad
para anunciar y denunciar... eso sí, como dice el propio Apóstol, apoyados en nuestro Dios.
CR
CR