EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la XXI Semana del Tiempo Ordinario
Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicences 1,1-5.8b-10.
Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que está unida a Dios
Padre y al Señor Jesucristo. Llegue a ustedes la gracia y la paz.
Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en
nuestras oraciones,
y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han
manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor
Jesucristo con una firme constancia.
Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos.
Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no
solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo
y de toda clase de dones. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al
servicio de ustedes.
En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y
Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera
que no es necesario hablar de esto.
Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios,
abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero,
y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos
libra de la ira venidera.
Evangelio según San Mateo 23,13-22:
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino
de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para
conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno
de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento
no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace
sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se
jura por la ofrenda que está sobre el altar'.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa
ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Doroteo de Gaza (v. 500-?), monje de Palestina
Instrucciones, I, § 8-9 ; SC 92
Dios nos llama incesantemente a la conversión
Dios, por su bondad, no abandonó a la creatura y, como lo he repetido tantas
veces, se volvió hacia ella y lo llamó nuevamente: «Venid a mi todos los que estáis
fatigados y agobiados y yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Es decir: "Estáis fatigados, no
sois felices. Habéis experimentado el daño que produjo vuestra desobediencia.
Ahora convertíos; reconoced vuestra impotencia y vuestra confusión para alcanzar
la paz y la gloria. Ahora vivid por la humildad ya que habéis muerto por el
orgullo"...
¡Oh, hermanos míos, qué no ha hecho el orgullo! y ¡qué poder posee la
humildad! ¿Había necesidad de tantas idas y venidas? Si desde el principio el
hombre hubiese sido humilde y obedecido a los mandamientos, no hubiese caído. Y
después de su falta Dios le volvió a dar una ocasión para arrepentirse y así alcanzar
misericordia. Pero el hombre mantuvo la cabeza erguida. En efecto, Dios se acercó
para decirle: «¿Dónde estás, Adán?» (Gn 3, 9) es decir: "¿De qué gloria has caído?
¿En qué miseria?". Y después le preguntó: "¿Por qué has pecado? ¿Por qué has
desobedecido?", y buscando con ello que el hombre le dijera: "¡Perdóname!"...
Pero, ¿dónde está ese "perdóname"? No hubo ni humillación, ni arrepentimientos
sino todo lo contrario. El hombre le respondió: «La mujer que Tú me has dado me
engañó» (Gn 3, 12). No dijo: "mi mujer", sino: "La mujer que Tú me has dado",
como si dijera: "la carga que Tú me has puesto sobre mi cabeza".
Así es, hermanos, cuando el hombre no acostumbra a echarse la culpa a sí
mismo, no teme ni siquiera acusar al mismo Dios.
Entonces Dios se dirigió a la mujer y le dijo: «¿Por qué no has guardado lo
que te había mandado?», como queriendo decirle: "Al menos tú di ¡perdóname!, y
así tu alma se humille y alcance misericordia". Pero tampoco recibió el
"perdóname". La mujer por su parte le respondió: «La serpiente me ha engañado»
(Gn 3, 13), como queriendo decir: "Si él ha pecado ¿por qué voy a ser yo la
culpable?"...
¡Qué hacen, desdichados! ¡Al menos pidan disculpa! Reconozcan su pecado.
¡Tengan compasión de su desnudez! Pero ninguno de los dos se quiso acusar, y ni
uno ni otro mostró el menor signo de humildad. “servicio brindado por el Evangelio
del Día, www.evangeliodeldia.org”