EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 23,13-22:
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino
de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para
conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno
de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: 'Si se jura por el santuario, el juramento
no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale'!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace
sagrado el oro?
Ustedes dicen también: 'Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se
jura por la ofrenda que está sobre el altar'.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa
ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Doroteo de Gaza (v. 500-?), monje de Palestina
Instrucciones, I, § 8-9 ; SC 92
Dios nos llama incesantemente a la conversión
Dios, por su bondad, no abandonó a la creatura y, como lo he repetido tantas
veces, se volvió hacia ella y lo llamó nuevamente: «Venid a mi todos los que estáis
fatigados y agobiados y yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Es decir: "Estáis fatigados, no
sois felices. Habéis experimentado el daño que produjo vuestra desobediencia.
Ahora convertíos; reconoced vuestra impotencia y vuestra confusión para alcanzar
la paz y la gloria. Ahora vivid por la humildad ya que habéis muerto por el
orgullo"...
¡Oh, hermanos míos, qué no ha hecho el orgullo! y ¡qué poder posee la
humildad! ¿Había necesidad de tantas idas y venidas? Si desde el principio el
hombre hubiese sido humilde y obedecido a los mandamientos, no hubiese caído. Y
después de su falta Dios le volvió a dar una ocasión para arrepentirse y así alcanzar
misericordia. Pero el hombre mantuvo la cabeza erguida. En efecto, Dios se acercó
para decirle: «¿Dónde estás, Adán?» (Gn 3, 9) es decir: "¿De qué gloria has caído?
¿En qué miseria?". Y después le preguntó: "¿Por qué has pecado? ¿Por qué has
desobedecido?", y buscando con ello que el hombre le dijera: "¡Perdóname!"...
Pero, ¿dónde está ese "perdóname"? No hubo ni humillación, ni arrepentimientos
sino todo lo contrario. El hombre le respondió: «La mujer que Tú me has dado me
engañó» (Gn 3, 12). No dijo: "mi mujer", sino: "La mujer que Tú me has dado",
como si dijera: "la carga que Tú me has puesto sobre mi cabeza".
Así es, hermanos, cuando el hombre no acostumbra a echarse la culpa a sí
mismo, no teme ni siquiera acusar al mismo Dios.
Entonces Dios se dirigió a la mujer y le dijo: «¿Por qué no has guardado lo
que te había mandado?», como queriendo decirle: "Al menos tú di ¡perdóname!, y
así tu alma se humille y alcance misericordia". Pero tampoco recibió el
"perdóname". La mujer por su parte le respondió: «La serpiente me ha engañado»
(Gn 3, 13), como queriendo decir: "Si él ha pecado ¿por qué voy a ser yo la
culpable?"...
¡Qué hacen, desdichados! ¡Al menos pidan disculpa! Reconozcan su pecado.
¡Tengan compasión de su desnudez! Pero ninguno de los dos se quiso acusar, y ni
uno ni otro mostró el menor signo de humildad. “servicio brindado por el Evangelio
del Día, www.evangeliodeldia.org”