¿San Pedro, Patrono de los cristianos comodinos y pedigüeños?
Domingo 22 ordinario 011 A
Hacía poco que Pedro había declarado delante de sus hermanos los apóstoles, la
mesianidad de Jesús y lo había reconocido como el Hijo de Dios. Y no fue
precisamente por sus propias pistolas, sino como Cristo se lo dijo. Él había sido
inspirado de lo alto para que pudiera hacer tal declaración, que la verdad le
complació a Cristo después de que él mismo suscitó el asunto cuando preguntó a
sus apóstoles: “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo”.
En ese mismo momento Cristo le encargó a Pedro, estrenando flamante nombre,
que dirigiera los destinos de su pueblo, de su familia, de su Iglesia. Le dio el poder
para guiar por los siglos la barca de salvación. Todo iba bien, pero al poco tiempo
Cristo se decidió a hablar claro sobre lo que le esperaba en Jerusalén, un gran
padecimiento de parte de “los ancianos, loa sumos sacerdotes, los escribas, o sean,
los dirigentes religiosos de su pueblo, que lo mandarían a la muerte, a la cruz,
aunque ellos no presintieran que así lo encaminaban a su triunfo y a su
resurrección. Si antes Pedro se había decidido a declarar a Cristo delante de todos
como el Hijo de Dios, ahora cuando se dio cuenta de las tremendas consecuencias
de ser el mesías, llamó aparte a Cristo e intentó disuadirlo de su destino: “No lo
permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”. Después de su brillante
declaración, Pedro mostró que era un apóstol chafa, de pacotilla, pirata, pues no
aceptaba las consecuencias de ser mesías, no aceptaba la praxis que de ahí se
derivaba, y quería un mesianismo fácil, nacionalista, tradicional, religiosamente
cómodo, y con eso mostraba los mismos intereses nacionalistas de la religiosidad
judía de su época. Afortunadamente Pedro entendió dolorosamente la lección, pues
al final de su vida él mismo derramó su sangre por Cristo en una Cruz.
Sin embargo Cristo respondió de una manera muy dura, que a nosotros nos deja
fríos, por tratar a Pedro de la misma forma que trató al demonio cuando las
tentaciones en el desierto: “Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme
tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios sino el de los
hombres”.
Y en ese mismo momento, reanudó Cristo su diálogo con los apóstoles y les declaró
su voluntad, si queremos ir con él hay que renunciar a sí mismo, tomar la cruz de
Cristo Jesús y seguirle. Cristo no quería el sufrimiento y la cruz, pero la aceptó con
amor, y con un amor extremo, pidiendo que los que le sigan hagan lo mismo, que
tengan a los demás como el objete de sus cuidados, de su cariño y de su
aceptación antes que el propio bien y la propia comodidad. Es bueno volver a
recordarlo hoy, y no pretender un cristianismo facilón, donde todo se nos da hecho.
Hoy Cristo necesita cristianos en la lucha por el bien, por la paz, por la justicia, por
un mundo donde todos los hombres tengan el pan asegurado para todos ellos,
aunque eso signifique privarse de lo necesario para sostener el bien de los demás.
Cristianos que sepan defender al hermano que sufre, que es explotado, violentado
en sus derechos, y finalmente acribillado como hacemos tristemente los mexicanos
con los migrantes de Centro y Sud América, ¿Encontrará Cristo a esos cristianos
que defiendan con su vida la vida de los demás? “Eso será hoy cargar con la cruz
de Cristo Jesús”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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