A JORNAL DE GLORIA NO HAY TRABAJO GRANDE
DOMINGO XXV PER ANNUM A
21 septiembre 2008
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada,
los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la
plaza sin trabajo, y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.
Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió
al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: ¿Cómo es que estáis aquí el
día entero sin trabajar? Le respondieron: Nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id
también vosotros a mi viña.
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: Llama a los jornaleros y
págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. Vinieron
los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros,
pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno.
Entonces se pusieron a protestar contra el amo: Estos últimos han trabajado sólo
una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del
día y el bochorno. Él replicó a uno de ellos: Amigo, no te hago ninguna injusticia.
¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último
igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?
¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos. Mateo 20, 1-16
¿Y por qué protestáis vosotros, los contratados a primera hora del día? ¿Tan malos
trabajadores sois? ¿Es que sois, además de malos trabajadores, trabajadores
malos? ¿Es que tenéis incapacidad congénita como para no consideraros “siervos
inútiles”? ¡Qué poco identificados con vuestro trabajo! Como si el hecho mismo de
trabajar, de poder trabajar, no fuera ya una buena recompensa. Sois como los
niños que no se sienten premiados besando y que, por tanto, sólo besan cuando
reciben o esperan recibir golosinas. Hasta os olvidáis de que también el trabajo
hace al hombre. Y, sobre todo, ignoráis además que “a jornal de gloria no hay
trabajo grande; que el denario de Dios antes que empezarais a trabajar y a
“merecerlo”, ya a todos, maaneros y vespertinos, había sido gratuitamente
distribuido por el que os llamó y capacitó para ser activos.
Seguro que, en la acogida al hijo pródigo, hubierais hecho el papel de aguafiestas,
a pesar de vuestra supuesta fidelidad al padre. Y seguro también que, de haber
estado presentes bajo la cruz de Cristo, habríais considerado inadmisible la
pretensin del “buen” ladrn de entrar en el Reino al precio de una vida indeseable,
encontrando motivos para criticar aquella primera canonización de un hombre con
tan pocos méritos que exhibir y con ningún milagro que contar. Seguro que, en
vuestras justicias distributivas, hubierais bloqueado el proceso amoroso y
misericordioso de Dios, incapaces de perdonar a Dios su “injusticia”, y negados a
hacer fiesta cuando Dios hace fiesta a quien no se la merece...
¡Qué lástima que la infinita misericordia de Dios sólo tenga el enemigo de vuestro
ojo envidioso, de vuestra invidencia, de vuestra incapacidad para ver el amor!
Vuestra mayor condena sería el dejaros retrotraer hacia la matemática de los
contratos “equitativos”, contabilizando vuestros méritos, confrontándolos con los
demás y corrigiendo las operaciones de Dios.
Juan Sánchez Trujillo