Domingo XXII del Tiempo Ordinario Ciclo A
Padre Emilio Betancur Múnera
“ME SEDUJISTE SEÑOR”
El texto de la primera lectura hace de las llamadas confidencias de Jeremías, un
resumen de sus sentimientos. Su vida es una paradoja, la fuente de sus alegrías es
la misma de sus sufrimientos: la Palabra de Dios. Porque proclama la Palabra de
Dios a tiempo y a destiempo, como más tarde diría Pablo es perseguido, pero de
esa misma palabra saca fuerza para seguir predicando.
La palabra de Jeremías estaba envuelta en una sicología personal sensible, tímida,
atada a su tierra y parentela. Esa débil personalidad la escogió Dios antes de su
nacimiento. Jeremías había presentado a Yahveh dos objeciones: “Yo no sé hablar y
soy demasiado joven”, pero Dios cancel sus objeciones: “No digas soy muy
joven”, “a dnde te envíe, irás: y proclamarás todo lo que yo te mande. No tengas
miedo ante ellos, porque estoy contigo para hablarles…Mira, yo pongo mis palabras
en tu boca” (Jer 1,7-9).
Jeremías permiti ser seducido: “Me sedujiste Seor y me deje seducir; fuiste más
fuerte que yo y me venciste. He sido el hazmerreír de todos…he tenido que
anunciar a gritos violencia y destruccin”. Para Jeremías fue imposible evadir la
misin de predicar así él hubiese decidido: “Ya no me acordaré del Seor no
hablaré más en su nombre. Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado
en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía” (primera lectura)
La palabra, como en Jeremías puede producir en nosotros, los sentimientos del Sal
62: “Mi alma está sedienta de ti, oh Seor mi Dios. Oh Dios, tu eres mi Dios a
quien busco, por ti languidece mi carne y está sedienta mi alma, como tierra
reseca, agostada, sin vida y sin agua”.
Es la palabra lo que permite cumplir lo que insinúa Pablo “no se dejen transformar
por los criterios de este mundo, sino dejen que una nueva manera de pensar, La
Palabra, les transforme internamente, para que sepan distinguir cual es la voluntad
de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que la agrada, lo perfecto” (segunda lectura).
La Palabra de Dios hace que la vida del predicador se haga “como ofrenda viva,
santa y agradable a Dios, porque en este consiste el nuevo culto” (segunda lectura,
inicio).
En el texto de hoy (Rm 12,1-2) Pablo saca las conclusiones doctrinales de los
grandes teólogos de su carta, enunciados anteriormente. El poder de la gracia, la
universalidad el pecado, la justificación por la fe, el misterio pascual, la acción del
Espíritu, la salvación prometida y regalada a todos.
La accin de la Palabra llev a Pedro a decir en Cesarea:” tú eres el Mesías, el Hijo
del Dios vivo”, Jesús respondi: “Bendito eres tú…porque no ha sido la carne, ni la
sangre quienes te han revelado esto, sino mi Padre celestial…te daré las llaves del
Reino de los cielos”.
Después de la confesin de Pedro “Jesús comenz a anunciarle a los discípulos que
tenía que subir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos,
sacerdotes y escribas, que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer
día”. Desde este domingo la palabra nos orientará hacia la cruz.
La cristiandad nos ha acostumbrado a mirar cruces por todas partes, en las calles,
en las iglesias; por todo el cuerpo, en las casas y en los locales comerciales sobre
todo de ventas de artículos religiosos.
Para los contemporáneos de Jesús la cruz fue un infame castigo.
En la cristiandad la cruz se identificó con los sufrimientos de la gente, la cruz del
trabajo, el estudio o del matrimonio.
LA CRUZ: PRIMERA TENTACIÓN
Ante la esperanza Mesiánico-política de Pedro, hablarle de una cruz que
reemplazaría el poder del Mesías debi haber sido un escándalo: “Pedro se lo llev
aparte y trat de disuadirlo diciéndole: “no lo permita Dios, Seor”. Esto no te
puede suceder a ti. En realidad esta fue la primera negación de Pedro, el primer
rechazo de seguimiento en el sufrimiento, Jesús entiende este rechazo como una
grave tentacin a su misin: “¡Apártate de mí Satanás y no intentes hacerme
tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios sino el de los
hombres!”.
Este plan de Dios, expuesto como palabra de la cruz “es diferente a nuestra manera
de ver las cosas” vuestros pensamientos no son mis pensamientos” (Is 55,6-8).
La salvación de los hombres tiene que pasar por la cruz. El plan de Dios no se
acomoda al de un Mesías triunfante. Para que los hombres lleguen a un
conocimiento de la verdad es necesario que conozcan la cruz, el acto de amor
consumado que significa dar la vida por nosotros, para que sus amigos tengan
como lo máximo del amor “dar la vida por sus amigos y vosotros sois mis amigos”
(Jn 15,13).
APARICIÓN DEL CRUCIFICADO
No es solo Pedro somos también nosotros los creyentes quienes a pesar de recibir
como don de Dios la fe en Jesucristo muerto y resucitado pretendemos pasar por
alto la cruz para intentar creer, o creemos más en las apariciones de la virgen que
en la cruz gloriosa; de hecho no pocos creyentes tienen la ilusión de la aparición de
la virgen pero nunca se nos ha aparecido el crucificado. Aun permanecemos como
Pedro en la religión natural. Aún nuestra fe no se ha confrontado con la cruz, no
nos hemos sentido amados por la cruz. Ojala la fe nuestra conociera la humillación
de la negación que tuvo Pedro durante la pasión de su Señor.
Uno quisiera pensar que Pedro por el anuncio de la muerte de Jesús en la cruz no
alcanzó a escuchar el anuncio de la “resurreccin al tercer día”, por eso pudo haber
sido su sorpresa el día de la pascua.
Explicable que María fuera al sepulcro a terminar el embalsamiento del crucificado
(Lc 24,1) ¡pero Pedro con el anuncio anticipado que tenía de la resurrección! Ya no
era tiempo de creer que lo habían visto era un fantasma como el día de la tormenta
en el lago. Sólo en otro momento de la fe, pentecostés, Pedro comprendió con los
demás discípulos que Jesús había tenido que sufrir mucho, en Jerusalén, “de parte
de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas, que tenía que ser
condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Ahora con el Espíritu del resucitado en su corazn Pedro proclam: “Dios lo hizo
Señor y Mesías a este Jesús que ustedes crucificaron” (Hch 2,36) para llegar a esta
fe se requiere que por la fe en la palabra del Espíritu del resucitado pasemos de la
religión natural a la fe, trasladarnos por la fe en la palabra de las imágenes
preconcebidas por la religión natural al pensamiento de Dios en la imagen de su
Hijo muerto y resucitado.
¡CÓMO GANAR VIDA!
Comprendido lo anterior Jesús pasa a explicarles a los discípulos cuál será su
destino: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y
me siga”. Tomar la cruz para seguir a Jesús, van de la mano y ya no se refiere sólo
a Pedro sino también a los discípulos.
En todas las circunstancias difíciles de la vida también en las normales, en memoria
de Jesús, el creyente debe perder su vida para salvarla. Es necesario perder la
posesión que nos haga seguir desde nosotros mismos para ganar la vida de Jesús
quien pasó de la muerte a la vida y del escándalo de la cruz a la resurrección,
porque si morimos con Cristo nuestra vida está escondida, segura, en Dios. Así
cuando el Cristo de nuestra vida aparezca con Dios también apareceremos nosotros
en su gloria, lo que Pablo les dijo en algún momento a los Colosenses: “Por tanto,
si han resucitado con Cristo, busquen lo de arriba, donde Cristo está sentado a la
derecha de Dios, aspiren a lo de arriba, no a lo terreno. Pues han muerto y su
vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3; 1-3).
Jesús les hablaba a los Colosenses que aún estaban vivos, no era en primera
instancia para quienes se habían muerto. Es decir el paso de la muerte a la vida,
de la cruz a la resurrección se podrá dar desde esta vida, así la plenitud estuviera
en la vida eterna del cielo, “apareceremos con El en la gloria”.
Leyendo de nuevo a Jeremías en este contexto, regalémosle hoy día del Señor, un
tiempo a la fe para hacerlo, podemos todos los creyentes reconocernos en
Jeremías, porque si leemos nuestra vocación en la fe y misión para la
evangelización podemos ratificarlo o empezar a decir desde la misión continental:
“Me sedujiste Seor y me dejé seducir, fuiste más fuerte que yo y me venciste”. Ya
sabemos que perder la vida es salvarla, es en un memorial existencial que
celebramos en la Eucaristía.
La íntima relación de los domingos veintiuno y veintidós (21 y 22) del tiempo
ordinario, ciclo A, pone en nuestro corazón el misterio de la Iglesia de Cristo,
cimentado sobre Pedro y a cuya construcción pertenecemos todos por la fe.
Nuestro material puede ser débil y flexible pero es una roca por la fe y la roca a la
que está unida Pedro y la piedra angular que nos ha seducido, hasta sentir el fuego
ardiente de la evangelización encerrado en nuestros huesos, fuerza que no
podemos contener.
ORACIÓN
Dios de poder de quien procede todo lo perfecto, infunde tu amor en nuestros
corazones para que, al hacer más religiosa nuestra vida, aumentes en nosotros
todo bien y lo conserves con solicitud amorosa” por Jesucristo nuestro Seor.
Amén.
Jeremías 20, 7-9
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el
hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí. Siempre que hablo tengo que
gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió
para mí oprobio y desprecio todo el día.
Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en
mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no
podía.
Salmo 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 2b)
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne
tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale
más que la vida, te alabarán mis labios. R.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de
enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está
unida a ti, y tu diestra me sostiene. R.
Romanos 12, 1-2
Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos
como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable.
Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente,
para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada,
lo perfecto.
Mateo 16, 21-27
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a
Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y
escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: -« ¡No lo permita Dios, Señor! Eso
no puede pasarte.»
Jesús se volvió y dijo a Pedro: -«Quítate de mí vista, Satanás, que me haces
tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.»
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: -«El que quiera venirse conmigo, que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará.
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué
podrá dar para recobrarla?
Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y
entonces pagará a cada uno según su conducta.»